Capítulo 17

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Cada vez que Sergio se sentía triste, acudía a visitar a tío Jamal y ahora más que nunca necesitaba de su consuelo, luego de la celebración del compromiso de Emelina y Sebastián.

— Lo mejor para ti es buscar una mujer que te alegre la existencia — decía Jamal, mientras bebía un licor de frutas.

— Puede ser, no lo sé... ahora no pienso en eso — respondía Sergio mirando la copa que tenía en la mano — me siento como un mentiroso. Le he dicho a todos que siento felicidad por ellos, pero no es verdad.

— Esto fue culpa tuya — decía Jamal pensativo — siempre actuaste como un amigo, debiste ser más directo.

— Decir eso es sencillo, pero vivirlo es muy distinto

— Tienes razón

Jamal se levanta del sofá y camina en dirección al escritorio para buscar un portafolios, abrirlo y leer unos documentos.

— ¿Te gustaría escapar por un tiempo? — preguntaba Jamal mientras revisaba unos papeles

Sergio le mira sorprendido

— ¿A qué te refieres?

— Mantener el negocio de los barcos es complicado, se necesita dedicación y paciencia, debo viajar con frecuencia a los puertos para ver las condiciones de las embarcaciones.

— ¿Quieres que trabaje contigo?

— Sé que a tu padre no le gustará, porque te está preparando para que te hagas cargo del funcionamiento de las minas de carbón. Pero ellos ya tienen a Sebastián, y yo necesito ayuda con esto... requiero a alguien que se mantenga en la Gran Colombia, para que pueda monitorear la llegada de los barcos.

— Pero, es América

— Exacto. No te pido que estés eternamente ahí, pero te puedes alejar de todo esto, tal vez regresar después de la boda...

— Te lo agradezco, pero no puedo y no quiero estar alejado de Emelina y Sebastián.

— Tienes una gran lealtad, eso es admirable...

— Tío, si necesitas ayuda, puedo trabajar contigo, si me necesitas, eso me mantendrá ocupado y dejaré de pensar tantas cosas — sonreía Sergio.

— Eso te lo agradecería — Jamal da un suspiro — aunque me preocupa tu padre. Creerá que le quiero arrebatar a su hijo, él ya sabe que eres mi único heredero.

— Debería de preocuparte por mi abuelo, él realmente te detesta — reía Sergio

— Le tengo estima a Agustín, entre menos nos veamos, más nos queremos — Carcajea Jamal

— Tío, ¿Puedo quedarme aquí esta noche?

— Ya sabes que esta es tu casa, no tiene que preguntarme... ven cuando quieras.

Esa noche Jamal y Sergio charlaron hasta altas horas de la noche antes de ir a dormir.

A la mañana siguiente y después de almorzar, Sergio regresó a la mansión de su padre. El lugar se encontraba tranquilo y en silencio, así que fue a los patios cerca de los establos a recolectar algunas lombrices y ponerlos en una fuente, además de sacar algunas semillas y moras de la cocina, para dirigirse a la sala que era su escondite y darle de comer al pequeño pichón, mirándolo de manera concentrada a través de su jaula, puesto que se veía bien y quizás ya era hora de ver si ya podía volar.

— Aquí estabas, te busqué durante la mañana, pero tu madre dijo que fuiste a ver a tío Jamal — Emelina entraba en aquella sala, sonriendo como era habitual en ella.

Un Amor Tan TraviesoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora