cinco

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bostece apenas abrí los ojos. vestí algo cómodo todavía somnolienta.

Franco, por lo que me escribió se había ido temprano a resolver temas de la Universidad, no pregunté mucho, sabía cómo era. mi mamá igualmente estaba desaparecida desde temprano.

desayuné ligero y salí para empezar mi rutina.

el calor característico del verano se hizo notar, por lo cual al llegar a mi lugar de trabajo tomé la primera bebida que vi.

el lugar, como la mayoría de las veces, se encontraba dado vuelta. me entretuve con esas tareas hasta el llegar de la presencia del dueño de unos ojos semejantes al mar.

volteé los ojos con una pequeña sonrisa y me dirigí al la conocida ventanita.

—vos.

—sí, yo -me ofreció una sonrisa, la misma que hizo agrandar la mía.

¿qué me pasa?

te gusta.

¿qué? no.

sí, te gusta.

agh. estúpida conciencia.

—me tendré que acostumbrar a tu presencia.

—¿vos qué crees? ¿te gustaría? —guiño un ojo, arqueando una ceja.

—puf, a ver, deja que me lo pienso —agarré mi barbilla como si pensara y terminé negando, divertida-. no, la verdad no.

curvo sus labios hacia abajo formando una mueca triste.

—¿cómo? ¿no te gustaría tener la presencia de este hermoso joven deseandote los buenos días? —mordió su labio inferior, dejando que su sonrisa quedara a medias.

—¿cuál? ¿dónde está ese hermoso joven? —me puse de puntitas.

él rió y mi pecho sintió una calida corriente.

—mhm... bonito humor.

—bonita risa.

—bonita vos.

abrí mi boca y pestañe, sin poder responder.

—¿qué tienes en contra del barbijo?

—¿yo? nada, es... incómodo.

—incómodo -repetí.

—sí.

—okey.

—ojalá también te incomodara -susurró tan bajo que sí, apenas, escuché.

—¿huh? -arrugue mi nariz.

quedamos en un silencio.

¿qué era esto?

—¿no viene mucha gente? -él hablo.

—emm... no, a estas horas no.

—bien, toma tus cosas.

—¿ah?

—saldremos.

—¿decís...? estoy trabajando.

—lo dijiste, no viene mucha gente. veni.

—¿qué? no. igual tengo que estar acá.

—sí, sí -con una mano realizó un ademán de no darle mucha importancia.

lo vi desaparecer, la parded me impedía verlo. estire mis piernas y moví mi cabeza, sin éxito. sonó la manija desde afuera, me asusté y vigile si entraba alguien. me olvidé muy rápido de él. esta se abrió, dejando ver una figura alta de mata oscura, y de piel algo bronceada.

—¿qué...? —cerré mis manos formando puños.

mi pregunta fue callada por sus dedos, que me bajaron el barbijo dejándome con las dudas en la garganta.

—¿cómo?

los orbes celestes, de los cuales tenía una mejor vista descendieron a mi boca, recorrió el resto de mi rostro con lo que percibí que era concentración y terminó apretando los labios, desvió sus ojos negando hacia no sé qué.

—intacto.

—-¿cómo entraste?

—-ah, eso -rió, pasando detrás de mí—. hay cosas que no cambian.

—¿uh? ¿bien?

—sí, toma tus cosas. cerraremos esto —concluyó con un ademán para luego frotar sus manos.

-—woah, woah, woah. ¿qué? no. no puedo hacer tal cosa —interrumpo su magnífico plan—. planteas que nos vamos a ir, entras no sé cómo, me ordenas que cierre el lugar donde trabajo sin llegar a la mitad de mi horario y... y... ¡no tengo mis cosas!

—para tu carro —me señaló con su índice, lo aparte-. sí, planteé que nos vamos, quiero salir, ¿qué tiene de malo? entré como entra cualquier persona a un lugar: con una llave y por la puerta. no te estoy ordenando, son las doce, tu horario ya termina —hizo unos cuantos ademanes, enumerando las razones—, es domingo, el horario es de ocho a... -se giró y me sonrió, arrugue mis cejas— doce y media.

no sabía qué decir, seguía sin saber cómo es que entró. sí, por la puerta, pero, ¿qué llave? no se escuchó como si hubiese forzado la cerradura. y mi horario, podría partir su cara por mi orgullo, pero tenía razón, lo olvidé, era domingo.

—vos ganas, pero salí, no te pueden ver acá y devolve las llaves —extendi mi mano para que depositara la llave.

—mhm... sí, yo ganó, pero te aviso que como se enteren mis abuelos de que a su niño le sacó las llaves una empleada digamos que... no estarán muy contentos -ensancho su preciosa sonrisa y dejó a mí, por un lado, con la boca cerrada y por otro, las llaves en mi palma.

¿sus abuelos?

saberse el horario.

entrar como si fuese su casa.

órdenes.

—no sos mi jefe —exclame en un chillido. topé mi boca al darme cuenta de como lo dije.

su risa sonó desde el marco de la puerta.

—one minute... no dijiste que no... mmm —repicoteo sus dedos en su barbilla—. podría, debería estar enojado e irme, en cambio todavía quiero salir. y vos enana caprichosa no me rechazaste eso quiere decir que ¡saldremos! —alzó sus brazos festejando como niño pequeño, reí.

tomé mi celular y, además de los mensajes de mi mamá, se fijaba la hora de cierre.

—es una pena que me echaras —murmuró con falsa decepción—, yo sé que a ellos les encantaría saber que su niño los pasó a ver —me miró como si yo tuviera la culpa de todos sus problemas-. en fin, así es la vida.

dramático.

inhale y pensé dos veces lo que iba a decir.

—acepto, me ayudarás a cerrar e iremos dónde sea que vamos.

—¡yeah!

saldría con un desconocido.

muy bien.






¡!

mucho texto😩

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está sin editar :)

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