-Sr. Potter, se retirará a la enfermería inmediatamente-, le espetó la profesora McGonagall.
Suspirando, Harry recogió sus pertenencias y salió del aula de Transfiguración y se dirigió a ver a Madame Pomfrey. Debería haber esperado esto, pensó para sí mismo. Últimamente, el estudiante de séptimo año parecía no poder controlar su magia. La mayoría de las veces se trataba de cosas pequeñas, pero Harry empezaba a preocuparse de que algo anduviera muy mal con él. Incluso durante el viaje en tren a Hogwarts, su magia parecía estar bien, pero después de salir del Gran Comedor esa primera noche, había notado que algo no parecía estar bien en su magia. Al principio los cambios eran sutiles y Harry había podido encogerse de hombros diciendo que sólo se estaba acostumbrando a usar la magia de nuevo, pero ahora había llegado al punto de que incluso sus profesores lo estaban notando. Al llegar a la enfermería, Harry entró en silencio y saludó cortésmente a la medibruja.
Al saludar al joven Gryffindor, Poppy se preguntó qué había traído esta vez a su demasiado frecuente paciente. -¿Y bien, señor Potter? ¿Y a qué catástrofe debo esta visita?-.
Harry agachó la cabeza y se preparó para un momento difícil. Aunque apreciaba las habilidades de la medibruja, sus exámenes tendían a ser tediosos e invasivos. -Lo siento, señora. La profesora McGonagall me envió aquí. Parece que algo anda mal con mi magia. Desde que llegué aquí este año, hasta los hechizos más sencillos han salido mal. Supongo que la gota que colmó el vaso de té fue cuando convertí mi taza en una araña en lugar de una sartén hoy en Transfiguración- terminó Harry miserablemente.
Madame Pomfrey chasqueó la lengua con impaciencia y preguntó -Y no te ha parecido bien verme antes, ¿por qué? ¿No te das cuenta de que cualquier pequeño cambio en tu magia puede ser señal de un problema importante?- Haciendo un gesto a su paciente, la bruja esperó a que Harry se sentara en la cama más cercana para poder comenzar sus exploraciones.
Harry ya conocía el procedimiento y se sentó en lo que llamaban, entre risas, "su cama". Desde luego, tenía la sensación de haber pasado bastante tiempo en ella durante sus años en Hogwarts. Tal vez Madame Pomfrey podría poner una placa declarando que "Harry Potter durmió aquí" y cobrar la entrada, pensó divertido.
Sentado tan pacientemente como pudo, Harry se preocupó por el labio inferior mientras esperaba escuchar el pronóstico. La verdad era que tenía miedo de lo que pudiera encontrar. ¿Cómo iba a enfrentarse a Voldemort si ni siquiera podía realizar un simple encantamiento?.
Después de lo que pareció demasiado tiempo, Madame Pomfrey se enderezó y sonrió con fuerza a su paciente. -Por favor, permanezca sentado, señor Potter, mientras llamo al director-.
Con pánico, Harry levantó los ojos verdes y vibrantes hacia la medibruja. ¿Qué le ocurría que era necesario llamar al profesor Dumbledore?. Apretando los brazos alrededor de su cuerpo, Harry trató en vano de consolarse mientras se mecía en silencio en la pequeña cama del hospital. Preguntándose qué suceso anormal se había manifestado en su vida esta vez, Harry sintió una vez más el peso de su existencia presionando sobre él. Nada podía ser sencillo para el joven, que sólo quería ser amado y aceptado por lo que era. Sin embargo, a cada paso se le mostraba como un fenómeno antinatural de la naturaleza que nunca parecía encajar. Más que nada, Harry deseaba una vida tranquila y sin sobresaltos. No quería la notoriedad que conllevaba ser El Chico Que Vivío. No quería que lo conocieran por la cicatriz irregular que tenía en la frente. No, más que nada, Harry deseaba que alguien simplemente viera a Harry. No a sus padres, no al enemigo de Voldemort, no al salvador del mundo de los magos. Sólo a Harry. Pero Harry había tenido suficiente experiencia en el mundo de los magos para saber que eso era una quimera. Todas las personas con las que había tenido contacto desde que entró en el mundo mágico parecían estar asombradas por su cicatriz y su historia con Voldemort. Frunciendo el ceño, Harry tuvo que corregir esa afirmación. Había una persona que no parecía estar impresionada ni por su nombre ni por sus logros accidentales: Severus Snape. No, el acerado, irritable e irascible maestro de pociones nunca vería a Harry como otra cosa que no fuera el hijo irresponsable y ávido de atención de su odiado rival en la escuela. Harry suspiró. Al crecer sin cariño y sin ser querido, Harry se esforzaba por complacer a los demás. Pero pronto aprendió que nada de lo que hacía parecía agradar al jefe de la casa Slytherin. Incluso después de seis años en Hogwarts, Harry no podía explicar por qué le importaba tanto ganarse el respeto y la aprobación del maestro de pociones. Sólo sabía que el hecho de saber que aquel hombre lo odiaba le dolía de un modo que ni siquiera podía empezar a comprender.
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GROUNDED
FanfictionAl regresar a Hogwarts para su séptimo año, Harry descubre que su magia le está fallando. Aún más perturbador para el Niño-Que-Vivió es el descubrimiento de la solución a su problema. ----------------------------------------- No se conoce autor orig...