9. Beso en la frente

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Forehead kiss (beso en la frente): Un terrón de azúcar entra en contacto con té recién preparado. Una lluvia suave repiquetea contra el vidrio de una ventana. Una brisa de primavera acaricia los brotes de pasto cubiertos de rocío. Todo eso es un beso en la frente.

***

Existía un momento en específico que vivía sin pagar alquiler en la mente de Sirius. Evocaba dicho recuerdo de vez en cuando y con ello se acordaba de por qué le gustaba tanto Remus.

Hubo un día en clases, a mediados del primer año de preparatoria, en el que los profesores decidieron realizar una jornada de tests vocacionales, esperando de esta manera que los estudiantes pudieran enfocar sus habilidades y talentos en una dirección más concreta, sobre todo entonces que tanto el mundo laboral como el salto a la universidad estaban más cerca.

Sirius habría estado libre de problemas si el asunto hubiese consistido únicamente en recibir la retroalimentación del test, incluso podría haber tenido entrevistas con los orientadores sin mayor lío, pero tuvieron que mostrarle los resultados a sus padres en la reunión mensual.

—De haberlo sabido —se quejaba el azabache—, habría falseado las respuestas con tal de que me dejaran tranquilo.

—Déjalo —le consolaba James, palmeando su espalda con suavidad—, está claro que no saben lo que es la vocación.

Esa misma tarde, Sirius dijo que se iría del Colegio en un rato más, que se adelantaran mientras tanto, que quería estar solo. Subió hasta el último piso y se sentó en el suelo del pasillo mientras observaba una que otra persona caminando a través del patio principal. Llegaron las cuatro de la tarde, luego las cinco, y el sol comenzaba a ocultarse entre nubes invernales que dejaban pequeños parches de cielo limpio.

A Sirius le encantaba la lluvia, pero ese día no estaba lloviendo.

Ese día no estaba pasando nada de lo que quería.

Estaba listo para ponerse en pie y abandonar el lugar rumbo a casa cuando, de pronto, sintió pasos subiendo por la escalera, acercándose con calma hacia su dirección.

—Así que todavía no te vas.

Era Remus.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Sirius.

—Estaba entregando tutoría, hoy es miércoles.

—Cierto. Miércoles.

El castaño se balanceó en su lugar y preguntó después de un par de segundos—: ¿Puedo sentarme contigo?

Sirius asintió con la cabeza y palmeó el suelo a su lado para que su amigo se sentara. Hasta el día de hoy no lograba recordar con exactitud la cantidad de tiempo que estuvieron guardando silencio, sentados el uno junto al otro. Recuerda que llegó a ser lo suficientemente tarde para alcanzar a ver la puesta de sol detrás de las nubes espesas, lo suficientemente tarde para que llamara la madre de Remus y viniera a buscarles en su automóvil, pero antes de eso, oh, antes de eso...

—¿Cómo supiste que estaba aquí?

—Intuición, quizás —respondió Remus, encogiéndose de hombros—. No lo sé, simplemente te imaginé viniendo a este lugar. Es un buen sitio para pensar con tranquilidad.

Sirius no supo muy bien cómo responder a esa frase, así que prefirió no decir nada. Al rato, Remus volvió a hablar—: ¿Te sientes mejor?

Black suspiró—: Mejor que antes, pero...

—¿Tampoco particularmente bien?

—Tú lo has dicho —hizo una mueca y recargó el mentón sobre una de las palmas de sus manos—. Mis padres pueden no ser lo peor del mundo, pero tampoco me esperaba que reaccionaran tan mal, como si querer estudiar algo relacionado con la música fuese el fin del mundo. Ellos son los responsables de que ahora me guste todo eso, no deberían tener derecho a quejas.

Y así era. A los seis años comenzaron las clases de piano para un muy joven Sirius Black, todo con el propósito de mantener cierto grado de etiqueta aristocrática en la familia. Lo que sus padres no esperaban es que ese mismo Sirius al crecer se interesaría también por guitarras eléctricas y baterías enérgicas. Los dedos de sus manos estaban acostumbrados a recorrer cada tecla con dedicación, pero el mismo amor que alguna vez sintió por compases de música clásica se había extendido a casi cualquier género musical, queriendo aprender cada vez más, y deseando extender esa forma de arte al mundo.

—Si tomas una decisión, cualquiera que esta sea, debes tener siempre en cuenta que los beneficios son para ti, y las pérdidas también —dijo Remus, recostando la cabeza en su hombro—. Es tu vida, Sirius, vívela por ti.

Sirius inclinó su cabeza sobre la de Remus, y de alguna manera todo se sentía distinto.

—Es fácil decirlo —comentó Sirius.

—Te acompañaremos —respondió—. James, Peter y yo.

Sin saber qué decir, pero agradecido por haber escuchado lo que necesitaba escuchar, inclinó su cabeza hacia adelante en un vago intento de ocultar su rostro, sobre todo cuando una que otra lágrima amenazaba con salir a la luz.

Remus sabía tanto como todos el hecho de que Sirius adoraba demostrar su afecto a través del contacto físico, sean estos gestos cariñosos, apretones de mano o rápidas caricias despreocupadas.

Cuando Peter estaba desanimado por una mala calificación, Sirius se acercaba a él y le frotaba los hombros mientras le decía que ya habría una próxima vez. Amaba despeinar el cabello de James cada vez que lograban un nuevo objetivo, una apuesta ganada, una broma perfectamente ejecutada o cualquier otro reto, y no era secreto para nadie que Sirius se sentía más cómodo al caminar si es que al hacerlo mantenía un brazo rodeando los hombros de Remus Lupin.

Sirius era cercano con las personas que apreciaba, era un ser de entrega.

Remus se inclinó hacia adelante, envolvió a Sirius con uno de sus brazos y le dio un pequeño beso en la frente.

—Estarás bien —le susurró como una promesa, sonriendo tenuemente como si supiera del futuro—. Ahora vamos a casa.

Podía no estar lloviendo, pero Sirius sentía ese mismo calorcito en el pecho que se producía durante esos días.

—Vamos.

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⏰ Última actualización: Jul 30, 2022 ⏰

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