Capitulo 4

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Aria

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Aria

-¿Y no te han dicho el por qué?- Pregunto sin entender.

-No, solo me encomendaron la tarea de ir hacia Tuneca con Darrel y vigilar a un joven del palacio.- Fallon juguetea distraídamente con un cuchillo que cuelga de su cinturón.- Aunque fue algo raro, el muchacho no hacía nada fuera de lo común.

-¿Sabes qué es más raro? Que el rey me haya encargado estudiar sobre el territorio de Tuneca... otra vez.

-Algo está tramando.

-Eso tenlo por seguro- Evan finalmente habla- ¿Creen que tenga algo que ver con el baile que habrá en unos días?

-Supongo que tendremos que averiguarlo.-Rasco mi brazo en un intento de calmar la picazón a causa del roce de la manga.

-Preguntaré a la guardia, ellos tiene que saber algo de esto.-Dice la morena.

-Yo veré si puedo obtener algo de información en el taller de mi padre.

-¡Oh Evan, casi lo olvido!- Fallon desenfunda el cuchillo que tanto toqueteaba y apunta hacia el rubio, quien se encoge en su lugar, nuestra amiga ríe- ¿Podrías echarle un vistazo? Creo que necesito afilarlo.

Notando que su vida no corre peligro alguno, Evan asiente y toma el cuchillo entre sus manos, sus largos dedos se envuelven alrededor del mango y lo guarda en uno de sus bolsillos. Evan es hijo del herrero real, es quien provee a todas las tropas de armas y se encarga del mantenimiento de ellas también. Nuestro amigo suele darle una mano a su padre y al crecer junto a nosotros, se le ha dado por utilizarnos como sujetos de prueba para sus nuevas invenciones, algunas han sido un éxito, como la pequeña ballesta de doble flecha de hace un año y otras... observo la mejilla de Fallon donde una cicatriz la recorre de manera irregular, ya casi ni se nota. De ahí viene el miedo del rubio hacia ella, teme que algún día decida vengarse por ese pequeño fallo del artefacto que debía lanzar una cuchilla con el impulso de una onda, pero la cosa se atascó y no tuvo mejor idea que funcionar cuando Fallon la inspeccionaba para ver que ocurría.

-Deja que le eche un ojo y por la mañana te doy el veredicto.-Cuando salimos al jardín trasero el sol se posa sobre el cabello de Evan haciéndolo lucir más rubio, como si fuera un rayo de sol mismo.-Aria, tus cuchillas ya están afiladas...

Lo mando a callar antes de que continúe y observo hacia nuestro alrededor.

-¿Qué te he dicho? Nadie tiene que saber que aún las tengo, Evan.

El rey no quiere que tenga armas, me ha recalcado amablemente un millón de veces que aquí estoy a salvo, que no necesito más protección que los guardias. Esas palabras no son muy convincentes, tampoco lo es él y lo ocurrido en mi infancia todavía es un peso sobre mis hombros, por esa misma razón mantenemos en secreto las cuchillas que Marvin me obsequió hace unos años.

El Reino de las MentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora