T R E S E

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Se nota que puede hacer todo lo que ella quiera.



Todo el mundo iba a estar ocupado en la junta, mi diseño, o al menos los retoques, habían gustado, y eso era un super plus. Esperaba que a partir de ese momento todo mejorara.

Despúes de comer bastante en el hotel y de aburrirme en tratar de ver la tv en ingles, o en le otro idioma extraño, mejor salí a dar unas vueltas y conocer el hotel, ya que había tiendas dentro de él, había una alberca que me llamaba a ir y sumergirme un rato, estaba el restaurante, estaba el bar, había un casino, gimnasio, y había un teatro donde presentaban shows diarios.

—Señorita —escuché a lo lejos—, señorita.

Voltee detrás mío. Había un chico de cabellos negros, unos labios delgados, rosto marcado, y con vello en ella, unos ojos color azul bastante destacables y atractivos.
Con mi propio dedo me señalé, él asintió y sonrió. Oh, diosito. Me derretí y sonreí de vuelta como una tonta.
Llegué hasta donde él, y más de cerca me pareció hasta verle un destelló de luz a sus espaldas. Tanta belleza literalmente me había deslumbrado.

—Señorita, me han pedido que la buscara y llevara al restaurante.

—¿Quién te lo pidió? —fue ahí cuando me sonrió de una manera que nunca antes me lo habían hecho, o nunca antes lo había notado— ¿Qué pasa? —sonreí de vuelta, por nervios, por tonta, por quien sabe qué.

—Bueno... Pues te lo pido yo.

Junté mis cejas en un gesto, e hice una mueca, pero su rostro tan tranquilo me reflejó confianza. Sonreí al final, y lo invité a tomar mi brazo para caminar.

¿Desde cuándo yo hacía eso? Pues desde ese día. Muy a pesar de lo que había pasado con Kevin.

Él alzó sus cejas —Estoy asombrado por completo, pensé que ni siquiera me entenderías. Es decir, bueno... Creo que estamos fuera de nuestro país...

—Oye, ¡tienes razón! —Él soltó una risa limpia y me dirigió al restaurante, tomamos asiento en una de las mesas.

El restaurante era bastante lujoso, más de lo que me gustaría, pero había para donde mirar; cuadros llamativos, fuentes de chocolate, esculturas de hielo, meseros por aquí y por allá. Se me hizo agua la boca cuando vi los pequeños pastelitos cubiertos de azúcar.

—Oye y... —el chico bajó la cabeza viendo hacia el menú, lo agitó haciendo que el cabello se le despeinara un poco, los mechones cayeron dejándome ver uno de ellos de un color violeta— que risa, discúlpame de verdad. Soy Narek Sarkissian.

Cuando volteó a verme, no pude evitar sentirme de una manera extraña, porque él era la segunda persona en mi vida que me miraba con interés, con algo más que burla o lastima. Y quería no equivocarme, pero veía una admiración en él.

—Yo... yo soy Amelia— le extendí la mano para saludarlo, pero él la tomo y dejó un beso en ella.

Aayyyyy. Llévame ya.

—Y dime, Amelia. ¿De dónde vienes?

Su sonrisa tierna me daba una tranquilidad que solo en soledad podía tener. Me sentía satisfecha con su compañía.

—Vengo por el trabajo, es un viaje donde solo soy quien organiza las juntas, anota cosas importantes, esta de aquí para allá detrás del... detrás del jefe y todo eso.

—Ya veo, y... —una despampanante mesera llegó a tomarnos la orden, quien sabe y vio lo atractivo de Narek y decidió acercarse.

Narek levantó el menú y pidió algo con un nombre que ni siquiera pude pronunciar en mi mente. Por mi parte pedí algún desayuno típico del lugar.
Bajé la mirada al menú. Sabía que la mesera iba a darle unas miradas a Narek, así que preferí hacerme la tonta y darles un espacio.

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