Eugenio

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Eugenio (21)

Cuando fuimos al matrimonio de un primo que vive en el sur viajamos en avión, ya que era más barato que en bus. Nunca antes nos habíamos subido a uno, por lo que todos estábamos emocionados. Solo eran un par de horas, así que me acomodé y saqué un libro sobre la Guerra del Pacífico. Mamá, en cambio, sacó unos huevos duros y papá un pan con palta que traía envueltos en una bolsa plástica.

-Gusanito, ¿quieres un huevito? -me gritó mamá desde el pasillo de enfrente. Yo solo atiné a hundirme en el asiento y negar silenciosamente con la cabeza. Sentía como los demás nos miraban y se reían poco disimulados.

A veces mi familia me avergüenza tanto. No es que no los quiera, pero no tienen interés en surgir, de ahorrar, de ser mejores. ¡Ni siquiera ven las noticias por la TV!

Con mucho esfuerzo, entré a estudiar derecho a una de las universidades tradicionales del país. Mi verdadera pasión es la historia, pero quería darles un buen futuro, por lo que busqué algo similar pero que dejara más dinero. A veces me aburría en clases, pero en otras disfrutaba muchísimo, en especial en Derecho Romano.

Empero, con sus actitudes lo único que logran hacer es espantar a mis amigos de la facultad y a las minas a las que llevo a casa.

Hace poco, por ejemplo, llevé por primera y última vez a Laura, una chica de segundo año que me gusta mucho. Mamá y yo preparamos un queque y un pastel para la comida, todo bien, pero a la hora de sentarnos a la mesa papá y mi hermano sacaron sus celulares y comenzaron a jugar. Mamá hizo lo mismo luego de terminar su pastel. Intenté conversarles pero de lo único que hablaban era de su progreso en los juegos (todos jugaban los mismos). Laura me miraba incómoda, por lo que sugerí que nos fuéramos a nuestra pieza, a lo que mamá reaccionó:

-¿Cómo se te ocurre encerrarte? ¿No vino ella a conocernos?

Al despedirnos, le pedí disculpas. No me habló por una semana, pero luego volvimos a encontrarnos después de clases, aunque preferíamos ir a tomarnos un café o pasear por el cerro Santa Lucía.

Cuando volví a casa de dejar a Laura en el paradero del taxi colectivo, todos me esperaban sentados en la sala de estar.

-¿Viste que casi ni comió?

-Toda la tarde cocinando y ella ni gracias me dijo.

-¿No es muy clase alta para ti? Creo que su padre es dueño de una empresa de teles o de camiones.

-Es muy flaca, parece gringa.

Todos hablando a la vez, todos tenían algo que opinar. No pude evitar gritarles que se callaran. ¿Qué esperaban? Si estoy en una universidad de elite, obviamente conoceré mujeres de otras clases sociales. No voy a casarme con la peluquera de la esquina, les dije. Me quedaron mirando sin decirme nada por lo que me fui a acostar. Al llegar a mi habitación escuché susurrar a mamá "Está tan cambiado".

¿Qué tiene de malo querer surgir? Poder comer comida de mejor calidad, tener más de un zapato, poder salir al cine de vez en cuando. Son lujos, pero no son nada del otro mundo.

Ellos me decían que estudiara para ser mejor, pero ahora yo soy el malo de la película porque sueño con cambiarme a un barrio mejor y rodearme con personas más cultas.

Me dicen cosas como "¿Para qué lees el libro si puedes ver la película?" o "¿por qué vas a ir al cine si puedes comprarla pirata?".

La otra vez leí en la página de "Confesiones" de mi universidad de personas que mienten sobre su dirección y su familia. Que gastan su poco dinero en ropa cara para aparentar otro origen social. Esa no es mi idea, estoy orgulloso de mi origen y de haber surgido, pero eso no significa que deba aguantar que me avergüencen cuando trato de darles lo mejor a todos.

Justamente ayer tuve una discusión con mi padre. Dijo que era un malagradecido. Eso me dolió. ¿Yo? Siempre hablo de ellos, de que mi padre trabaja en el mercado central y mi madre vende comida en un puestito en la calle. Que papá tenía buenas notas en el colegio pero no pudo terminar el colegio porque mi abuelo se ahogó en su propio alcoholismo. Por algo llevo (llevaba) a mis amigos a casa, para que conocieran de donde vengo. Pero eso no significaba que tenían derecho a avergonzarme.

Después de pelear por unas dos horas, llegamos a la conclusión que no invitaría más amigos a casa y que la familia se portaría adecuadamente cuando fuera necesario. Así que ahora tengo una doble vida tal superhéroe.


Papá me hizo ver que el problema no era ellos, ni mis compañeros de u, sino que la sociedad que se burla del pobre, que no está acostumbrada a las relaciones entre distintas clases sociales. Por ello debería yo de luchar, por disminuir esa brecha. 

Finalmente, mi padre resultó ser la persona más sabia que conozco.

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Gracias por leer. Cualquier opinión, queja, sugerencia es bienvenida.


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