II

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En el segundo día de clases Hana se instaló en la biblioteca de Rakuzan para adelantar algunas tareas y así poder holgazanear a gusto en la desolada azotea del instituto.Mientras que la mayoría de estudiantes ya establecieron su círculo social, a ella no le había hablado nadie; se deprimía de tan solo pensar en ello.
-Supongo...Que la mayoría no me ve útil, después de todo.-murmuró para sí misma antes de soltar una sonrisa amarga y continuar con los deberes.

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Ya había pasado una semana, y nada.A penas había hecho una amiga y solamente fue a través de apuntes, tenía que ser una estúpida broma, o, tal vez solo...Necesitaba cuidar un poco más su aspecto, a fin de cuentas se encontraba rodeada de gente importante y sofisticada.
Se levantó con pereza de su cómoda cama un sábado a las 6 de la mañana para probarse el uniforme que había utilizado toda la semana; no se veía mal, sin embargo la falda la usaba un dedo bajo la rodilla y la camisa por fuera tampoco le sentaba muy bien, cogió su móvil para ver la foto de perfil de Kurumi, la amiga que había hecho tras prestar apuntes y se fijó en cómo iba vestida.
-...Espero que no se me vea hasta el alma.-jadeó al ver la falda tan corta, sin embargo, la mayor preocupación fue ver el ligero maquillaje que resaltaba los rasgos de su rubia amiga.Hana se pasó todo el fin de semana viendo tutoriales de maquillaje y consejos de vestimenta.

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El lunes empezó de una manera diferente para la pelinegra: su alarma sonó dos horas antes que de costumbre, ese día ella en verdad se esforzaría en mejorar su aspecto; empezó con una ducha caliente y una limpieza facial -con algunos productos que compró el fin de semana- luego vino lo complicado, el maquillaje.
Una ligera capa de base y corrector escondieron sus profundas ojeras, el rubor e iluminador le quitaron el rostro de zombie, el ligero delineado y la máscara de pestañas le resaltaron su mirada oscura y el labial le daba un toque coqueto.Utilizó un poco de fijador ya que estaría bastante tiempo con el maquillaje puesto, una vez terminado su rostro se puso el uniforme con la camisa perfectamente planchada y dentro de la falda que ahora le quedaba dos manos sobre la rodilla -de paso, aprendió a coser ese fin de semana- la corbata correctamente anudada le dejaba hasta elegante.Su pelo largo fue planchado con una paciencia infinita y sus zapatos una noche antes fueron lustrados y betunados para que esa mañana estuviesen relucientes.
A penas empezaba el día y ya se encontraba agotada...Pero al llegar al instituto, todas las miradas se centraron en su persona y en la tarde de ese largo lunes, su casillero estaba por colapsar de tantas cartas y regalos que ella no sabía de dónde seguían saliendo; valió totalmente la pena el haberse desvelado todo el fin de semana.

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