Varios días después, la Sra. Dadan entró bruscamente en la biblioteca, con una bandeja de té.
—Me parece tan raro que haya tanto silencio por aquí últimamente. —Apoyó, sin ceremonia alguna, la bandeja sobre el escritorio de Luffy.— Rarísimo, no se discute.
De mala gana, Luffy abandonó la lectura del diario de Olivia, que presentaba un lenguaje muy complicado. Le gruñó a la Sra. Dadan. —¿De qué rayos habla? Pensé que el silencio era algo agradable. La verdad es que, desde ahora, estamos aprendiendo el significado de la palabra paz, algo que ignorábamos desde que mis sobrinos llegaron.
Los últimos días habían sido una verdadera felicidad, en cuanto se refería a Luffy. No podía creer que Roronoa Zoro hubiera implantado un cambio tan radical en la casa, en tan corto plazo.
Ya no hubo más botas embarradas en los pasillos, ni sapos en las gavetas de su escritorio, ni parloteos constantes a una distancia audible. Los tres niños llegaban puntualmente a la mesa, a la hora de comer, pero lo más notable en ellos era que se presentaban limpios y prolijos.
—No es algo natural. —La Sra. Dadan sirvió té en la única taza que tenía sobre la bandeja.— Yo quisiera saber qué está haciendo ese pirata allá arriba con esos tres diablos.
—Zoro no es ningún pirata —le reprendió Luffy severamente—. Ya le he dicho que deje de llamarle así. Es maestro. Y un maestro muy bueno, por lo que nos ha demostrado hasta el momento.
—Ja, ja. Está allá arriba, torturando a esos pobres muchachitos. Eso es lo que está haciendo. Mire, me juego la cabeza a que les está amenazando con hacerles andar la pasarela si no se portan bien.
Luffy sonrió brevemente. —Aquí no tenemos pasarela.
—Bueno. Entonces seguro que les está haciendo creer que les va a golpear con un látigo si no hacen lo que él dice.
—Estoy seguro de que Robin habría acudido a mí de inmediato si Zoro les hubiera amenazado tan seriamente.
—A menos que el pirata le haya dicho que le cortará el cuello en pedacitos si se le ocurre hablar con usted.
—¡Oh!, Rayos, Sra. Dadan. Usted, últimamente, no hacía más que decir que lo que mis sobrinos necesitaban era una mano firme.
La Sra. Dadan colocó la tetera sobre la bandeja y se apoyó sobre el escritorio. —Pero no dije que debía aterrorizarles para que se portaran bien. Después de todo, muy en el fondo, son niños buenos.
Luffy golpeteó su pluma sobre el escritorio. —¿De verdad crees que Zoro les ha amenazado con tomar medidas violentas para que se comporten como es debido?
—Bueno, ya que me lo pregunta, le diré que no hay nada mejor, ninguna cosa es más efectiva que la violencia para conseguir que unos niños muy traviesos se corrijan en poco tiempo. —La Sra. Dadan miró detenidamente el cielorraso.
Luffy le siguió la mirada. No se escuchaban golpes ni ruidos en el piso de arriba. Tampoco gritos distantes. Ese silencio tan antinatural empezó a poner un poco nervioso a Luffy.
—Supongo que lo mejor será que suba a ver lo que está pasando. —Luffy cerró el diario con cierta reticencia y se puso de pie.
—Tendrá que prestar bien el oído, joven Luffy —le advirtió la Sra. Dadan—. Según parece, el Sr. Zoro quiere darle siempre una buena impresión. Seguro que no va a querer quedar mal, no va a querer. Si sabe que usted le está mirando, va a portarse como un santo.
—Tendré cuidado. —Rápidamente, se bebió un sorbo de té, para fortalecerse. Cuando terminó, dejó la taza en su lugar y avanzó rápidamente hacia la puerta.
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Bucanero
FanfictionMonkey D. Luffy prefiere seguir soltero aún con sus veinticinco años. Cargaba con la responsabilidad de criar a sus incorregibles sobrinos huérfanos. Sin embargo, en sus momentos libres, este joven curioso y distraído se dedicaba a su verdadera pasi...