11. Aquí Estoy

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—¿Podrías dejar de mirarme? —pido fastidiada, dejando mi bolígrafo sobre el cuaderno para levantar la vista hacia él.

Ezra baja la vista hacia la mesa algo apenado, cosa que me toma por sorpresa.

Pero no pasa mucho cuando sonríe divertido y vuelve a verme del mismo modo en el que está sonriendo.

—Así que la gran Ava Malkovich sabe pelear, ¿eh? —comenta burlón, sin apartar sus ojos de los míos.

Bufo algo molesta y giro mis ojos. Ya sabía que era por eso que no dejaba de mirarme.

—No molestes y vuelve a tu tarea —ordeno, apuntando sus cuadernos—. Que la próxima semana hay exámenes y el director debe ver tus avances.

—¿Qué se siente ser famosa por los pasillos? —cuestiona, ignorándome por completo—. Es decir, debe ser duro tener una reputación de golpeadora para alguien como tu, ¿cierto?

—No digo que los golpes sean la solución ni nada, pero Sierra se lo merecía, así que si vas a decir algo en su defensa no quiero escucharlo —aseguro, mirándolo fijamente, para hacerle saber que en serio no me interesa lo que sea que tenga para decir.

Ezra alza las cejas a la vez que levanta sus manos en son de paz.

—Tranquila fiera, no iba a decir nada a favor de Sierra —responde divertido, para luego mirarme algo dudoso—. Sólo que no entiendo por qué antes no te defendible de ella, o sea, hace rato se merecía un golpe, digo.

Frunzo el ceño ante sus palabras, y ladeo un poco mi cabeza hacia la derecha, examinándolo.

—En todo caso tú también —afirmo y, para mí sorpresa, no lo niega, es más, balancea su cabeza de un lado a otro como si me estuviera dando la razón—. Además, ¿Sierra no es tu amiga? ¿No deberías apoyarla o algo así?

Ahora es el turno de él fruncir el ceño extrañado, para luego reír por lo bajo, como si lo que acabara de decir fuera lo más absurdo del mundo.

—Nos acostamos cada tanto, pero no somos amigos —responde seguro de sus palabras, volviendo su vista al cuaderno que tiene en frente—. No tengo amigos y en definitiva no lo sería de alguien como ella —dice en voz baja, tanto, que si no lo hubiera visto mover los labios, creería que me lo imaginé.

Me quedo callada sin saber qué decir. Sin saber si preguntarle sobre si en serio no tiene amigos, fingir que no lo escuché, acusarlo de creerse mejor persona que Sierra, o simplemente cambiar el tema en su totalidad.

—En fin, ¿podemos dejar el tema atrás y no volverlo a mencionar? —pido, llamando nuevamente su atención.

Creo que lo mejor es no meterme de lleno en sus asuntos, porque de todas formas no obtendré una respuesta.

Mejor hacer lo que Max me aconsejo, hacer que confíe en mi, dándole a entender que yo confío en él, aunque no sea así.

—De acuerdo —cede, haciendo que suelte un suspiro lleno de alivio, hasta que continúa—: Pero antes de hacerlo, realmente quiero saber qué hizo o dijo para que la golpearas de esa manera, y sobre todo, si es verdad sobre que le arrancaste un mechón de cabello —menciona, totalmente emocionado, como si le estuvieran dando helado a un niño—. Es que tuvo que ser brutal, para que Sierra todavía, después de tres días, tenga la nariz hinchada y morada. ¿Sus padres no presentaron denuncia?

Suspiro ruidosamente, logrando que se calle, cosa que agradezco mentalmente.

Nunca lo vi tan emocionado con respecto a algo que tenga que ver conmigo.

—Sólo voy a decirte que Max planea pegar el mechón de cabello en su cuarto para recordar eso por siempre —respondo, recordando las palabras de la pelinegra cuando me separó de Sierra y yo tenía un mechón del cabello de ella en mi mano. Ezra alza sus cejas sorprendido, pero sin embargo sonríe divertido—. Y con lo otro... Habló de Tess.

La apuesta del patito feo ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora