Herminia (23)
Hay tres días en mi vida que nunca voy a olvidar. El primero fue el día que me convertí en madre. Era muy joven aunque llevaba años saliendo con mi novio. Se me pasó por la cabeza abortar, pero me dio miedo. Todo eso se me olvidó cuando lo tuve en mis brazos, frágil, pequeño y completamente mío.
El segundo es el terremoto del 27 de febrero, ya que yo me encontraba con Federico en brazos, protegiéndolo de los cuadros que caían sobre nuestras cabezas. Con solo seis meses, él solo dormía y no se despertó por el ruido. Horas después, Saúl llegó a mi casa en bicicleta, completamente sudado y alterado. Nos abrazamos y vivimos juntos las siguientes réplicas. Teníamos tanto miedo de perdernos que acordamos vivir juntos, lo que hicimos meses después en un departamento minúsculo y pestilente, pero no nos importaba porque era nuestro.
El tercero, fue un 14 de mayo, un día común y corriente. Fede estaba jugando con su tuto, un peluche de oso desgastado y sucio, que le encantaba. Yo lo observaba jugar desde el sillón en el que estaba sentada. Me había torcido el tobillo el día anterior al resbalar con uno de sus camiones de juguete, por lo que mamá estaba en casa ayudándome con las tareas domésticas. Sonó el teléfono de la casa. Ella se mantuvo en silencio demasiado tiempo luego de decir "Aló". La miré preocupada y la vi ahí, de pie, llorando, muda. Me quedé helada. ¿Mamá, la mujer que me había pegado una palmada en la cara cuando le conté que estaba embarazada? "Llorar es de maricones y mujeres débiles", me dijo (Y desde ese día, no había vuelto a derramar una sola lágrima). ¿Mamá?, le susurré. No me oyó. ¡Mamá!, le grité. "Saúl... una moto". Lo comprendí de inmediato.
No sé cómo llegué corriendo al hospital de la comuna, a solo medio kilómetro de nuestra casa. Poco después llegó mamá con Fede. En la desesperación, salí sin pensar en él. No tuve tiempo de sentirme culpable. Me abalancé sobre el médico y me desmayé ahí mismo cuando me confirmó la noticia.
Me llevaré a la tumba que Saúl y yo habíamos terminado. Seguíamos viviendo juntos solo porque Fede aún era muy pequeño y queríamos que creciera en el contexto más normal posible.
Tuve que volver a vivir con mis padres, ya que no tenía trabajo y no quería dejar a mi Fede en manos de otra persona. Volver a mi antigua habitación, con papá y mamá me hizo recordar lo joven que realmente soy. Mi hijo tiene cuatro años y acaba de entrar a kindergarten. ¿Será hora de volver a la universidad? No pude hacerlo antes por haberme embarazado. Madre me apoya, pero rechaza la idea que encuentre novio. No creo que lo haga. Aunque me vea joven, me siento una adulta que ha vivido demasiado, no soy una chica universitaria cualquiera.
Ojalá que Dios quiera una segunda oportunidad para mí.
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Perdón por la demora. Estoy con algunos problemas personales, por lo que no tenía ánimos para escribir.
Gracias a todos lo que leen. Como siempre, agradezco si dejan votos o comentarios, ya que siempre son un incentivo para continuar.
¡Nos leemos!
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monólogos marginales
Historia CortaJóvenes perdidos. Adolescentes confusos. Estas son las historias de aquellos que no tienen voz. ¿Qué piensa aquel chico que no habla con nadie? ¿O aquella chica embarazada que ves caminando por la calle? Cada letra del abecedario es una historia de...