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     —¿Qué vamos a estudiar esta mañana, Sr. Zoro? —preguntó Nami, mientras untaba su tostada con mermeladas.

Zoro abrió su libro de compromisos, que estaba junto a su plato. Miró lo que había anotado debajo del título: lecciones matinales. —Geometría.

     —Geometría. —Nami protestó con toda franqueza.

Zoro ignoró la reacción y cerró el libro. Miró una vez más la distraída expresión en el rostro de Luffy. Algo andaba mal, pero no podía saber de qué se trataba exactamente. Sintió escalofríos al pensar que, tal vez, se estaba arrepintiendo de lo hechos de la noche anterior.

Lo había empujado a los hechos, pensó. Debió haberle dado más tiempo para que se adaptara a la pasión que tan inesperadamente había nacido entre ellos. No tenía que echar todo a perder por presionar demasiado.

     —No me importan las matemáticas —anunció Sanji.

     —Especialmente la geometría —agrego Robin—. Estaremos encerrados toda la mañana.

     —No, no estaremos dentro hoy. —Zoro miró a la Sra. Dadan. —Un poco más de café, por favor, Sra. Dadan.

La Sra. Dadan se apoyó pesadamente sobre la mesa, con la cafetera. Dirigió una mirada ceñuda a Nami mientras llenaba la taza a Zoro. —Dime qué estas haciendo con ese pedazo de salchicha.

     —Nada —respondió Nami, con expresión angelical.

     —Estás dándole de comer al perro por debajo de la mesa, ¿no?

     —No, claro que no.

     —Sí —dijo Sanji, muy alegre—. Yo te vi.

     —No puedes probarlo —contravino Nami.

     —No tengo que probarlo —dijo Sanji—. Todos sabemos que es cierto.

Luffy levantó la vista, momentáneamente distraído de la contemplación que estaba haciendo de los huevos que tenía en el plato. —¿Otra vez están peleando los dos?

     —La pelea ya ha terminado —dijo Zoro, sin perder la serenidad en ningún momento. Miró a Nami y Sanji con una expresión severa y ellos, de inmediato, obedecieron—. Sra. Dadan, tal vez sea mejor que se lleve a Minotauro de aquí.

     —Tiene toda la razón, señor. Yo nunca quise que anduvieran los perros dando vueltas dentro de la casa. —La Sra. Dadan fue hacia la puerta de la cocina y chasqueó los dedos para llamar a Minotauro.

De muy mala gana, el perro emergió de su escondite, debajo de la mesa y, con una última mirada esperanzada hacia Nami, se metió en la cocina.

     —¿Cómo haremos para estudiar geometría al aire libre, Sr. Zoro?

     —Empezaremos por medir el ancho del arroyo, sin cruzarlo realmente —contestó Zoro. Volvió a mirar a Luffy, que no dejaba de observar los huevos que tenía ante él.

     —¿Cómo puede hacerse eso? —preguntó Nami, a quien obviamente, estaba picándole la curiosidad.

     —Ya se los mostraré —dijo Zoro, aún con la vista fija en Luffy—. Y cuando hayan aprendido a hacerlo, les contaré como el capitán Jack utilizó la misma técnica para encontrar la salida de la jungla.

     —¿Una jungla en el istmo de Panamá? —preguntó Robin.

     —No, esta jungla estaba en una isla, en las Indias Occidentales —explicó Zoro. Sonrió al ver que, al fin, había logrado atraer la atención de Luffy, que se dignó levantar la vista del plato. El bueno y viejo capitán Jack, pensó, con pesar.

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⏰ Última actualización: Jun 08, 2023 ⏰

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