C A T O R C E

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Perra loca por la noche.


Había pasado solo un día desde el desayuno con Narek, al día siguiente no desayunamos juntos porque tuvo que salir del hotel, al parecer era reportero de alguna televisiva y estaba buscando una historia para un ascenso jugoso. Y está bien, el puesto debería de estar libre, no es que se lo vaya a quitar a alguien, ni muchos menos que mande a alguien a la cárcel o algo así. Narek me había parecido una persona correcta y con ética sólida.

Estaba tumbada en la cama cual recién mujer en parto. ¿Apoco no es cómodo estar así? Que flojera cuando a las niñas como yo, sino es que, a todas, nos decían que cerráramos las piernas porque así no se sientan las niñas. En fín: 

El teléfono del trabajo sonó en una notificación.

Alexander; Necesito que estas abajo en 5min.

A lo que respondí con un corto; voy.

A lo que el simio respondió;

Alexander; A la de ya.

Dejé mi pose cómoda, me paré con flojera y sin ganas de existir.
Lista con mi falda incomoda de trabajo, la camisa blanca abotonada, y los zapatos fueron unos mocasines negros. Quedando como payasa salí sin ganas. A fingir entusiasmo como el primer día. Porque si no finjo no soy yo.

Salí del cuarto, la alfombra del pasillo amortiguaba el sonido y mi peso en ella.
Creí que en realidad me hacía falta bajar mi peso, era mucha grasa a mi parecer...

Con la correa del bolso colgando de mis hombros, la libretilla en mis manos, y la pluma escondida en alguna parte mi chongo. Ya casi todo el personal del viaje estaba abajo. Creo que faltaba Alexander, y algunos otros pocos.

1, 2, 3 minutos y me comencé a cansar con los zapatos, eran algo apretados...
Iba a volver a subir por unos tenis cómodos de repuesto. La idea se disipó cuando voltee a ver algo que aparentemente se había caído y roto. Y no estaba equivocada, y tampoco quería tener razón de lo que había pasado.
Nada más y nada menos que Alexander disculpándose por haber roto un florero con apariencia costosa. Sabía lo que hacía, quería llamar la atención, y lo estaba logrando... ¿o solo era mi subconsciente queriendo ser tomada en cuenta?

Todos voltearon a verlo porque el sonido venia de él. Y eso es lo que él quería. Que todos lo vieran, incluyéndome. Él no tiraba nada, era cuidadoso a cada paso. Cuidadoso como un gato en esos videos donde les ponen muchas cositas y ellos tienen que pasar sin tirar nada... porque son gatos y así son los gatos.
Pero este gato no era cualquier silvestre, era uno de esos ... que son mucho más grandes y peludos, y sobre todo con aspecto más dominante.

Cuando Alexander terminó de disculparse por la tardanza, enfocó su mirada en mí. No supe descifrarla, se me hacía conocida y a la vez desconocida. Era una mirada como de incognito, como si me preguntara algo... Alexander subió la barbilla con superioridad. Sí, ya sabía lo que significaba. Era algo como; ¿ves? Puedo hacer que todo el mundo me note.
Y para la cereza podrida de ese amargo pastel, me guiñó uno de sus ojos con un brillito de; soy mejor que tú y sé cómo hacerte molestar.

Lo gracioso era que tenía razón.

Le dirigí una mirada con ojos entrecerrados y mis cejas casi unidas con mi gesto de desaprobación. Aunque a él le valía madre mi aprobación.

El chistecito le duró todo el día. Habíamos salido todos tan arreglados porque nos iban a presentar el nuevo edificio de ensamblaje, ya que no solo se firmaría con los asiáticos esos. Sino que, además se contrataría personal para el nuevo edificio. Así que nosotros éramos la tarjeta de presentación. O al menos para quienes estén interesados en trabajar en otro país.

TENTACIONESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora