Capitulo 5

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Kiran

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Kiran

-Alteza...-Continuo caminando y finjo no haber oído nada- ¡Alteza, un momento por favor!

Cuando estoy por doblar al final del pasillo, un tirón en mi brazo me obliga a detenerme. Sorprendido volteo a ver al lacayo de tez pálida que –si como fuera posible- palidece aún más cuando se da cuenta de su error.

Sé la razón por la que me busca, es el tercero en lo que va de mi camino que intenta detenerme, el primero fue enviado a mi habitación cuando apenas terminaba de darme un baño y curar mi labio roto, cortesía de la pelea de ayer con Marvin. El segundo apareció cuando estaba cerca del pasillo de la entrada y es el motivo de que haya tenido que desviarme y tomar el camino largo hacia la cocina, y ahora éste.

Mi padre está logrando sacarme de quicio, pero me recuerdo que estas personas no tienen la culpa y solo están haciendo su trabajo, por lo que me relajo en un intento de que el hombre frente a mi haga lo mismo.

-¿Si?

-Su padre me ha enviado a decir...

-...¿Qué la carroza está esperando por mí?-Asiente y un musculo en mi mandíbula se tensa- Ve y continua con tu trabajo habitual, si alguien te pregunta, no me has encontrado ¿Entendido?

Le doy la espalda en un intento de finalizar la conversación.

-Pero, señor...-

Volteo tan rápido que el hombre vuelve a asustarse y se encoge en su lugar.

-Haz lo que te he dicho.

Contemplo como comienza a caminar en la dirección que vino y clavo mi mirada en la pared frente a mí antes de suspirar fuertemente y llamarlo.

-Si esto te mete en problemas o alguien te castiga, házmelo saber- Agradecimiento brilla en sus ojos- Te lo recompensaré.

-Gracias, alteza.

Y sin más se marcha, estando seguro de que nadie más vendrá a buscarme retomo mi camino a paso apresurado.

Voy tarde para la cena.

Recibo unos cuantos asentimientos cuando entro en la cocina, algunos me ignoran y agradezco el que ya estén acostumbrados a esto, incluso son nuestros cómplices y gracias a ello nadie sabe sobre nuestro escondite.

Atravieso el lugar intentando no interponerme en el trabajo de los aquí presentes y cuando llego al viejo cuarto donde se guardan los alimentos me acerco hacia la última repisa de madera, aquella que tiene tantas cajas vacías que se han ido acumulando con el tiempo. Si la observas desde la entrada, no ves nada más que la pared junto a ella, creyendo que es el final de la habitación. Pero si te acercas –cosa que nadie suele hacer- encuentras que una puerta yace junto a ella, escondida tras la sombra de las cajas.

Golpeo tres veces, aguardo un momento y golpeo una vez más.

Marvin abre la puerta con una sonrisa y una copa en su mano, lleva puesto su uniforme todavía pero los primeros botones de su chaleco van desabrochados, el golpe en su ojo apenas se nota en su oscura piel y bajo la tenue luz de las antorchas parece casi inexistente, de no saber que está ahí, no lo notaría. Me da una sonrisa haciendo que sus blancos dientes resalten aún más.

El Reino de las MentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora