Rodrigo, en un principio quiso ignorar a aquel sujeto, pero la hostigación de saber de quién se trataba le impedía sostener la cabeza agachada. Pero por más que atisbaba siempre observaba la misma silueta.
Pasando al lado del caballo, se estremeció al escuchar al jinete hablarle:
-Rodrigo, al fin te encuentro; un hombre como tú no existe en estos lares-.
Sin embargo, a causa de su alcoholismo, a Rodrigo aquellas palabras significaban un saludo cordial y solo dejó que se evaporaran en la fría noche, y siguió con su camino. Pero unas nuevas palabras hicieron temblar aún más su cuerpo.
-¡Detente, Rodrigo!-. Dijo enfurecido el jinete... Entonces fue cuando Rodrigo se detuvo,
Y nuevamente el sonido de los cascos del caballo volvieron a repercutir en su andanza.Cuando Rodrigo tuvo al jinete frente a sus ojos, pudo verlos en su máximo esplendor: el jinete era un hombre corpulento con un físico atractivo y con una tez envidiable, traía ropas de gala únicas en el mercado. El caballo, pues cabía a la perfección el dicho popular "las cosas se parecen a su dueño". Aquel animal fornido traía consigo una albarda color azul profundo con singulares figuras teñidas de color dorado. Transmitía una fragancia dulzona indescriptible.
- Rodrigo. No sé si el destino fue el causante de nuestro encuentro o fue por motivos de urgencia... Sin embargo, ya te he encontrado. Debes saber a la perfección que a los viajeros como yo debes hacerles favores; ya que un viajero suele tener inconvenientes en su recorrido, por esta razón yo estoy aquí para que me hagas uno-.
Aquel caballista le era desconocido para Rodrigo, pero por sus palabras, Rodrigo era conocido para el jinete. Él dedujo que el jinete le hablaba de esa forma a causa de que en aquel pueblo se trataban con amabilidad, pero ¿cómo sabía su nombre?. Quizá pudo saberlo a causa de su fama de comerciante.
-¿Qué quiere de mí?-. Se lo hizo saber Rodrigo, con un asentó afanado.
- Mi objetivo contigo ya lo sé, pero antes de ejecutarlo debo elaborar una especie de ordalía para verificar la total culpa de tu alma.- Lo dijo
con vehemencia con tal de poder trastornar a Rodrigo, y así lo hizo, no había entendido aquel mensaje.- Rodrigo, sólo quiero que guardes esta caja- y le vio sacar de su capa una caja dorada, -Guárdala durante un mes, pero no la abras. Si dinero quieres para cumplir mi recado aquí tienes lo suficiente-. Y sacó una bolsa de color azul escarlata que se la lanzó y Rodrigo, por agarrar la bolsa en el aire, casi pierde el equilibrio. El jinete se rio con gracia al ver al pobre hombre mecerse trepidosamente.
-Y si ese mes se cumple, ¿qué hago con la caja? -. Se lo hizo saber Rodrigo, satisfecho al tener el dinero suficiente para sus adicciones.
- Algún día volveré por ella personalmente. Sólo espera mi regreso-.
-¿Cómo sabré cuando regresarás para poder estar esperándote aquí nuevamente? -.
-De ti conozco hasta tus pensamientos frívolos -lo expresó con tal gracia aquel jinete que Rodrigo, no le prestó atención-. Además, sabes que vuelvo en un mes. Así hemos de quedar, cuida la caja pero no olvides que no debes abrirla-. Eso fue lo último que Rodrigo, escuchó de aquel caballero desconocido, porque antes de que le preguntara por qué justo a él le había encargado la caja y cuál era su nombre ya había emprendido su huida a toda marcha desapareciendo en la próxima curva.
Rodrigo, al llegar a su casa, prefirió ocultarle a su esposa la existencia de la caja y de aquella conversación desmesurada. No quería tener más sermones en contra suya, ya tenía los suficientes con su borrachera.
El último día del mes había llegado a su final; y aquel sujeto no se presentó de ninguna forma. Pasó un mes más, hasta un tercero, y jamás lo volvió a ver.
En uno de esos días del cuarto mes, Rodrigo, al ver que aquella caja ya no tenía dueño o mejor dicho nadie la reclamaba, quiso averiguar qué cosas estaban agazapadas.
Agarró la caja y la sintió un tanto liviana, la sacudió por un momento, a primera instancia el sonido era de un solo objeto. Sin embargo, tal fue su sorpresa al dejar al descubierto aquella caja dorada.
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Disuadiendo al demonio
FantasyEl sexo, el dinero y el alcohol hicieron posible que Rodrigo conociera de primera mano al mismísimo dueño de las oscuras profundidades del infierno y gracias a este espectro, Rodrigo revocó aquellas malas acciones.