Capítulo 27

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Las Lobas estaban reunidas en el gran comedor del burdel almorzando ese sábado. Ya todas se enteraron de que Pequitas había sido contratada otras dos semanas más, por aquel joven ricachón.

— Qué suerte tienen las tontas — reía una loba

— Dinos, ¿Qué le hiciste a ese hombre para dejarlo así?

— Él es atractivo. Quizás es tu príncipe soñado que ha venido a rescatarte — reía una loba joven.

— Me gustaría que pagaran por mí y me saque de aquí — decía otra loba con tono esperanzado

— No te hagas ilusiones Pequitas — advertía una loba de mayor edad — A veces estos hombres contratan por exclusividad, pero luego se marchan, dejándonos con las esperanzas rotas.

Loreta escuchaba a todas sus compañeras, pero no respondía, solo sonreía, ya que se había vuelto el tema de conversación que duraría probablemente toda la semana.

— Pero si te ofrece trabajo en su mansión, debes aceptarlo Pequitas — sonreía otra loba a la joven.

— Es verdad, varias muchachas, al igual que tú, se han marchado con clientes y viven mucho mejor ahora.

— Si tienes una mejor oportunidad de vida, debes de tomarla — sonreía Dominga de manera maternal a la joven pelirroja — Además, que ese joven realmente podría ser el príncipe soñado de nuestra Pequitas.

Dominga usaba un tono como si guardara detrás de ese comentario un gran secreto.

— ¿Qué? Habla mujer, no nos dejes con la duda — reía una loba, con el apoyo de sus compañeras.

— Es un Fortunato — concluye Dominga, con el chillido de emoción de algunas Lobas y la mirada interrogante de otras que no conocían la historia de esa familia, al igual que Loreta.

— Y eso que tiene ¿Son muy ricos? — preguntaba una loba joven.

— Ellos son conocidos por casarse con sus sirvientas — chillaba de la felicidad una loba — a ellos no les importa las reglas sociales, si están enamorados, no importa de dónde vengas.

Una loba abraza alegremente a Pequitas y otras más le felicitaban.

— Por favor, si te casas con él, llévame a trabajar a tu mansión...

— Y a mí

— Y a mí

Una loba añosa da un golpe en la mesa para ser escuchada entre los gritos de emoción de las jóvenes.

— No hagan de bobas. Si su familia lo trajo aquí para despedir soltería, es porque se va a casar — respondía sabiamente aquella loba — Pequitas, para ese joven eres solo un pasatiempo que abre las piernas. Se le terminará el juego, cuando su esposa abra las piernas para él.

Varias desaparecieron sus sonrisas y volvieron a tomar asiento en sus respectivos lugares.

— Aun así, puedes ser su amante — sonreía una loba que no se apartaba de su lado — si te ofrece sacarte de aquí, debes ir.

— Pero no te hagas ilusiones, recuerda que, para ellos, somos mujeres descartables.

Pequitas sigue comiendo el trozo de ternera que tenía en su plato. Ella no esperaba nada de nadie, hace mucho que las esperanzas habían abandonado su vida y era un gasto de energía creer que la vida le ayudaría, cuando no lo hizo en el momento que más lo requería.

...

Era una mañana de un día cualquiera de trabajo. Don Agustín y Víctor, tenían un almuerzo de negocios con algunos inversionistas, así que estaban libres esa tarde Sebastián y Sergio.

Un Amor Tan TraviesoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora