10. Consejos y golpes

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Llego hasta la cafetería y al ingresar noto que Ezra ya se encuentra en nuestra mesa habitual.

Que extraño es decir "nuestro" para referirme a él y a mí.

Suelto un suspiro y camino hacia él, logrando sorprenderlo y al ver que se trata de mí, guarda su móvil en el bolsillo de su chaqueta, para después mover su cabeza a modo de saludo, cosa que me sorprende ya que no suele saludarme mucho y si lo hace es porque yo lo saludé primero.

—¿Qué hay? —cuestiona, viéndome mientras me siento en frente de él.

—Hola —saludo, dejando mi bolso a mi lado, para después verlo—. ¿Con cuál materia quieres iniciar?

—¿Matemáticas? —propone algo desinteresado, a la vez que eleva un hombro para restarle importancia al asunto.

Asiento con la cabeza y saco mi libro de matemáticas a la vez que él comienza a sacar sus cosas para empezar a estudiar.

Después de media hora, me doy cuenta que ha entendido cada una de mi explicación, así que le digo que haga los deberes que dejó la profesora Galvan, mientras yo hago los de literatura.

Pero la verdad es que no estoy concentrada en mis deberes, por estarlo mirando fijamente.

«Pero en su mayoría tiene miedo de todo»

Recuerdo las palabras de Gavin y realmente no logro entender cómo es que gusta de Ezra. Lo entendería si fuera sólo un gusto físico, pero a él le gusta en serio.

Además que el pensar en eso hace que vuelva a sorprenderme ante la confesión del castaño. Jamás me vi venir que sea bisexual y mucho menos que le gustara Ezra.

Apoyo mis codos sobre la mesa y centro aún más mi mirada sobre el ojiazul, quien parece muy concentrado en sus deberes.

Entiendo que todos tengamos un lado bueno y malo, pero, ¿qué tan grande es su lado bueno? Según Gavin, bastante, pero lo oculta muy bien. Pero, ¿y si no es así? ¿Si en realidad oculta su lado malo con el bueno?

—Deja de absorber mi belleza —pide sin levantar la vista hacia mí.

Cosa que agradezco, porque inmediatamente siento mis mejillas arder debido a sus palabras.

Carraspeo intentando quitar la incomodidad repentina que empiezo a sentir y me remuevo en mi asiento.

—¿Cuál belleza? —cuestiono a la defensiva, haciendo que ahora sí levante la vista hacia mis ojos.

Eleva una ceja, sin creer que en serio haya preguntado eso, porque está bien, lo acepto, es guapo y él sabe que yo sé que es guapo.

—No me digas que ya te gusto y por eso me mirabas —se burla, dejando el bolígrafo sobre el banco a la vez que se apoya sobre el respaldar de su asiento y se cruza de brazos.

Suelto una risa bastante falsa, bastante cierta, pero algo alta haciendo que algunos de los presentes giren a vernos.

—Seré fea físicamente, pero no tengo feos gustos —respondo sin dejar de sonreír divertida y puedo ver la molestia en su rostro, cosa que hace ensanchar mi sonrisa.

—Claro, porque tenemos un ejemplo muy bonito de tus gustos, ¿no? —cuestiona, señalando a Diego –el camarero de la cafetería- con su cabeza.

Miro en dirección a donde está el castaño, para volver a verlo, notando la mirada triunfante que tiene ahora mismo.

—Él no cuenta, porque sólo me parecía lindo —me justifico, haciendo que asienta con la cabeza a modo de burla—. Pero para calmar tu duda, te miraba porque... —Me quedo callada al no saber cómo continuar, claramente no puedo decir la verdad, ¿o sí?—. Me das curiosidad.

La apuesta del patito feo ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora