《Recuerdo de infancia》

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Había pasado unos pocos años desde la caída y muerte de Third Reich. Años los cuales se habían convertido en una auténtica tortura para un joven Alemania.

Su crecimiento fue demasiado rápido, sorprendió a muchas personas por eso. Tenía pocos años de existencia, pero tenía la apariencia e intelecto de un adolescente de 15 o 16.

En los años siguientes al término de la Segunda Guerra Mundial, su vida se podía resumir en dos palabras: trabajo y rechazo.

Su trabajo como nación llegó hasta un punto muy estresante, no tenía permitido ver a sus amigos y, para colmo, todas las personas fuera e incluso dentro de su país lo repudiaban bastante.

Tenía mucha presión de por medio para intentar arreglar todo lo que su papá arruinó, sobretodo al recibir la noticia de que su país iba a ser sede de los próximos Juegos Olímpicos de 1972.

En un intento de dejar atrás la mala imagen que se había ganado por su padre, junto a su gobierno decidió hacer más flexibles los controles de ingreso en la sede. Cosa que parecía resultar bien al inicio.

- ¿Alemania?

Escuchó una voz llamándolo, haciendo que volteara a verlo encontrándose con una nación latinoamericana.

- Supongo que tú eri' el cabro de Alemania, ¿verdad? -Decía con una gran sonrisa.

Alemania se extrañó bastante no por su forma de hablar, sino por la manera en la que le hablaba. Tan alegre y con cariño, casi todos los que lo veían no querían ni acercársele.

- S-Sí, soy Alemania... ¡Mucho gusto! -Decía saludándole de la misma forma dejando a la vista su dentadura de tiburón.

Al darse cuenta, se tapó la boca rápidamente, pero sintió como sus manos eran alejadas con una risa de por medio.

- Calma, cabro. Yo también tengo de esos. Mira -Sonreía dejando a la vista unos que otros dientes parecidos al de él.

Ahora que lo miraba de cerca, debía admitir que su bandera le parecía bastante bonita. Al terminar de verla, sonrió con alegría.

Con las fracciones y figuras en ella, sin dudas esa bandera sería el sueño de cualquier matemático.

- ¿Qué hací' mirándome tanto, cabrito? -Decía con una sonrisa.

- ¡P-Perdón! Y-Yo... ¡No quise incomodarlo! ¡Lo siento! -Se mostraba muy nervioso al disculparse.

- ¡Ya po', relaja tu raja! No incomodaste en nada, tranquilo -Decía mientras le daba una palmadas en el hombro.

En un momento, el latino vio como Alemania empezaba a llorar, cosa que lo exaltó mucho.

- O-Oye, ¿por qué lloras? -Decía mientras lo tomaba del rostro.

- ... ¿por qué está hablando conmigo, señor? -Decía bajando un poco la mirada.

- ¿Eh? No entiendo...

- ¡T-Todos me tratan siempre con desprecio! ¿P-Por qué usted me trata de esa forma? ¿No debería... odiarme también? -Decía mientras se abrazaba a sí mismo llorando.

En eso sintió un abrazo también por parte del latino, cosa que lo hizo sacar un gran sonrojo. Era la primera vez en muchos años que recibía un abrazo de alguien.

- Nanai, nanai -Lo acariciaba del cabello intentando calmarlo- Sé como se siente que hablen mal de tí, pero... sé que nada de eso es tu culpa. Yo te veo como buena gente.

No te odio (Alechi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora