Prólogo

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     —Dile que se cuide del Guardián—. Monkey D. Garp estaba apoyado contra la mesa de la taberna. Sus oscuros ojos se veían muy intensos bajo sus espesas cejas grises. —¿Ha escuchado eso Roronoa? Él debe cuidarse del Guardián.

Roronoa Zoro, un espadachín del oriente, apoyó un codo sobre la mesa, mientras que la otra descansaba sobre sus tres katanas en la cintura y miró a su compañero con su único ojo bueno. En los últimos dos días, Garp había aprendido a sentirse cómodo con él.

Obviamente, Garp había aceptado a Zoro por lo que este aseguraba ser: un aventurero, como él, que se había dedicado a viajar ahora, que por fín, la guerra para la expedición al nuevo continente había terminado.

Ambos hombres habían pasado las dos últimas noches en la misma hostería, en un mugriento puerto francés, esperando los buques que los llevarían a sus destinos respectivos.

La transpiración corría por las cejas de Garp, metiéndose en sus patillas. Era una calurosa velada de finales de primavera. La taberna estaba llena de humo y de gente. Secretamente, Zoro pensó que Garp estaba sufriendo el calor innecesariamente. El cuello alto de la camisa del viejo, el ceñido chaleco y la chaqueta de sastre contribuían innecesariamente a su evidente incomodidad.

     —Entiendo sus palabras, señor —Zoro tamborileo los dedos sobre la superficie de la mesa.— Pero no entiendo a qué se refiere. ¿Quién o qué es ese Guardián?

Garp frunció el entrecejo. —Puras tonterías, para ser honesto. Es sólo parte de una vieja leyenda relacionada con un diario que debo enviar de regreso a Gran Bretaña. El viejo conde que me vendió el libro me hizo esa advertencia.

     —Entiendo —dijo Zoro conciso—. Cuidado con el Guardián, Interesante.

     —Como ya he dicho, es simplemente lo que queda de una vieja leyenda relacionada con un diario. Sin embargo, anoche ocurrió un extraño incidente y uno debe actuar con prudencia.

     —¿Un extraño incidente?

Garp entrecerró los ojos. —Creo que mientras estaba cenando, alguien registró mi habitación.

Zoro frunció el entrecejo. —No mencionó nada al respecto esta mañana.

     —No estaba seguro. No se llevaron nada. Pero durante todo el día, he tenido la extraña sensación de que me observaban.

     —Que desagradable.

     —Ciertamente. Pero, sin duda, nada tendrá que ver con ese diario. Claro que esto me preocupa un poco. No quiero exponerlo a ningún peligro.

Zoro dejó de tamborilear los dedos sobre la mesa y bebió un sorbo de su cerveza. —¿De qué se trata ese diario que usted dice que enviará a su nieto?

     —En realidad, es un diario de una dama —explicó Garp—. Perteneció a una mujer llamada Nico Olivia. Eso es todo lo que sé al respecto. En su mayoría, todo lo que está escrito allí es incomprensible para mí.

     —¿Por qué?

     —Aparentemente, está escrito en una mezcolanza de griego, latín e inglés. Es más bien como un código privado. Mi nieto cree que el diario de Olivia contiene pistas que deben conducirlo hacia un fabuloso tesoro—. Garp resopló.

     —¿No creerá en esa historia, verdad?

     —Ni por asomo, si le interesa saberlo. Pero Luffy va a divertirse mucho tratando de descifrar ese diario. A él le encanta esa clase de cosas.

     —Aparentemente, se trata de un muchacho muy especial.

Garp rió. —Lo es. Pero no por culpa suya, supongo. Mi hijo lo dejó a cargo de un joven bastante excéntrico y la compañera de éste. Nunca conocí bien a esa familia, pero se ha dicho que ese hombre y su "compañera" asumieron la responsabilidad de criar a Luffy por su propia cuenta. Le llenaron la cabeza de cosas raras.

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