IV

122 6 2
                                    

Hana aún no asimilaba lo que pasó hace exactamente una semana atrás, tampoco podía explicar concretamente el porqué Reo Mebuchi tenía la mano sobre sus hombros todos los días de clases.¿En qué momento se hicieron amigos, siendo que él había sido un...¿Pervertido? ¿Acosador? No lo sabía, todo había transcurrido tan rápido...
-Hana-chan, ¿quieres venir a una fiesta?-Kotaro preguntó con una sonrisa gatuna, desde la primera vez que "charló" con Reo, él la presentó ante todo el equipo de baloncesto como "Su querida y protegida Kuroi Hana", no fue tan difícil empatizar con los integrantes, sin embargo ya pasaron varios días y aún no conocía al capitán, tal vez si fuese a esa fiesta podría presentarse y conocerlo, por mera curiosidad decidió aceptar, ¿qué podría salir mal?
-Por supuesto, ¿dónde sería?
-Es en la casa de un conocido nuestro, te mando la ubicación por mensaje.Te esperamos a las nueve, ¿está bien?
-Claro, nos vemos allí.-Asintió emocionada, el timbre que avisaba el fin de las clases sonó y cada uno fue por su lado, ella no lo pensó dos veces y fue a paso rápido a su departamento, con suerte podría comprar algo bonito 

-

-

-

-

Hana se arrepintió del atuendo que había escogido: hacía un frío de los mil demonios que calaba sus huesos y la falda corta no brindaba ningún tipo de calor a sus piernas: la blusa escotada no cubría mucho y las sandalias con un poco de tacón tampoco le daban comodidad a sus pies helados.Sin embargo, dentro de aquella casa el ambiente era mucho más caluroso, las personas con vasos llenos de alcohol bailando al ritmo de la música que retumbaba en sus tímpanos y no la dejaba hablar sin gritar mejoraban el ambiente.Por ir improvisadamente de compras terminó llegando dos horas tarde y no podía ver a los amigos por su estatura, de igual forma todos los chicos que la veían la sacaban a bailar y ella no sabía decir que no, tampoco podía decir que no a los vasos que le servían ya que todos la rodeaban gritando "fondo" repetidas veces hasta que ella tome hasta el último sorbo, no había pasado siquiera una hora de que había llegado y se encontraba mareada y con la vista nublada: a tropezones buscó un baño en el segundo piso, entró a la primera puerta que vio y se apoyó a una pared como pudo mientras respiraba entrecortadamente, ni siquiera pudo darse cuenta de que no se encontraba sola en aquella habitación que se encontraba a oscuras.Con torpeza se quitó los zapatos y se tiró a aquella mullida cama.

-

-

-

-

Akashi hacía días que se encontraba molesto, más que nada desde que aquél durazno cayó repentinamente sobre su cabeza.No estaba seguro de cómo terminó accediendo a ir a esa estúpida fiesta, ni siquiera podía hablar por el volumen alto de la música y todo su equipo lo abandonó por ir a buscar a una "amiga" que estaban esperando.Por "ayudar" a buscar a esa mujer que nunca apareció, una chica ebria terminó empapándole la camisa de vino barato y dulce: con enojo subió a la siguiente planta y entró al primer cuarto vacío que encontró para quitarse la prenda cara que quedó pegajosa.Creyó que por fin tendría un momento de paz: claramente se equivocó, no pasó mucho tiempo para que la puerta se abriese y entrase una silueta femenina con pasos descoordinados, la mujer no se dio cuenta de su presencia y se tiró en la cama sin ninguna pizca de pudor.

Por mero reflejo, Seijuro se apresuró a poner seguro a la puerta, era consciente de que nadie podía verlo a él sin camisa en la misma habitación con una joven tirada en la cama, carraspeó su garganta con disgusto.

-Disculpa. ¿podría saber qué se supone que estás haciendo aquí?-Observó como la muchacha se sobresaltó al oír su voz y rápidamente tomó impulso para sentarse en aquella cama.

-L-lo siento, no me encuentro muy bien.-Esa no era la forma de hablar de alguna alcohólica, aunque se encontrase a una distancia considerable él podía escuchar la respiración agitada.-E-estoy viendo muy borroso. pero no tomé tanto.-El mejor estratega del país no tardó en atar cabos al ver la vestimenta con la luz de la luna, ella tenía un muy buen cuerpo, no dudaba en que algún idiota la había drogado.Se acercó con algo de preocupación.

-¿Te encuentras bien?

-No lo sé.-La voz tan fina terminó siendo un susurro ronco que erizó todos los vellos de Akashi que con cuidado seguía acercándose: por lo general, las personas drogadas tenían los ojos rojos o las pupilas dilatadas y él quería corroborar su teoría.Cuando estuvo a centímetros de ella, se percató de aquellos ojos negros totalmente dilatados: quedó sin aliento al contemplar aquella tez blanca y esa caballera azabache que le quitaban el sueño.

-...¿Hanna?

-...-Ella no respondió, jadeaba sonrojada y claramente no se encontraba en sus cinco sentidos, por lo que terminó cayendo rendida sobre él, la mullida cama lo salvó de cualquier golpe.

-Tks, ¿porqué no puedes parar de atormentarme?-Gruñó él, ella no le respondió y siguió respirando entrecortadamente.

-T-tengo calor.-Se quejó, mientras sin cuidado se quitaba aquella blusa, Akashi por reflejo se cubrió los ojos, él era un caballero y ella la mujer que tanto quiso y se encontraba drogada.

-Maldita sea. ¿no puedes tolerar el calor?

-H-hace demasiado calor.-El ruido de un cierre bajándose alertó al capitán del Rakuzan, que maldecía todo mientras pensaba en cómo librarse de esa situación: no podía dejarla sola en esa condición.-No sé quién eres, pero ¿puedes besarme? Nunca besé a nadie y c-creo que no volverás a verme.-Un peso extra subió encima del pelirojo y él la miró con incredibilidad...No debió hacer eso; ella se encontraba desnuda sobre él.

-H-Hanna, ¿qué diablos estás haciendo?-Él volvió a cerrar sus ojos, seguía tratando de resistir la tentación, pero el aliento de Kuroi se encontraba tan cerca suyo, ella estaba servida en bandeja de oro como él tantas veces había soñado...¿Cuándo volvería a tener una oportinidad así? Ser el primer hombre que bese su amor imposible, poder tenerla desnuda encima de él...

-...A fin de cuentas, no recordarás esto...Esperemos que no lo hagas.-Susurró para luego besarla lleno de pasión mientras sus manos recorrían cada rincón del voluptuoso cuerpo de la pelinegra que gemía sobre los labios del emperador.

•V i c i o s o•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora