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CAPÍTULO 1: EL GATO AZUL

¡Malditas enfermedades que aquejaban a los humanos!

Desde su lugar, frente al enorme ventanal, observaba el insípido anochecer lluvioso casi con rencor. Las noches lluviosas no eran especialmente sus favoritas; muchísimo menos desde que el último humano que había dejado a cargo de la biblioteca había sido dado de baja debido a una enfermedad, en una noche lluviosa como esa.

—¿Por qué no se rinde? —preguntó luego de un rato. Entonces deslizó sus ojos amarillos sobre aquella pequeña silueta agazapada en la puerta principal de la biblioteca, que se negaba a abandonar su lugar desde que había iniciado la tormenta—. Lleva mucho tiempo ahí, temblando incontrolablemente mientras la tormenta azota la ciudad.

Pero aquel niño parecía ser demasiado obstinado para rendirse, haciendo lo posible para abrazarse a sí mismo en un intento desesperado de conservar el calor de su cuerpo.

Con un suave tintineo, el gato azul abandonó su lugar de un salto y deambuló entre las infinitas filas de estanterías con parsimonia. Solo el ensordecedor estruendo del los truenos hizo que se detuviera, debido al desastre que aquel repentino ruido había provocado; pues, en medio del pasillo, volaban por doquier hojas de papel que había saltado fuera de los libros.

—Ya, ya, vuelvan a sus lugares. —les gruñó.

No obstante, tan alterados estaban los libros de esa sección que se tardó más de un par de intentos antes de que estos regresaran a sus respectivos tomos.

—Por estas cosas odio las tormentas —habló el gato para sí—. Siempre ocurren cosas malas en las historias cuando hay tormentas así.

Antes de que pudiese seguir adelante con su recorrido, un golpe más torpe que un rayo y más parecido al de un ser humano, tuvo lugar en la ventana.

Motivado por la curiosidad echó un vistazo a través del cristal, solo para encontrar que el aguacero caía con tanta fuerza que se le dificultaba distinguir algo más que la mancha que cubría gran parte de la vista. No tuvo tiempo de preguntarse lo que era, pues la mancha se movió tan repentinamente que el gato azul se sobresaltó al reconocer a aquel niño humano, ahora apretujado en el pequeño espacio que había bajo el tejado del edificio.

—De todas las cosas... —murmuró entredientes, una vez que el pelaje erizado de su cola regresó a la normalidad.

Había una sola cosa que seguía intrigado al gato azul, y era, ¿por qué el niño humano no pedía ayuda? En todo el tiempo trascurrido desde que inició la tormenta nunca había intentado llamar a la puerta de la biblioteca, ni siquiera cuando vio las luces del interior encendidas. Incluso aunque el gato azul lo había visto en varias ocasiones durante su ronda nocturna.

—Es un humano muy extraño.

Porque pese a su desesperada situación, había una contradicción entre su obstinada actitud y su persistente deseo de sobrevivir.

Con una mirada al desorden que reinaba en los pasillos, el gato se estiró con pereza.

"Bah —pensó— Dejaré la puerta abierta solo un por un rato, si no entra entonces solamente lo dejaré y me haré cargo de este desastre yo solo"

De modo que el niño humano decidió entrar.

El interior de la biblioteca mantenía un velo azulado debido a la noche que se asomaba por los ventanales, y solo los bombillos ofrecían calidez con su luz dorada situada junto a la pared. El piso era liso y frío bajo sus pies descalzos y no emitía ni un sonido al caminar, lo único que podía escuchar era el sonido de su respiración y el ocasional castañeo de sus dientes; aun así, no había señales de ninguna persona en el interior de la biblioteca, muchísimo menos de quién le hubiese abierto la puerta, apesar de lo sucio y harapiento que sea veía —era demasiado pronto para que él supiera que a los gatos poco les importaba la vestimenta de los humanos.

Gato Azul Donde viven las historias. Descúbrelo ahora