Cine time (II).

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BRUNO.

Estábamos sentados en la sala del cine de derecha a izquierda en el siguiente orden: Taylor, Ari, Victoria, Carlota, Selena, yo y Yaiza.

Quedaban 10 minutos todavía para que empezara la peli. Siempre nos gusta llegar pronto para organizar nuestras cosas y escoger sitios. Yaiza, como habíamos quedado antes, se sentó a mi lado para compartir las palomitas. El primero en atacar la caja de palomitas fui yo. La verdad es que las palomitas y yo tenemos un amor imposible que nunca podrá realizarse.

- ¿Sabes qué? Me casaría con una palomita - entresalieron las palabras de mi boca que estaba llena de estas.

- Tío, eres un gordo. Deja algo para la peli, ¿no?

- ¡No puedo evitarlo! Es superior a mí. Me llaman las palomitas y me dicen: "cómenos".

- Ah, ¿pero que también hablas con las palomitas? - preguntó irónicamente.

- Pues si me voy a casar con una tendré que entenderlas, digo yo.

- Y si me vistiera de palomita, ¿te casarías conmigo? - me insinuó Yaiza

- Sin duda alguna.

Después de unas cuantas más aclaraciones sobre palomitas y demás tonterías decidí chinchar un poco a Yaiza.

- Sabes que vas a llorar con la peli, ¿no?

- ¿Qué dices? ¡El que va a llorar eres tú! - me replicó.

- Más quisieras. ¿Hacemos una apuesta? Quién llore antes de los dos, le debe algo al otro.

- ¿Como qué? - insinuó.

- Un beso.

- No, no, me niego.

- Así que estás dando por hecho que yo voy a ganar, ¿no? Eso es lo que quieres decir.

- ¿Ganar tú? ¡Qué dices! Te gano hasta dormida.

- Pues a ver si es verdad eso que dices.

Había empezado la peli. Estábamos sentados entre niñas que parecía que se les iban a salir los sesos de tanto sonarse los mocos, que se les iban a secar los ojos de tantas lágrimas que echaban. Luego estábamos Yaiza y yo que parecíamos unos intrusos en la sala. Estaba deseando que terminara tanta ñoñería y volviéramos a la realidad; creía que la película no iba a terminar nunca.

Cuando aparacen los créditos de la película, salgo corriendo hacia la puerta de la sala. Necesitaba salir de ese lugar de plañideras.

Esperé a que salieran de la sala todas las chicas de la sala. Algunas con los ojos rojos todavía de haber estado llorando.

- ¿Qué pasa, os habéis fumado unos porrillos y no me habéis avisado o qué? - dije intentando relajar el ambiente con una de mis bromas sin gracia. Todas me dirigieron una mirada de odio que casi me fulminan al instante. - ¿Y si vamos al MacDonald's? Me muero de hambre - sugerí después. Asintieron casi al unísono y nos dirigimos a la planta de arriba del centro comercial.

Llegamos al MacDonald's donde buscamos un sitio donde cupieramos todos. Al lado había unos chicos que no paraban de mirar. De repente uno de ellos se levanta y se acerca hacia nuestra mesa.

- Ey, guapa. Te vienes a mi casa, tengo moto - le dijo dirigiéndose a Yaiza. Al oírle me levanté y le aparté de un empujón. Era el típico chulito que por tener un poco más de dinero que tú se cree superior.

- ¿Qué estás diciendo, pringado? - le contesté.

- No estoy hablando contigo, gilipollas - me devolvió el empujón.

- Para hablar con ella, primero tienes que hablar conmigo.

Un puñetazo voló por encima del pijo creído, justo cuando iba a impactar un amigo suyo se lo llevó. Yaiza me agarró de la cadera y me separó de él. Decidieron irse y dejarnos tranquilos.

Terminamos de cenar y salimos a la calle a tomar aire fresco. Yaiza me alejó un poco del grupo.

- Gracias por alejar a ese tipo de mí.

- No tienes que agradecerme nada. Para eso estoy.

- No, no todo el mundo hace lo que acabas de hacer tú.

- Pues vaya gilipollas el que no te defienda. Por cierto creo que he ganado una apuesta, ¿no?

- ¿Qué apuesta? No te comprendo - intentó disimular Yaiza.

- No te hagas la tonta, sabes a lo que me refiero totalmente.

- Vale, puede que esta vez te la deje pasar, pero no habrá próxima vez así no te acostumbres.

Me preparé para recibir ese beso que tanto ansiaba. Cada vez se acercaba más a mí así que decidí cerrar los ojos. Cuando de repente se desvía en su trayectoria y se dirige a besar mi mejilla.

- No has especificado lugar así que te aguantas.

Eso me pasa por tonto. El resto nos reclamaba y decidimos volver con ellas. Pero entonces, Carlota me cogió del brazo, me alejó del grupo y me susurró al oído:

- Ya sé qué quiero de ti.

************NOTA DEL AUTOR**********

PERDÓN POR EL RETRASO DEL CAPÍTULO, HE ESTADO LIADO ESTA SEMANA Y NO HE PODIDO ESCRIBIR ANTES. PARA COMPENSARLO HE ESCRITO ESTE CAPÍTULO UN POCO MÁS LARGO DE LO HABITUAL, ESPERO QUE OS GUSTE Y GRACIAS POR EL APOYO A ESTE LIBRO YA QUEDA POCO PARA LOS 1,5 K. GRACIAS EN SERIO.

Formas de plantar a un tío e irte de rositas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora