07 | un último baile II

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| Un último baile II |

"Uno siempre vuelve al lugar donde fue feliz"


—¿No crees que le has llorado lo suficiente? —Florence se tira sobre en la cama.

—Se casó —la sábana que cubre mi rostro es arrebatada de un golpe.

—Han pasado tres meses desde que regresaste a Italia, Lily es hora de avanzar.

Tenía razón, pero no era fácil. Aún tenía la esperanza de que él viniera, que había cometido un error al casarse, que yo la que debía formar parte de su vida. Todo era parte de una mísera fantasía que en fondo sabía que no se cumpliría.

—Vamos, te invito el desayuno hoy —Florence habla sacándome de mi pequeño transe.

—Preferiría quedarme en casa —digo tratando de recuperar mi sábana.

—No Lily, te he dado el tiempo suficiente. Párate, arréglate que hoy será un día solo para nosotras dos.

Aún en desacuerdo Florence logró sacarme de la cama y qué al menos me viera algo presentable. Fuimos a un pequeño restaurante local, saciando nuestra hambre con unas pastas y un buen vino, pagamos y decidimos dar una caminata.

—Él fue muy importante para ti? —pregunta mirando el camino.

—¿Quién? ¿Tom? —la miró y ella asiente— Fue mi mejor amigo de casi toda la vida, me di cuenta demasiado tarde de lo que sentía por él —suspiro—. Fue algo más fuerte de lo que sentía por Edward.

—Me da gusto que te hayas deshecho del estúpido de Edward —hace una pausa—. Era un patán.

—Dios ni lo menciones, fue un lío deshacerme de él.

Florence suelta una carcajada y seguimos caminado en un silencio cómodo; después de un rato fuimos de compras y por último a cenar. Después de haber tenido un día relajante con ella, me deja en el departamento para ir a descansar al suyo. Al entrar dejo las bolsas junto a la puerta y me dirijo directo al baño, quedé agotada después todo y un baño relajante me haría la persona más feliz del mundo. Una vez tengo todo listo en la tina, voy a la cocina por una copa y un vino, entró al baño y me despojo de la bata sobre mi cuerpo. Al entrar el agua tibia relaja todos los músculos y siento la tensión marcharse, bebo del vino y cierro los ojos. Después de un rato y dos o tres copas el timbre de la entrada resuena en todo el lugar. Arrugo la mirada preguntándome quién podría ser a esta hora; tal vez Florence olvidó algo.

Salgo de la tina y me envuelvo con la bata, el timbre vuelve a sonar mientras salgo al pasillo, ruedo los ojos, ¿es tanta la desesperación?

—¡Ya voy! —doy un suspiro y retiro los seguros— Florence espero que no hayas olvidado na...

Mis palabras quedan en el viento cuando veo a la persona que se encuentra en la puerta de mi departamento. Siento como mi alma abandona mi cuerpo, ese escozor de las lágrimas en mis ojos se hacen presentes.

—Lily. —es lo primero que sale de sus labios.

—Tom. —mi voz se escucha casi como un susurro a comparación de la de él. El silencio se hace presente haciéndome sentir incomoda y nerviosa a la vez.

Cerré la puerta, no me iba permitir llorar frente a él, ya no quería mostrarme vulnerable. El timbre volvió a sonar.

—Lily, por favor —pidió y sentí mi corazón romperse más—. Hablemos, te necesito.

Los latidos de mi corazón hacían eco en mi cabeza, mi respiración era errática y mis manos temblaban, todo mi cuerpo temblaba con el simple hecho de escuchar su voz.

—Por favor. — volvió a pedir.

Mis movimientos involuntarios me hicieron sentir una tonta, por permitirle entrar de nuevo a mi vida, por hacerme ver débil y dócil ante él. Abrí la puerta viéndolo apoyado en el marco de está, cuando me vio sus brazos me envolvieron y mi respiración se cortó. Lo tenía de nuevo, lo podía sentir chocar piel con piel.

—Lo lamento —su voz se escuchaba rota, tal como yo estaba—. Lily, te necesito.

—Dijiste que era la última vez —dije aún sin corresponder a su abrazo y con los ojos ya aguados.

—Lo sé, pero me di cuenta de que te necesito. Ella no es como tú.

Claro que no, en lo absoluto.

Se separó de mi poco a poco, dándose cuenta de que no correspondería a su abrazo. Sus ojos fueron directo a los míos y sus manos a mis mejillas limpiando el rastro de lágrimas. Nos quedamos así, en silencio. Su mirada bajó a mis labios.

Sobra decir que sus labios encajaban a la perfección con los míos, que el hechizo de volver a estar en el mismo cuarto a tan solo centímetros nos hacía pegarnos como un imán el uno con el otro. Bajé la guardia y aunque habíamos dicho que aquella vez en Londres era la última vez, lo volvimos a repetir.

—¿Qué pasará con ella? —dije recostando mi cabeza en su pecho.

—Ella lo sabe todo, sabe que eres para mí Lily. —su voz sonaba tranquila. Tragué en seco.

—¿A qué te refieres? —levanté la mirada para verlo.

—Ella, lo sabía antes de casarnos, pero no me dijo ni reprochó absolutamente nada-hizo una pausa suspirando—. Fue hasta hace una semana que... La descubrí. Ella aplicó el ojo por ojo.

—Vaya —fue lo único que pide articular.

—El divorcio está en proceso —pasó sus manos por mis hombros descubiertos.

—Lo lamento.

—Gracias, aunque yo no. Ahora puedo estar contigo —su mano va hacia mi barbilla levantando mi rostro—, siempre y cuando tu estés de acuerdo.

Sonreí y subí para besarlo. Sabía que Florence me matará cuando se enteré de esto, pero que importa. Lo he recuperado y es todo lo que me importa.

Uno siempre vuelve al lugar donde fue feliz.


Oh my darling | One Shots | Tom FeltonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora