Viernes

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Temprano en la mañana, Thomás despertó radiante y con deseos de conocer el pueblo a profundidad, dentro de su mente pensaba en que, un poco de exploración pondría en movimiento su imaginación.

Su primera parada fue uno de los restaurantes del hotel, según las indicaciones, en ese lugar el desayuno era tipo buffet y las opciones eran bastante amplias. Hacia allá se dirigió.

Un lugar amplio se presentó ante él:  un par de columnas que le recordaron la Acrópolis de Atenas, con techo de madera y una gran cantidad de luz; además, predominaban los colores blanco y beige a su alrededor. Era un lugar acogedor.

En una de aquellas columnas se encontraba un aparador donde reposaban varias bandejas con comida: una de las mitades de la columna estaba destinada a diversas frutas; mientras que, la otra mitad, estaba destinada a comida salada: había variedad de huevos ya preparados, una bandeja con tocino, cereales, pan, tostadas, quesos, entre otros; había también una jarra de leche, una jarra de agua y una de jugo de naranja. Todo estaba fresco y olía delicioso. Había tanta diversidad en el menú que Thomás se encontraba en una batalla interna por decidir que debía comer.

Finalmente optó por unos huevos benedictinos y un enorme vaso de jugo de naranja con un par de tostadas. Con su bandeja en mano, caminó sobrepasando las diversas mesas, al final del salón había unos enormes ventanales por donde la luz del sol entraba débilmente y, la vista daba al edificio contiguo.

«Pésimo panorama», pensó Thomás.

Tomó asiento en una de las mesas junto a los ventanales y comenzó a comer. Alrededor de él, había más personas y, poco a poco, llegaban otras más.

Unos minutos más tarde, habiendo terminado la comida y satisfecho por su desayuno, estaba decidido a comenzar su exploración.

A la salida del hotel se encontró con Lena, quien lucía mucho más radiante que el día anterior, la mujer se acercó hasta él con una sonrisa enorme.

—¿Qué tal estuvo la noche, señor Maurer? —preguntó.

—Excelente —contestó él con una sonrisa de vuelta, aunque en su interior le sorprendía un poco la amabilidad de aquella mujer—. La cama fue bastante cómoda, y..., bueno, en general estoy complacido.

—¡Cuánto me alegra! —profirió Lena con gran energía—, no olvide pasar por el spa, le aseguro que tendrá un momento maravilloso si lo que vino a hacer es descansar.

—Lo tendré en cuenta, por ahora iré a explorar el pueblo.

Lena asintió y dio indicios de querer marcharse, sin embargo, antes de que lo hiciera, Thomás estaba decidido a interrogarla respecto a aquella extraña visión de la ventana, tal vez ella pudiese responder a su duda y concretar esa idea de que seguramente fue su imaginación la que le jugó una mala pasada.

—Disculpe —dijo Thomás para llamar la atención de la mujer—, ¿ha habido algún evento extraño reciente en el pueblo?

—No entiendo a qué se refiere —respondió Lena, entornando una mirada de confusión.

—Me refiero a que..., ja, ja, esto puede resultar extraño, pero... —Thomás en su interior se sentía demasiado tonto al darle importancia a algo como eso y, de seguir dándole vueltas al asunto, terminaría arruinando su aventura, sin embargo, carraspeo y continuó—: anoche vi a un hombre frente al hotel, hacia el lado de la cancha, parado como si nada.

Lena abrió los ojos con sorpresa, si hubiese podido decirle a Thomás que estaba loco, lo hubiese hecho, pero algo dentro de ella le obligó a no decirlo.

—A parte de la desaparición de un par de personas en los últimos meses —contestó ella con seriedad—, me temo que no ha habido nada diferente a ello y, la verdad, son solo rumores, la policía ha investigado y no tiene nada concreto. De una vez le digo, si alguien le llega a decir algo respecto al tema, no le haga caso, son solo suposiciones sin fundamento, ya sabe lo que dicen: pueblo pequeño, infierno grande.

Darkman: el hombre de la oscuridad ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora