Lealtad Alterada (R#15) [Lealtades #2]

1. Prochnaya pechat'

Sarah

—Los declaro marido y mujer, ya pueden besarse —da el permiso el cura y uno mis labios con el que ahora es mi amado esposo.

Soy la persona más feliz del mundo.

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Mi espalda cae en el colchón, a la vez que el cuerpo de Nick se sube sobre mí, acto seguido nos besamos con ternura. Abro su camisa, entonces veo sus tatuajes, así que me muerdo el labio inferior y apoyo mi dedo en su pectoral.

—¿Qué dice?

—Prochnaya pechat' —pronuncia en ruso.

Me río.

—¿Qué?

Acerca de nuevo su boca a la mía.

—Prochnaya pechat' —repite y eso me seduce demasiado—. Habla de ti.

—¿Es mi nombre?

—No, significa "sello perdurable" y lo hice para volver a creer en el amor. Mira, descubrí que existes, pensaba que no habría alguien a quien podría darle mi corazón, pero te conocí y todo cambió.

Sonrío feliz.

—Ay, Nick, me sonrojas.

—Tú eres mi amor eterno, Sarah, mi sello perdurable.

—Prochnaya pechat' —repito sus palabras y se ríe por mi horrible pronunciación.

—Sí.

Volvemos a besarnos, estando muy felices.

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Camino con mi prima, luego de haber salido un rato de compras y la observo sorprendida, cuando me cuenta que se va a ligar las trompas, para no tener más hijos.

—¡¿Cely?! ¡¿De verdad?! —expreso más impactada.

—Ya no puedo tener más hijos, voy a explotar. —Se ríe.

—En eso tienes razón, y ya estás viejita —me burlo.

Me pega un codazo.

—Solo tengo un año más que tú.

—Igual, yo tampoco tengo edad ya para tener hijos, y te recuerdo que Nick es estéril, eso no va a pasar nunca, así que no me tengo que preocupar por operaciones —me sigo burlando.

—¡Eres mala! ¡¿No ves que estoy nerviosa?!

Me río.

—Lo siento, ven que te abrazo. —Alzo las manos, aunque tengo bolsas colgando en mis brazos.

—Ay, te quiero. —Se aferra a mí.

Todo ocurre tan rápido que no entiendo qué pasa, las bolsas caen al suelo, soy separada de mi prima, unas manos me cubren y lo último que veo es la cara de horror de Celeste cuando me adentran en una camioneta.

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Nick

La prima de Sarah llora desconsolada mientras me cuenta lo que pasó. Unos hombres encapuchados se la llevaron en una camioneta. Estoy en shock ¿Qué mierda es esto? No lo puedo entender.

Los días pasan hasta que alguien se comunica, no puedo creer con quien estoy hablando y cuando al fin la recibo en el aeropuerto, lo termino por aceptar.

—Patrisiya Ivarova —pronuncio el nombre de aquella pelirroja con la que estuve envuelto alguna vez.

Tuve la oportunidad de trabajar con ella en la C.E.E.R, no solo es una soldado de la organización, también es una asesina profesional.

Esto no me agrada, pero si tengo que involucrarme con alguien que me metió en problemas en una oportunidad, lo haré, aunque solo por Sarah. Debo recuperar a mi sello perdurable, mi felicidad, mi todo.

Espérame, cariño, te encontraré.

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Sarah

Se escucha una gotera, el agua cae, una y otra vez, el sonido retumba en mi oído, me duele. Abro los ojos, mi visión es borrosa. Me encuentro aturdida, me levanto despacio. Estoy mojada porque el suelo tiene charcos enormes de agua. Pareciera como si estuviera en una especie de tubo, los reflectores del techo curvado, me hacen mal a la vista, así que entrecierro los ojos porque me arden. El dolor de cabeza va en aumento.

Concluyo que tengo una bata cuando palpo mi ropa, no recuerdo cuando me cambié. Avanzo con mis pies descalzos, sintiendo el salpique del agua con cada paso. También me arden. Creo que he perdido la noción del tiempo, todo me da vueltas, es tan confuso, se mueve.

Mi vista empieza a mejorar, así que al fin logro ver mis manos, están manchadas, el agua no es agua, es sangre, por lo tanto mis dedos comienzan a temblar cuando empiezo a recordar.

¿Qué es esto? ¿Qué es este lugar? ¿Por qué?

¿Es acaso una pesadilla?

Caigo de rodillas y no dejo de mirar mis manos, cuando oigo un sonido diferente alzo la vista, entonces visualizo a un hombre mayor venir hasta mí. Se agacha hasta donde estoy, luego alza una jeringa, para luego pronunciar algo realmente espantoso, que me hace tiritar todo el cerebro.

—Qué curioso es tener las manos manchadas de sangre, ¿no? Sarah. —Sonríe con malicia—. Más cuando sabes que la sangre no es tuya y descubres lo que hiciste, ¿verdad?

—Yo...

—Tranquila, ya habrá tiempo para hablar, mucho tiempo.