¡Bonjour!
¡Buena lectura!
- Dios lo quiera -dijo mientras la besaba suavemente- ahora tenemos que encontrar la forma de esconderme aquí y no levantar sospechas. Debes continuar como si nada hubiera pasado, lo más normal posible. Ellos intentarán intimidarte, me buscarán y en cuanto no me hallen van a darme por muerto, tu debes fingir que estás destrozada.
-No sé si podré...
- Si vas a poder. Si en verdad me amas y quieres que permanezca a tu lado, vas a poder.
María se limitó a asentir con la cabeza, mientras unas lágrimas caían sobre sus mejillas.
Al terminar el desayuno, Esteban volvió a la cama. Cada tanto, María iba hasta su lado a controlar que no tuviera fiebre, volvía a limpiar las heridas y lo miraba descansar mientras pensaba en qué lugar podía ocultarlo.
No tenían sótano o algo parecido, vivían en una casa pequeña y modesta, así que mucho lugar para esconderlo no había.
Por mientras, decidió ocultar la ropa con la que Esteban llegó la noche anterior. Por un instante quiso guardarla, luego optó por quemarlo junto con las hojas que cayeron del árbol que estaba en el patio.
Los días iban pasando y su marido mejoraba rápidamente, ella intentaba disimular su felicidad al tenerlo nuevamente a su lado. Iba a la escuela como siempre, cumplía con cada una de sus obligaciones fingiendo estar triste por la supuesta ausencia de Esteban.
Hasta el momento nadie se acercó a ella para interrogarla o informarle alguna noticia sobre su marido, de igual forma, ya había trazado cuidadosamente un plan. Sí algunos de esos desgraciados se aparecía por la escuela no habrían problemas, el tema estaba en que la acorralen en su casa.
Para ello, María mandó construir a un carpintero una casita para Pongo, su Dogo argentino, que gracias a Dios, ya empezaba a llevarse bien con Esteban.El plan consistía en esconder a su marido en la casita del animal, ahí nadie lo buscaría, al menos eso esperaba.
- ¿De dónde sacaste a Pongo? -preguntó Esteban mientras lo miraba dentro de la casa desde la ventana.
- Lo compré cuando te secuestraron -comentó- luego de la golpiza que me dieron, vinieron a intentar intimidarme varias veces, así que buscando un perro de buen tamaño, fiel y defensor, me topé con él.
- Es bueno saber eso -sonrió mientras María le servía una taza de té- la noche que regresé casi no la libro. Sí te demorabas un poco más en abrirme, me iba a tragar vivo.
- Pues ese era su objetivo, ya que no te conocía.
La noche cayó rápidamente, todo fluía tan agradable para ambos. Aunque Esteban no podía salir a retomar su vida anterior, disfrutaba quedarse en la casa a ayudar con las labores domésticas, ya que no podía salir al patio para que sus vecinos no lo vieran, se paseaba por las pequeñas habitaciones acomodando y limpiando todo lo que podía. También cocinaba, ahí descubrió que tenía vocación para repostero y complacía el paladar de su esposa cada noche luego de la cena, con maravillosos postres que recreaba de un libro que encontró en la estantería.
- ¿Acaso quieres engordarme? -preguntó sirviéndose otra rebanada de pastel de moras- ¡está exquisito! -exclamó lamiéndose los dedos.
Suavemente Esteban extendió su brazo y atrapó una de las manos de María entre las suyas. La miraba fijamente a los ojos, mientras lentamente dirigía los dedos femeninos hacia su boca.
Se dedicó a succionar delicadamente cada uno de sus dedos mientras se complacía con los suspiros y gestos que provocaba en ella.Ambos se iban estremeciendo, advirtiendo lo que venía. Sin contenerse más, fue María quién se inclinó hacia él e inició el beso que inmediatamente fue correspondido. Soñó tantas veces con ese momento, desde que Esteban volvió.
Era verdad que dormían juntos, ya se habían dado besos y hasta compartían largas duchas, pero todo eso lo hacían sin la pasión del deseo carnal. Era más algo sin malicia, una muestra de afecto sincero, comparado con el fuego que se iba avivando en ese instante.
De los besos pasaron a las caricias, de la cocina pasaron a la cama.
Acostados y desnudos iban convirtiéndose poco a poco en un sólo ser.
Esteban fue separando las piernas de María, colocándose en medio, ambos se miraron en busca de aprobación para continuar con el ritual de pasión.
Cerrando los ojos y echando la cabeza hacia atrás, María entregó su cuerpo a la disposición de Esteban, quién no perdió tiempo para adentrarse de una sola embestida.
El vaivén de caderas no se hizo esperar, las respiraciones agitadas eran la melodía que se escuchaba en la habitación, el choque de sus cuerpos y algún que otro gemido eran los arreglos perfectos para la sonata de amor que estaban componiendo.El tiempo se detuvo, ambos dudaron de si aquello era verdad o solo se trataba de una fantasía. Casi no lograban asimilar el placer que parecía consumirlos con fuego abrasador. El clímax llegó de sorpresa en ella, quién gritó con fuerzas el nombre de su amado, mientras él continuó unos minutos más, haciendo explotar aún más.
Totalmente extasiados cayeron uno al lado del otro, sin más fuerzas que para ella recostar su cabeza sobre su pecho y él acunarla entre sus brazos.
Continuará...
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Las alas del cóndor
RomantikBajo las alas del cóndor una pareja de casados vive su amor. Luchando contra el miedo, la injusticia y el silencio, ambos en busca de libertad. Una libertad que costará muchas lágrimas, pero a fin de cuentas llegará. Defenderán su amor en una época...