Tábata

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Tábata (17)

Escribo desde mi celular porque no tengo donde más. En estos momentos necesito escribir y no me importa que no vaya a quedar perfecto.

No sé por donde empezar. La cabeza me da vueltas.
Nací en el Norte, en un pueblo minero. Mi padre trabajó en una mina muchos años hasta que los pulmones le fallaron. Mamá tiene un carrito de comida en el camino hacia las excavaciones.  Mi hermano se fue con una cualquiera hace años. Todo eso mientras yo intentaba vivir una vida normal, teniendo que cruzar el desierto para ir al colegio y esas cosas.
Yo tenía el sueño de convertirme en ingeniera en minas para así darle mejor vida a mi mamita y a la vez poder trabajar cerca de ella.
Nosotras dos solas nos las arreglamos. Yo le veía poco pero sabía que ella pensaba en mí y yo en ella. Yo solo me dedicaba a estudiar y cuidar la casa, así que me apodaron "Montserrat". Me daba igual. Por acá hay gente que tiene sobrenombres peores.

Siempre hay algo que la embarra y cambia todo. Eso fue la vuelta repentina de mi hermano, con un cabro chico en brazos, el año pasado.
El Cazuela había embarazado a la puta con la que se fue, pero ella lo dejó y volvió a acompañar a mineros solitarios.
Lo peor no era el niño, al final es mi sobrino, aunque mi mamá no está segura: "Los hijos de mi hija son mis nietos, los hijos de mi hijo no lo sé", decía. El problema era el Cazuela, que pasaba echado en el sillón y sollozando. Acá no hay psicolocos, así que lo tenía que retar todo el día.
Hasta que una vez, bien tarde en la noche, yo estaba estudiando para la PSU cuando la mamá se sentó en la mesa al lado y me dijo que si mi hermano no encontraba pega,  yo no podría estudiar. En realidad yo ya sabía. "No es necesario que sigas estudiando. Son como siete años. Mejor trabaja ahora en algo o el Condoro no tendrá que comer".(se refería al niño).
En vez de disculparse, el Cazuela solo atinó a decirme que ahora era libre para pololear y así tal vez me cambiaran el mote.
En realidad ya me hacía ojitos con un compañero de clases, el Tololo. Lo conocí porque le pregunté cómo era que todas las semanas leyera un libro distinto si acá no hay librerías. Me dijo que se los traía un primo de la capital y después me prestó uno. Uno que nunca leí porque no tenía tiempo pero me encantaba verlo en mi velador, ya que nunca había tenido un libro original. Hija de la Fortuna se llamaba.
Le conté al Tololo que ya no podría estudiar. Podríamos habernos ido juntos, le dije. Todavía podemos estar juntos,  me dijo. Y yo me acerqué y él se acercó y nuestros lentes chocaron.
Llegó diciembre, terminamos el colegio y a mi ilustre hermano lo echaron de la pega a los dos días por no ir.
Fui a la fiesta de graduación con mi pololo oficial y nos sacamos una foto en el desierto. Nos dio mucho frío pero nos besamos bajo la Vía Láctea y fue lo más romántico que me había pasado en la vida.
Perdon si me equiboco al escribir pero ea que las lágrinas no me dejan ver. No sé cuando llegarán ellos. Tengo mucho meido.
Ojalá Tololo no se entere. Él debe estar concentrado en sus estudios. Uno de los dos debe de cumplir sus sueños.
Él se fue luego. Iba a pasar las fiestas con su familia en la capital. La noche de su despedida me arranqué por la ventana y corrí a pata pelada por la calle hasta su casa. Él me esperaba, sabía que vendría.
Me metió en su cama y me preparó un té. Yo tiritaba y le dije que me abrazara. Ambos sabíamos lo que queríamos, sin ponernos de acuerdo.
Teníamos miedo de que nos escucharan,  pero me daba más miedo quedarme preñada. Así que se separó de mí antes de terminar. No fue como lo esperaba, pero lo más importante es que estábamos juntos y nos dormimos abrazados.
Tomó el bus y yo lloré como nunca. Por todo lo que me había pasado y lo que aún no pasaba.

Estaba dándole la papa al Condoro cuando el Cazuela llegó con que le habían ofrecido un puesto en una oficina minera. Dijo que le daba lata porque era en otro pueblo en el altiplano. Le pasé a su hijo y le grité que era un flojo de mierda. Al día siguiente yo ya tenía una entrevista de trabajo allá.
La mamá estaba tan feliz... si hasta me hizo un torta. Me la comí casi toda yo hasta que no pude más y la vomité.
O eso les dije a mi familia. No estuve segura hasta enero cuando me desmayé camino a firmar el contrato. Me mandaron para la casa así que pasé a la farmacia del pueblo a comprar un test de embarazo. No se me ocurrió que por hacer eso todos los vecinos se enterarían. Supongo que todos lo sabrían igual cuando yo tuviera una guata gigante.
¿Me contrarían en mi estado? Podrían haber pensado que me quería aprovechar de los beneficios a las trabajadoras embarazadas. No podía arriesgarme a eso. No podía estar un año sin trabajar y más encima agregar una boca más. Pero lo que más me preocupaba era mi novio. Se sentirá obligado a volver, a trabajar y darme dinero. Viviremos en la pobreza. Nuestro hijo será minero y morirá a los 40 años de silicosis; y si es niña venderá sopaipillas y café a fuera de las excavaciones, con suerte, o acompañará a los hombres después del trabajo,  si no.

Y mi familia. Mi pobre madre. Sus brazos están llenos de cicatrices y quemaduras. Y eso solo es por fuera.
¿Debería arrepentirme? Ya lo hice. No hay vuelta.
Tomé una plata que tenía ahorrada para ir a la capital, amenacé a la señora de la farmacia que me vendía medicamentos sin receta, y así terminé tomando unas pastillas que no quise ni mirar. Me dijo que sería doloroso y sangrante.
Ahora estoy en un hospital que ni sé dónde está. Aproveché un día cuando no había nadie en la casa, así que fueron unos vecinos que me escucharon gritar los que me echaron en un camión y me trajeron acá.

En estos momentos no siento arrepentimiento, solo miedo. Una enfermera vino hace un rato a decirme que quedaré con secuelas, pero que me las merecía por puta. Dijo que la policía venía en camino con mi familia.
Ya vienen y no sé qué les diré. Si me hubiera matado tendría menos problemas y hasta lo entenderían algún día.
No puedo escribir más. No tengo fuerzas. Yo lo hice por mi familia. Por la familia uno hace cualquier cosa. ¡Cualquier cosa!


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Me duelen los dedos,  nunca había escrito tanto en un celular.
Me voy de vacaciones, al norte chico. Espero poder visitar el Observatorio Tololo. Dicen que es una experiencia memorable.
¡Gracias por leer!






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