D O S

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RESURECCIÓN


—¿Realmente eres tú?— caminó hacia mí, y yo estaba clavada en el piso, recién entradita a la oficina y ya quería salir —Amelia...

Escuche mi nombre como un susurro que quería gritar.

Traté de concentrarme en el lugar en el que estaba, en el lugar en el que yo ocupaba frente a él, su empresa.

— Sí, bueno. Alexand...

—Dime Ax, por favor— pidió mientras parecía volver en sí y regresaba a su escritorio donde tomó asiento y me invitó a hacer lo mismo con una distancia tamaño escritorio, frente a él, viéndonos cara a cara después de años.

Entendí que estaba en su oficina, en su poder...

Me sentí diminuta. Está no era mi primer trabajo, ni mucho menos mi primera entrevista.

La gente puede hacer las mismas cosas durante años y sentir lo mismo, en mi caso ésta entrevista... Ni siquiera me puse nerviosa la primera vez que fui al ginecólogo, pero estando ahí, con alguien que había sido alguien muy importante para mi cambiaba mucho las cosas.

—Ax... Alexander, estoy aquí para hablar con el jefe de este lugar, la recepcionista me ha traído y...

—Amelia, el jefe está frente a ti.

A decir verdad, ya me lo esperaba, la recepcionista puede ser de pocos amigos, pero no tenía ni un pelo de tonta como para equivocarse de oficina. A demás, es la única oficina que abarca un solo piso.

Sin decir otra palabra, le entregué mis papeles en un folder color azul.

—Amelia...— sonó como otro susurro —apuesto que toda ésta información ya la sé. Antiguos trabajos, escuelas, universidades, edad, nombre... todo. Dime algo que no sepa— pareció meditar— y esta vez dime Ax, por favor.

Y tenía razón, quien ahora tenía frente a mi había sido mi novio desde segundo grado de secundaria, toda la preparatoria y mitad de la universidad. Yo no había cambiado en mis gustos, ni mi vivienda, ni en nada. Solo había tenido algunos pocos trabajos en mi vida, y cada uno los conoció el hombre que estaba delante mío. No había nada nuevo.

—Alexander, creo que no hay nada nuevo— me acomodé en la silla como gusano, pero tratando de no ser tan obvia. Estaba picándome la entrepierna por el sudor.

—Difícil entonces, ¿eh?— suspiró y quitó unas cosas de su escritorio que metió a algún cajón —Amelia Bruise, joven de veintiséis años, busca trabajo de recepcionista en ésta empresa, con trabajos viejos de bibliotecaria, mesera y buena amiga de un contador, de quien aprendió cosas básicas. Licenciada en diseño industrial, de la universidad UNID. Con mejor título... por debajo del mío...— sonrió con egocentrismo. Ahí estaba, Alexander Amber, el chico con perfecta sonrisa y lunas en el rostro, ex novio y ex futuro esposo. ¿Realmente hay una palabra para eso?

Pero no me hizo gracia su intento de chiste y dejó de sonreír.

—¿Te has vuelto más difícil, Amelia?

La pregunta quedó en el aire. Hice un gesto de incomodidad y me removí en mi asiento una vez más.

—Ésta es una Amelia diferente a la de hace años, ¿qué te paso?

Les juro que hasta la pregunta me ofendió.

¿Que qué me pasó? ¿¡Que qué me pasó!? Tranquilízate, Amelia, yo puedo, yo puedo. La verdad es que no pude. A pesar de los años pasados, yo era una persona que nunca olvidaba algo importante, algo malo o bueno, algo que te marca, nunca, nunca lo iba a olvidar.

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