Capitulo 3|Eros.

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Por la mañana un olor muy rico me despierta y no que es, ni que como es que huele así y lo más seguro es que este cocinado Paula, pero... Paula no sabe cocinar, así que aquí la pregunta es...

¿Quien está cocinando?

Cuando entro a la cocina lo primero que hago es gritar como un loca, ya que la persona que está cocinado es más ni menos que el maniquí que compre ayer.

Esto no es normal.

Estoy alucinando... seguro.

Me frotó los ojos con mi mano y lo vuelvo a mirar de nuevo y el en sí, se ve como una persona normal, una persona real y no el maniquí que compre ayer del escaparate de esa vieja tienda.

— Hola.— Dice una masculina voz.— Me llamo Eros.— Se presenta acercándome a mi, lo que hace que retroceda unos pasos.

Cuando veo que se vuelve acercar, comienzo a correr hasta a el baño, ya que es el único que tiene pestillo.

— ¡Aléjate de mi!

— Solo quiero conocer a mi dueña.— Dice al otro lado de la puerta.

— ¡Eras un maniquí!— Grito y ya no pa el, si no para mi misma.

— Lo se, pero el dueño te dijo que era especial, ¿No?— Dice.

— Algo me dijo...— Contesto.

— No le creíste, ¿Verdad?— Afirma.

— No mucho...

— Entonces, ¿Para que me comprastes?— Pregunta y en su voz se puede escucha un poco de impaciencia.

— Porque me engatuso.— Respondo.— Tenía razón...— Me susurro a mi misma.

— ¿Hola?— Pregunta.— ¿Sigues ahí?— Vuelve a preguntar.

No contesto y poco a poco voy quitándole el pestillo a la puerta, para después abrir la puerta y mirar al maniquí o a la persona que hay delante de mí.

Da miedo...

Tiene el pelo castaño, los ojos marrones y con algunas pequeñas manchas verdes, de cuerpo esta bien y la piel la tiene ligeramente bronceada.

No parece un maniquí...

— Hola.— Susurro nerviosa.

— Hola.— Sonrie mostrando su perfecta mandíbula.— Me llamo Eros.— Dice dándome la mano.— Antes as salido corriendo...— Dice manteniendo la misma sonrisa de antes.

— Me... me lla..llamo A..Alice.— Digo cogiendo su manos.

Estoy hablando con un maldito muñeco.

¿Quieres desayunar?— Pregunta rompiendo el silencio que se había creado.

— Si, supongo.— Digo en un susurro que apenas se oye.

— Pues vamos...— Dice para luego girarse y comenzar a caminar hasta la cocina, lo sigo algo insegura y cuando llegamos me siento en uno de los taburetes que hay en la isla.

— Tu desayuno.— Dice sirviéndome unas tortitas con sirope de chocolate por encima.

— Tiene muy buena pinta.— Admito en voz alta.— Espero que sepa, igual que se ve.— Digo.

— Seguro.— Dice sentándose enfrente de mi, con su plato en las manos.

— ¿Que le diré a Paula?— Me pregunto en voz alta.

— Lo que quieras...— Dice comiendo.— Si quieres puedo esconderme.— Dice dándome una idea.

— Buena idea.— Le digo y el me mira algo alarmao.— ¿Que pasa?— Pregunto por su cara de susto.

— Lo decía de broma.— Dice mirándome fijamente.

— Pues tu broma se a hecho realidad.— Le digo con una sonrisa y como un bocado de las tortitas que hay en mi plato.

— ¿Donde piensas esconderme?— Pregunta, ¿Preocupado?

Era un maniquí y ahora es un humano o algo parecido a un humano...¿Sentira lo mismo que nosotros o solo lo fingira?

Supongo que fingira...

— En mi armario.— Digo, es el único sitio en el que Paula no mira... ya que no gastamos la misma talla, ella es más alta y esbelta.— Ahí te quedarás, mientras ella esté aquí y si quieres puedes salir a mi cuarto, pero sin tocar nada.— Digo apuntandolo con mi dedo índice.

Levanta las mano en forma de inocencia y dice.— Vale...

— Más te vale no tocar nada.— Amenazo apuntandolo aún con mi dedo y el asiente.— ¡No me des la razón como a los tontos!— Exclamó y el niega con la cabeza, para luego decir.

— No te estoy dando la razón, porque seas tonta..— Asegura.

— Bien.— Digo en un suspiro.

La cerradura de la puerta suena y parece que alguien está intentando entrar a casa, así que rápidamente le hago una seña a Eros, para que se vaya a mi cuarto y el casi corriendo  o literalmente corriendo se va a mi cuarto.

Cuando Paula entra a la cocina con una sonrisa, yo suspiro aliviada, porque no lo a visto.

— ¡Estoy super contenta!— Exclama con una sonrisa tonta en su rostro.— ¡Súper!— Vuelve a gritar.

— ¿Por?— Pregunto sonriendole.—¿Algo que no sepa...?— Pregunto pícara.

— Un montón de cosas...— Asegura.— Pero...— Dice alargando la "e"— Te las voy a contar todas.

— Más te vale...— Digo sonriendo y pensando en el hecho de que ella me lo cuenta todo y que yo le estoy ocultando al maldito maniquí, que parece todo un playboy por lo guapo que es.

¡Maldita sea!

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