XI. ¿Bajo manipulación?

6 0 0
                                    

Louis.

¿Una subasta benéfica? —cuestioné por milésima vez.

—Sí Louis, una subasta benéfica —dijo mi madre con brusquedad, pues ya lo había preguntado un par de veces.

Más que una "visita familiar", George —mi padre—, estaba en Rosefield por una razón de peso: agregar otro puto logro a su pizarra de egocentrismo.

Ante el ojo público —más que todo en ambientes no familiares—, los Hamilton Altamira éramos la familia perfecta: Courtney era una joven e inteligente adolescente modelo con un buen promedio académico, además de ser porrista en su antiguo instituto —y ahora en el West Coast—; yo era el joven y atractivo chico reservado que decidió posponer su futuro prometedor y su perfecta esposa era la perfecta madre de dos perfectos hijos con un perfecto trabajo como analista contable de un programa de televisión, casada con el perfecto cirujano que era su esposo.

Demasiada "perfección" para una familia claramente imperfecta.

—Entonces vino por una subasta benéfica —pregunté una vez más adrede, sin apartar la vista del libro me encontraba leyendo.

Mi madre dio un profundo suspiro, llevando sus lentes de la vista desde sus ojos hasta su cabello.

— ¿Estás consciente de que tengo trabajo acumulado y que lo único que estás haciendo es retrasarme? —reprochó, cruzándose de brazos y echándose hacia atrás en su silla.

—Esa es la idea —admití con cinismo, ofreciéndole una sonrisa burlesca.

Ella liberó un muy profundo suspiro que parecía salirle desde lo más recóndito de su ser, blanqueando sus ojos y viéndome con un semblante serio, manteniendo sus brazos sobre su pecho.

Suspiró nuevamente y esbozo una pequeña sonrisa curva, removiendo mi cabello con su mano derecha.

—Perdón por lo distraída que he estado últimamente, siento que no les estoy dando la suficiente atención —admitió mi madre, relajando su postura y masajeándose a sí misma sus hombros.

—No tienes que disculparte —dije, levantándome de mi silla para masajear sus hombros.

—Tal vez creas que no tengo qué, pero siento que debía hacerlo —refutó, colocándose los lentes y volviendo a teclear cosas en su laptop—. Aunque no lo demuestre mucho, el intento de suicidio de tu abuelo, el hecho de que alguien lo asesinara, el caso que estamos armando en contra de los Ray para demandarlos por lo de la empresa familiar, el trabajo que está más abarrotado que nunca y toda esta situación con el asesino suelto en el pueblo me tiene de los nervios.

—Sé que toda esta situación te afecta, aunque no quieras demostrarlo —admití, mientras hacía círculos con mis pulgares en su nuca, aferrando mis manos alrededor de su cuello—. Sabes perfectamente que nos conocemos mejor que a nadie, soy exactamente igual que tú cuando de sentimientos se trata... Claro, con la excepción de que yo no me quedaría con una pareja abusiva.

—Louis... —murmuró mi madre en tono de regaño.

—No dije nada que fuera mentira —me excusé—. Pero ese no es el punto ahora.

—Últimamente siento que soy una mala madre —admitió en un hilo de voz.

—No lo eres.

Me agaché un poco hasta quedar a la altura de sus hombros y la abracé por la espalda, posando mi barbilla en su hombro derecho. Mi madre afincó su mejilla sobre la mía y colocó sus brazos sobre los míos.

—Les he permitido durante muchísimo tiempo escuchar fuertes discusiones con su padre, que lo vieran golpearme, no les he prestado la suficiente atención desde que llegamos a Rosefield y les permito salir de fiesta con su abuelo recién enterrado y con un asesino suelto en el pueblo cazando adolescentes —dijo rápidamente, sin tomar pausa o respiro entre oraciones—. ¡Dios! ¿En qué clase de madre me he convertido? ¿Qué clase de madre permite que sus hijos escuchen y presencien abuso doméstico? ¿Qué clase de madre deja que sus hijos salgan de fiesta con un asesino suelto? —agregó con voz quebrada.

ALIVE | The Liars Saga | Libro 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora