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Kuroi Hana se miró por milésima vez en el espejo antes de salir del baño: era el primer día de clases en su nuevo y prestigioso instituto: Rakuzan.Para no ver más a Seijuro ella se había mudado hasta de ciudad, de alguna forma esperaba no volver a encontrárselo en mucho tiempo, o eso fue lo que pensaba mientras caminaba lentamente en dirección a la azotea, sus lentos pasos resonaban en el pasillo: ella adoraba saltarse las clases con Daiki, tomaría su mala costumbre descansando un poco en la amplia terraza.Al final de cuentas no se sentía para nada cómoda entre tanta gente...¿Reluciente? La mayoría de sus compañeros tenían el pelo brillante, suave, llamativo.Mientras ella era absolutamente común: piel blanca, cabello y ojos negros y una estatura de un metro cincuenta y dos.A parte de eso, no cumplía para nada con los estándares de belleza: era muy baja, y aparte de ello, era esbelta.Sus piernas no eran largas, mucho menos torneadas.
Y así, mientras ella iba criticándose a sí misma, no se daba cuenta que iba robando miradas masculinas silenciosas.Entre una de ellas, una muy exótica: de oro y ámbar.

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