VI. Familia (Especial de Navidad)

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[Aviso de contenido adulto]

La puerta de un hogareño departamento se abrió, mostrando a la intrépida Giulia Marcovaldo llegar a casa de su exigente trabajo en Génova.

Hace tres meses que se mudó en aquel apartamento con su pareja, y de vez en cuando hay altibajos por la falta de empleo, pero ella no piensa rendirse aún, y menos ese día, que por contratiempos, no pasaría Navidad en Portorosso, pero sí con su conviviente.

Ser la vigilante en la entrada del museo de artes no le disgustaba, pero quería aspirar a más, quería dejar sus pinturas echas a mano en esas paredes, porque cada trazo en esos lienzos que realizó fueron inspirados en su esposo, Luca Paguro.

– ¡Amore, ya llegué! –no recibió respuesta, por lo que suspiró poco más desanimada, cerrando la puerta y desprendiéndose de su chaqueta de guardia de seguridad para terminar dejándola sobre el sofá.

"Tal vez un baño me haga bien". Pensó mientras se quitaba la camisa, quedándose con un sujetador rojo y sus pantalones azules de trabajo.

Vió la hora del reloj al lado del televisor. Día 24 de Diciembre, 11:30 p.m.

Presionó los labios con ligera nostalgia y se adentró a los servicios, y tal fue su sorpresa al encontrar a su esposo desnudo dentro de la bañera llena de agua. Su forma marina se había manifestado y una cálida sensación entrañable invadió a la fémina.

– ¿Estás bien, Luca? –preguntó con preocupación y una ligera sensación de ardor en sus mejillas.

Mientras, la mirada rojiza del muchacho se desvió por un momento.

– Sí, yo... –exhaló pesadamente–. Extraño Portorosso.

La mujer hizo una mueca entristecida. Ella también extrañaba su otro hogar, a su papá y a sus amigos.

– Cuando salga de vacaciones en mi trabajo, te prometo que volveremos de visita. En serio lamento que no podamos ir hoy.

– Descuida, sé que intentas encontrar tiempo... –se abraza las rodillas ocultando su rostro entre ellas–. Yo ni siquiera puedo trabajar. La última vez que lo intenté, los empleados se burlaban de mí y casi me echan agua encima, ¿así de crueles se vuelven los adultos?

– Algunos son así... –frunce con impotencia el ceño–. Hasta mi trabajo se volvió más exigente conmigo por ser mujer, pero en serio te prometo que iremos a Portorosso, tal vez esta navidad no, pero la próxima estoy segura que sí.

– Eso quiero creer.

La pelirroja se bajó el cierre del pantalón para lograr quitárselo, quedando en ropa interior, llamando así la atención de su amado, quien la miraba de soslayo con las mejillas arreboladas.

– También quería hablarte de algo, Luca. –colocó su pantalón a un costado del lavado y levantó la mirada hacia el pelimarrón–. Yo, ehm... –ladeó la cabeza con el rostro sonrojándose poco a poco–. Se trata de... Qui-quiero decir, me gustaría... Tener... ⟨Una familia contigo⟩.

Susurró al final con vergüenza, y milagrosamente su tono de voz fue oída por su novio.

– ¿Pero nosotros no somos una familia? –preguntó ingenuamente el de escamas verdosas.

– S-Sí... A lo que me refiero es que tú... Y yo... Y-Ya sabes, que tengamos... –hizo los labios trompita mientras jugaba con los dedos índices de sus manos.

– ¿Una mascota? –dejó de abrazar sus piernas para ver a su adorable esposa, cruzando los brazos encima del borde de la bañera para apoyar el mentón sobre éstos y mirarla.

Indumenti; Luca x Giulia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora