Óscar

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Óscar (18)

Yo me enamoré una vez de una chica mayor. No era anciana, no estoy loco. Digo que era mayor porque yo estaba en primero de la u y ella en su último año.

Para que me entiendan, deben saber que en el colegio era un perdedor. Mi mejor amigo hacía orgías (no estoy exagerando), en cambio yo no me atrevía. Si hasta estuve en una, pero me acobardé, miré un rato y luego me fui.

Me deba mucha vergüenza salir del colegio siendo virgen, así que me propuse acabar con mi problema antes de egresar. Quería recuperar el tiempo perdido. En esos meses me di cuenta que conseguir sexo era más fácil de lo que creía.

La primera fue la ex de un amigo. Ella estaba triste y yo la animé, así que podríamos decir que nos ayudamos mutuamente.

La segunda estaba borracha y yo la llevé a una cama. La toqué un poco, ella no respondió. Me iba a ir, pero ella me agarró un brazo y comenzó a besarme. Creo que creía que yo era otra persona, porque me llamó "Fabián". A lo mejor, al otro día ella creyó que había estado con ese tipo, pero no importa. Ella lo pasó bien en su mentira y yo lo pasé bien con ella.

Dirán que me volví promiscuo, poco exigente. Una oportunidad era una oportunidad. Comencé a darme cuenta de que cada chica es distinta, y no tiene nada que ver con su cuerpo. Hay unas con cuerpos exquisitos, pero tímidas. Otras que a pesar de sus kilos de más son una locas en la cama.

Por las clases del preuniversitario y visitas a universidades, comencé a conocer a mucha gente. Ninguna mujer me enamoró, pero no me importaba porque yo solo quería experiencia, y esa solo la conseguiría estando con la mayor cantidad de mujeres.

En la fiesta de graduación no pensaba encontrar más que a madres y abuelas, así que me sorprendió ver a una chica joven. Se parecía mucho a una compañera de curso. Me acerqué a saludarla y supe que, como había notado, era la hermana de Margarita... y estaba rebuena. La Maggie era media puta pero no me dio la pasada nunca, así que me trabajé a la hermana con cuidado.

Después de hablar con ella un poco, me dijo que era inexperta. Ja. No le creí, debía de estar exagerando. Las mujeres son así, aunque todo el mundo sepa que son putas, nunca reconocerán nada. Pero esta insistía que había tenido problemas con los hombres, así que decidí ayudarla. Me recordaba a mí el año anterior, todo lleno de inseguridad y miedo al sexo opuesto.

Todo el tiempo que invertí en conocerla no sirvió de nada, porque después me dijo que nunca tendría relaciones con un extraño. Solo en pareja. ¡Mujeres!

Así que no me quedó más remedio que pedirle que fuera mi novia.

Me sacrifiqué por ella. Yo quería estar con cien mujeres, pero fui exclusivo por ella, porque ella quería que fuera así. Me estaba enamorando de a poco de su inteligencia, de su madurez, pero por otro lado no podía dejar de pensar en lo que me estaba perdiendo.

Tal vez fui muy egoísta, pero ¿quién no lo es? Todo lo que hacemos, incluso al ayudar a otros, lo hacemos porque nos hace sentir bien.

Tenía miedo de hacerla sufrir y de enamorarme de verdad. Le pregunté si podíamos hacer un trío, pero ella se escandalizó. ¡Era una idea perfecta! Pero no, no hubo caso, no pude convencerla.

Cuando llevábamos dos semanas le ofrecí tener una relación abierta. Casi termina conmigo, pero yo le pedí (le supliqué) que no lo hiciera. Aún no habíamos tenido sexo, lo que significaría que había perdido dos semanas de estar con un montón de mujeres.

Pero ella seguía siendo vergonzosa, no dejaba que yo la tocara ni la besuqueara en público. Estuve a punto de pedirle que fuéramos a un motel, pero sabía que eso la haría enfadar.

Al mismo tiempo en el que empezamos a estar juntos, conseguí un trabajo de medio tiempo en un centro comercial. Cerca de mi local se instalaron unas promotoras. Cada vez que las veía me ponía triste, porque no podía acostarme con ninguna. Cada vez que veía a mi novia después del trabajo me daban ganar de terminar la relación, pero al verla acercarse, cuando la abrazaba, me sentía amado y quería que ella fuera mía, solo mía, si hasta olvidaba todo lo que iba a decir.

Una de las promotoras, la más buena, comenzó a coquetearme. Mi compañero de trabajo sabía que yo salía con alguien, así que me miraba de reojo cuando ella se acercaba.

Pero un día, en la noche, mi compañero se fue antes, ella se acercó y me invitó a tomar algo en su casa. Le dije que tenía novia y debía irme. La promotora me dio una mirada de desprecio y se fue sin despedirse.

Durante el viaje de regreso a mi casa, no pude dejar de sentirme como un idiota. Estaba arrepentido de haberle dicho que no. Era tarde y nadie lo hubiera notado.

Así que cuando llegué a casa, la llamé. Tenía que patearla antes de que nos enamoráramos de verdad y fuera demasiado tarde. No esperé a escucharla llorar, corté de inmediato. Me sentí tan libre que hasta llamé a todos los que conocía de la pega, hasta que logré conseguir el número de la promotora. Ella me rechazó, dijo que ya había "pasado la vieja". Le dije que había terminado con mi chica por ella, pero la muy zorra no me creyó. A la semana siguiente ya la tenía en cuatro.

Pensarán que soy un desgraciado. Prefiero verme como alguien que busca la felicidad, suya y de los otros. Tal vez le rompí el corazón a mi novia, pero lo hice porque la quería. Tarde o temprano iba a estar con otra. Era mucho mejor botarla antes de que eso pasara. ¿Que por qué le mentí? Tenía que ser una razón de peso para que ella no me persiguiera para que volviéramos. Ahora ella me odiará, pero podrá continuar con su vida. Es lo mejor que podría pasarle, porque conmigo no iba a ser feliz. Le ahorré sufrimiento porque yo la quería. De verdad la quería.


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Creí que escribir este monólogo sería difícil, pero la verdad resultó divertido.



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