No se que hora es, pero el sol que está alumbrando mi cara hace que de la misma molestia me levante de la cama y salga del cuarto.
Maldito sol.
Voy directa a la cocina y lo primero que me encuentro es la espalda ancha y músculosa de Eros.
¿No trabajaba?
— Hoy no trabajo.— Dice sin girarse.
¿Como muerda me a escuchado?
— Lees la mente.— Digo seriamente y escucho su risa.
— No.— Contesta.
— ¿Entonces...?
— ¿Entonces, que?— Pregunta el y está vez si se gira, pero con una bandeja.
— ¿Como sabes que estaba pensando en que hoy no trabajabas?— Pregunto.
— Lo dijistes en voz alta.— Respinde sentándose en uno de los taburetes.— Ven a desayunar.— Dice, palmeando el taburete que hay a su lado.
— Ahora entiendo todo...— Susurro en voz baja, para mi misma y voy a sentarme.
— ¿Por que no te sientas a mi lado?— Pregunta con una sonrisa de dientes blancos.
— Porque prefiero estar frente a ti, así podemos hablar y vernos a la cara.— Le explico y comienzo a comer una de las tostadas que a hecho con mermelada y mantequilla.— Esta buena.— Comento.
— Igual que tu.— Susurra, pero lo escucho, así que alzó la mirada de mi tostada, hasta sus ojos marrones con pequeñas manchas verdosas, los cuales parecían penetrar todo mi ser con su intensa mirada.
— Gracias... supongo.— Susurro.
Siento como mis mejillas se calientan, así que quito mi mirada de la suya y vuelvo a mirar a la tostada que tengo en mis manos.
— No hay nada que agradecer.
— Me voy a buscar un trabajo.— Informo, para cambiar de tema.
— ¿Por?— Pregunta y aunque no lo mire, se que me está mirando.
— Porque veo mal que solo trabajes tu.— Digo y le pego el último bocado a mi tostada.
— Yo no lo veo mal.
— Yo si.
— No quiero que trabajes.— Dice firmemente y está vez si que lo miro, con los ojos abierto de par en par y el ceño fruncido.
¿Por que no quiere que trabaje?
— No me malentiendas...— Añade.— Pero te falta medio brazo y la gente... no es precisamente buena, además, te puedo mantener.— Dice pasándose una de sus manos por el cuello.
— ¿No quieres que trabaje por la falta de mi medio brazo?
— Suena mal... pero no quiero que se metan contigo.
— No te entiendo, ¿Por que deberían meterse conmigo?— Pregunto.
Se que se an metido un montón conmigo, desde que me falta el brazo, pero no entiendo porque gente que no conozco de nada y que además, serían mis compañeros de trabajo se tendrían que mete conmigo.
Simplemente no lo entiendo.
Me levanto del taburete y como puedo ayudo a recoger la mesa.
— No hace falta que lo hagas.— Dice el sentado en su taburete y moviendo su mirada hacia mi.
— No quiero que lo hagas tú todo.— Me quejo.
— No me importa hacerlo todo.— Dice y la forma en la que dice me transmite algo que no se identificar... ¿Será preocupación? Aunque ni creo que se preocupe por mi, apenas y nos conocemos.— Si quieres trabajar...hazlo, pero conmigo.— Añade y lo miro raro.
— ¿Como que contigo?— Pregunto.
— Que trabajes donde yo trabajo.— Dice y lo miro mal.
— ¿Por que?
— ¿Por que, que?— Pregunta.
— ¿Por que debo trabajar contigo...?— Pregunto.
— Porque asi vamos y venimos juntos.— Dice con una sonrisa de oreja a oreja.
Asiento y achicando los ojos, le pregunto.— ¿Tu jefa me dejara ir a trabajar contigo?
— Claro, esta buscando a alguien para hacer de camarera.— Dice y levanto mi medio brazo, para que el lo vea.— Te pones la prótesis y listo.
— No se...
— Venga, será divertido.
— Habla con ella, dile mi condición y ya veremos.— Digo, para finalizar la conversación.
El asiente y se levanta del taburete, para luego abrazarme. Me quedo unos segundos sorprendidas y cuando pasan esos segundos, consigo rodear su espalda ancha con mi brazo.
— Gracias.— Dice y sin dejarme hablar, sigue hablando.— Por haberme sacado de esa tienda.
— ¿No te gustaba estar allí?— Pregunto.
— Si, pero me aburría y cuando quería salir no me dejaba.
— Normal...— Susurro y me mira mal.— ¿Que?No te ofendas, pero eres un maniquí.
— Tu, maniquí.— Dice haciendo énfasis de "Tu".
— Haber... mío no eres.
— Me comprastes tu.
— Lo se y por cierto... no me saliste para nada barato.
— Cien euros no es tanto para el bombon que te llevastes.— Dice señalándose el mismo y sonriendome con una de esas sonrisillas arrogantes.
— Y encima arrogante.— Susurro.
Madre mía.
Escucho como se rie y después de bajar el mentó, sonrio como una tonta.
— Sonreistes.— Señala.
— No.
— Si... eres más bonita cuando sonríes, amargada.— Dice y entonces siento como mi sonrisa se esfuma y mis mejillas se calientan, hasta el hecho de parecer que van a arder.
Arrogante, guapo, playboy y encima me piropea...lo que me espera.
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Playboy a la venta.✔
Ficção Adolescente¿Que pasaría si un día vas a una tienda y te encuentras a un maniquí en el escaparate?Nada, verda...Al fin y al cabo es lo normal en una tienda. Pero...¿Que pasaría si ese maniquí en realidad es un chico?Ahí cambiaría la cosa, ¿No? El, un playboy qu...