Descubrimientos Extraños

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Rodrigo cerró el grifo, escuchando el susurro del desagüe tragándose el agua. Se envolvió en la toalla y salió del baño.

Al entrar en la habitación, se enfrentó a la mirada de desprecio de su esposa, que lo observaba desde la cama.

-Así que apenas llegas-, murmuró María con sarcasmo.

Rodrigo se acercó y se sentó en el borde de la cama, sin apartar la mirada de ella.

-Solo hace unos minutos que llegué-, respondió con frialdad.

-Y lo dices como si fuera lo más normal del mundo-, replicó María, girando la cabeza con desdén.

Rodrigo se acomodó, preparándose para una conversación larga y desagradable.

-Estaba con mi jefe, revisando unos documentos que me pidió. Luego me invitó a comer y pasamos la tarde en el bar-, explicó.

-¡Claro, con tu jefe! ¿Y esas marcas? ¿Acaso estuviste peleando? - gritó ella.

Rodrigo tocó las cicatrices de su rostro. Había salido del baño deprisa y no se había acordado de los rastros de su noche desenfrenada. No sabía qué argumentar; no había planeado ninguna excusa y se hallaba perdido.

-Al parecer, tu contienda no fue con un hombre. Hasta donde sé, en una pelea los hombres ni rasguñan ni tienen uñas delgadas. No me vengas a decir que te peleaste con un gato, que sería algo estúpido como para creerte - elevó la voz, enfureciéndose cada vez más.

Al escuchar aquello, Rodrigo rememoró su vil acto al detalle, como si lo estuviera viviendo nuevamente.

-Es verdad, una mujer me rasguñó - atinó a decir Rodrigo.

María se sorprendió al escuchar la confesión y abrió sus ojos como un búho.

-¿Y tienes el descaro de confesármelo? ¿Que te andabas revolcando con esa tipa? - dijo ella, furiosa.

-¿Solo eso se te puede pasar por la cabeza? - preguntó Rodrigo, mirándola fijamente.

-Entonces, ¿qué? ¿Te rasguñó por gusto, o qué? ¿Andas robando por ahí y la vIeja al defenderse te hizo eso? - replicó ella, irónica.

-No es como lo piensas. Una mujer entró en el bar, gritando y empujando a medio mundo. Comenzó a entrar en los cuartos sin previo aviso, hasta que en uno de esos cuartos encontró lo que buscaba. Su esposo estaba allí con una prostituta, y esta mujer, en su rabia, comenzó a pelearse con la prostituta María lo miraba con atención -. Entonces, don José y yo tratamos de separarlas, mientras que el hombre de la mujer se fue con media ropa puesta en su fuga. La mujer, que yo sostenía, no le gustó que la detuviera y me atacó, haciéndome estos rasguños - cerró Rodrigo con melancolía, acariciándose las llagas.

-¿Y luego qué pasó? - preguntó ella.

Rodrigo se alegraba de que le preguntara, de que le estuviera creyendo.

-No, pues la solté y la empujé, lo cual la irritó más. Salió del bar, dando un último escupitajo a la prostituta-.

-¿Y quién era esa mujer? ¿La conozco? - preguntó María.

Rodrigo quedó de nuevo sin palabras, temiendo qué más adelante le preguntara sobre la identidad de la prostituta.

-¿Te acuerdas de ese chisme que murmuraban sobre el esposo de esa señora que vive cerca de la plaza? Dicen que él frecuenta a las prostitutas-.

-¡Ah, sí, la reconozco! Osea, que no le bastó con sospechar, sino que fue a corroborar - rió María con júbilo.

-Y todos decían que él era incapaz, porque todo bonito y yendo a las misas parecía que no quebraba ni un huevo, pero estaba quebrando el panal-. Rodrigo se rió; hasta él se estaba creyendo sus propias mentiras.

Disuadiendo al demonio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora