Daños

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Narrado por Srk

Volver a la realidad siempre fue fácil, es decir, siempre me resultó fácil desprenderme de mis fantasías y volver a ponerme en sintonía con el mundo real. Quizás porque cualquiera que fuese el caso, antes, yo no había cometido un pecado de las magnitudes como el que acabo de cometer. Yo no había hecho un repertorio de acciones imprudentes, cuyo precio promete ser caro. Demasiado alto. No he podido dormir, no solo por las turbulencias del avión sino por esos idílicos pensamientos donde el presente y el pasado se mezclan, grotescamente.

No mentiré, estoy aterrado.

Mientras veo por la ventanilla los primeros rayos del sol, se que falta muy poco para aterrizar y para ir nuevamente a mi "hogar", a vivir esta vida llena de insatisfacciones personales que llevo viviendo, más años de los que me gustaría reconocer. Hace mucho que el éxito, ya no tiene el sabor de antes, trabajó tan arduamente porque en mi afán de querer ser el mejor actor, me he convertido en un prisionero de mi propia ambición, no se que estar completamente tranquilo, no se cuando dejar de exigirme, no duermo, no sueño, mi mente no descansa. Fumo más cajas de cigarrillos de las que debería, hago mas ejercicio que un entrenador olímpico.

Sin embargo ahora que reflexiono, me doy cuenta de que en esta semana que viví junto a ella, he podido volver a dormir del modo que no lo hacía en una década, mis músculos por si solo se dormían, y mis manos la buscaban instintivamente. Mi mente descansó, por fin esa fantasía de que tu fueses completamente mía, fue saciada.

Este asunto con ella, es verdaderamente complicado.

Cuando busco en mi memoria cuando empezó esta obsesión con tenerla, me doy cuenta de que no fue el resultado de una simple calentura, sino de años y años de deseo reprimido, pienso primero en una Kajol joven y adolescente que ya no existe. Recuerdo que le dije a Aamir "Ella es mágica", efectivamente lo era, nunca he tenido una debilidad por las jovencitas o las nínfulas, al contrario siempre me atrajeron las mujeres que fueran de mi mismo rango de edad, la única que me atrajo salvajemente, compartiendo una década de diferencia, fue ella. La recuerdo usando ropa noventera, comiendo entre los pasillos, sobre todo recuerdo la forma de sus bonitas caderas y sobre todo, el sonido de su risa.

Luego pienso en la actriz más mujer, casada, de cuerpo escultural cuya mirada sigue siendo tan hermosa como siempre, la mujer que nunca pude hacer mía, la que se casó con otro, la que otros se comieron antes de que yo pudiera hacerlo, la mujer que se llenó de hijos que desgraciadamente no fueron nuestros. Gauri siempre fue la roca, el apoyo, la madre, la esposa fiel, la mujer que me servía, la mujer que me hacía la vida más fácil, la mujer que me daba tranquilidad y seguridad. Pero Kajol, siempre fue la inyección de dopamina, mi repertorio inagotable de risas, la eterna niña a la que yo debía mandar a callar, mi confidente, mi buena consejera, mi amiga incondicional y una de las pocas personas en las que yo confío plenamente.

Yo la quería, de verdad, y no la quise porque ella fuera más guapa que mi esposa, la quería porque con ella yo me sentía vivo, me sentía completo, sentía que de repente la atmósfera tenía más colores de los que mis pupilas podían percibir. Empecé a tener sueños, donde no la tomaba sino la abrazaba, donde ella me escribía cartas confesando su amor, donde se sentaba sobre mis rodillas y me decía que me quería, que estaba muy enamorada de mi, y asi fue, vivi meses en el mundo de las esperanzas frustradas, hasta que una noche todo ello murió.

Todo murió en la madrugada del ocho de agosto del 2000, a menudo, solía ir en la madrugada a hablar con Kajol, a que me hiciera masajes en la espalda o que me diera su opinión sobre una propuesta de trabajo. Esa madrugada desperté inquieto, había discutido por teléfono con un director por la inclusión de una escena que no me acababa de gustar, me puse unas alpargatas, tomé un vaso de jugo de mora. Salí de la habitación en medio de la oscuridad, llame al ascensor, viendo los números cambiar en el reloj del medio, al entrar marque el piso 9, sin acordarme de que esa tarde su marido, Ajay, la fue a visitar.

Insaciable-SrkajolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora