4. Besos indirectos

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Indirect kiss (beso indirecto): Una de las definiciones más certeras de una conocida antítesis, tan cerca pero tan lejos.

***

Tres momentos.

Tres momentos en los que Sirius se mordió los labios y gritó por dentro, disimulando el hecho de que se estaba muriendo. Es que, ¿cómo no hacerlo? ¿Cómo no morirse observando la boca de Remus Lupin, ahí, moviéndose mientras decía lo que fuera que estuviese diciendo?

Y si pensaba poder sobrevivir a eso, entonces se moriría definitivamente si llegaba a ocurrir aquello que acontecía cada millón de años (y que tenía que rogar a la suerte para que ocurriera una vez más).

Un beso.

Uno indirecto, claro.

La primera de las veces se dio durante los meses de verano. No se encontraban en Hogwarts, sino pasando una tarde de vacaciones en un parque que a todo el grupo de amigos le quedaba relativamente cerca. Lado a lado, sentados en círculo sobre el pasto, conversaban de anécdotas y de cómo habían transcurrido sus días de descanso.

Sirius recordaba muy bien esa ocasión porque habían caminado un montón y estaban exhaustos. Recordaba también que su rodilla chocaba con la de Remus, y que cada vez que se reían estaban un poquito más cerca.

Recuerda haber tomado una botella de agua para hidratarse un poco. Remus hizo el mismo gesto (tal vez por acto reflejo) sin embargo, Sirius notó que al castaño ya no le quedaba agua, así que aparentando total normalidad le tendió la botella y:

—Puedes tomar de la mía —le ofreció.

Lupin agradeció y se la llevó a los labios.

El azabache esperaba no estar actuando de manera extraña, pero es que, ¿había acaso un modo o una solución para dejar de observar a Remus, para dejar de pensar que en donde habían estado sus labios ahora estaban los de él?

No, no había solución. Al menos no para Sirius.

La segunda ocasión ocurrió durante la apertura de una heladería nueva en el Callejón Diagon, un conocido barrio comercial de Londres.

Sirius también recordaba muy bien ese día, había sido uno de los más calurosos en lo que iba de las vacaciones. Recordaba a James quejándose porque no vendían helados sabor azul (porque el sabor azul no existe, Jamie, prueba con uno sabor tropical) y recordaba a Peter echando casi toda la salsa de chocolate en su barquillo.

Recordaba a Remus con su vaso de helado de almendras con lúcuma, recién preparado y no demasiado congelado. Recordaba que intercambiaron sabores de helado, para probar.

—No saques con la cuchara —le avisó Remus—, está todo derretido, se va a caer.

Sirius insistió en usar la cuchara, pero la bola de helado amenazaba con estrellarse contra el suelo y tuvo que resignarse a lamer la porción con un nudo en el estómago. Remus se rio, le dijo que no le importaba, que dejara de preocuparse, que eran amigos.

Remus también lamió el helado, allí donde había estado la lengua de Sirius, y este último se había olvidado hasta de respirar.

La tercera y más reciente ocasión ocurrió en Hogwarts, durante una actividad evaluada que consistía en presentar una obra de teatro. Mientras Sirius participaba como actor, Remus había preferido mantenerse detrás de bambalinas ordenando la utilería, los accesorios y el maquillaje.

—¿Ese polvo qué es? —preguntó de pronto Sirius, sentado frente a un espejo iluminado y esperando a que su amigo le maquillara.

—Es base —respondió Remus, que tenía una brocha en la mano—. Ayuda a que la piel se vea uniforme y sin demasiado brillo bajo los reflectores.

—¿Y esas paletas de colores?

—Esas son sombras de ojos y no son para ti.

—¿Y eso qué es?

—Cierra los ojos un poco —pidió, sacudiendo la brocha—. Esos son los polvos para rubor.

Con los ojos todavía cerrados (y bastante relajado, a decir verdad) escuchó a Remus mover implementos de un lado a otro. De pronto sintió que le colocó algo en los labios y aquello le sacó de la somnolencia.

—Espera, espera, ¿qué estás haciendo?

Remus resopló, sosteniendo entre sus dedos aquello que definitivamente era un lápiz labial.

—Si no te pongo bien el maquillaje me bajarán la calificación —se quejó este, acercando nuevamente el labial a Sirius—. Ven, no seas caprichoso.

—Sólo, ay, Remus —forcejeó, alejándose—, sólo déjame ver cómo queda el color, quiero hacerme una imagen mental.

—Eres tan quisquilloso.

—Déjame ser.

Tomó el cosmético y se trazó una línea discreta en el dorso de la mano. No se veía mal, pero tampoco bien, y seguramente puso una mueca poco convencida porque Remus le pidió de vuelta el lápiz labial.

—Mira, para que veas que en los labios no queda mal —dijo Remus, llevándose el lápiz a los labios y pasándoselo un par de veces. Se miró al espejo y sonrió, girándose hacia el azabache—. ¿Lo ves? Sólo se ven un poco más brillantes, no hay drama.

Y dicho eso, se adelantó para maquillarlo. Sirius no protestó, de hecho, ni siquiera se movió. Estaba bastante ocupado pensando en cómo se veían los labios de Remus con ese brillo, en cómo estaban usando el mismo lápiz labial, en cómo le tenía tan cerca y se miraban a los labios y todo parecía normal, como cosa de todos los días.

Esa no fue la primera ni la última vez que quiso besarlo.

R + S (fluffober 2021) (wolfstar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora