XVII. Sé fuerte

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1 de octubre de 1878

En la gran sala resonaba el sonido una y otra vez del mismo compás, el atril lleno de partituras desordenadas conteniendo distintas obras, a sus nueve años demostraba gran talento para la música, y su ardua práctica lo hacía mejorar cada vez más.

Demasiado exigente para su edad, el profesor privado se sentaba a escucharlo siendo completamente severo, pues no podría desaprovechar tal talento del pequeño, la ejecución en el instrumento era genial pero se hacía daño al seguir intentando, el dolor en las yemas de sus dedos era lo que lo hacía fallar una y otra vez.

Ya basta... te vas a dañar — comentó finalmente el maestro al ver las muecas de dolor del peliverde, que paró en ese instante con la cabeza baja.

Cuando se fue el profesor el pequeño comenzó a llorar, simplemente sentía que no lo hacía bien, miró sus yemas que comenzaban a sangrar, aquello lo asustó y antes que se pusiera a llorar más a la sala entró el niño de cabellos cenizos con una cajita donde guardaban las vendas.

Siéntate Deku — mando el niño con un gesto molesto, sabía que el pequeño pecoso se exigía demasiado y que su maestro no ayudaba en ese sentido ya que lo hacía sentir insuficiente.

Kac... chan... — sollozó libremente cubriendo sus ojos empapados de lágrimas con sus antebrazos.

— ¡Ya deja de llorar nerd! — al no ver resultado sacó su pañuelo para secar las lágrimas del menor — No deberías llorar... — murmuró molesto pues no comprendía el porqué, si las melodías que tocaba eran las más hermosas que habría podido escuchar en su vida. — Tu sonido es increíble... — murmuró muy bajo para no ser escuchado pero Izuku logró escucharlo, sus mejillas se tiñeron de un rosa cálido y sus ojitos brillaron.

¿De... de verdad lo crees Kacchan? — su mirada volvió a iluminarse y trataba de no tropezarse en su hablar estaba demasiado feliz al escuchar aquellas palabras del ojirubí que inmediatamente retrocedió cuando el peliverde se acercó a su rostro buscando su mirada.

No obtuvo respuesta sólo el desviar de sus ojos para luego ser jalado por su camisa hasta uno de los muebles de la gran sala de la mansión, comprendiendo que el cenizo curaría nuevamente sus heridas ocasionadas por la práctica de horas.

Tsk — maldijo por lo bajo cuando vio el daño en las manos pálidas del pecoso — ¡¡Si sigues así tus manos quedarán muy feas!! — reclamó el niño con una mirada penetrante al pequeño herido que sólo desvió su mirar para evitar el regaño.

De una botella de la caja vertió agua a un recipiente para mojarlos con un pañuelo limpiando las heridas del pequeño con suavidad, los dulces ojos jade miraban cómo el niño mayor lo curaba con suma concentración, sus latidos se apresuraron inocentemente; sintiendo las vendas comenzar a pasar por sus dedos con lentitud.

Listo — dice el niño cenizo guardando las cosas de aquella caja, y marcharse, al dar unos pasos para irse decide voltear para encontrarse con los hermosos ojos esmeraldas del pequeño que responde con una sonrisa en señal de un gracias.

A penas salió de la sala el pequeño llevó su mano a su pecho, un sonrojo inevitable se presentó en sus mejillas de delicadas pecas, pronto recordó que se hallaba sólo en ese gran salón con un atril en medio que lo llamaba y su violín al costado suyo; suspiro para luego apoyarse en el espaldar de aquel lujoso mueble, su vista se dirigió al techo, a la araña de luz apagada en la tarde, cerró sus ojos con un suspiro quedándose dormido.

Mi alfa es un lobo [Katsudeku] [Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora