Manual de lo que no debes hacer.
Recuerda su risa cuando el nudo en tu garganta se arrastre.
Respira de su aliento cuando quieras morir.
Rebusca su aroma entre tus dedos y aspira hasta ahogarte.
Enreda en tu piel su cabello,
obstruye sus poros y
borra las arrugas de su frente.
Seca sus labios,
inunda su erotismo,
atrapa su lengua,
dibújale cicatrices.
Hazle daño curando sus heridas.
Persíguela cuando se detenga.
Atormenta.
Atormenta y no dejes de hacerlo.
Disfruta la vena inflamada de su cuello,
ríe con su sublime maleficio,
dispersa el elixir de dolor en la comisura de tus labios
y salpica la brillantina de placer en tu espalda.
Le hiciste el bien que le hacía mal,
y ella respondió con el mal que te petrificaba.
No hay tal bien o mal,
atormenta, sólo atormenta.
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disparate en la cafetería.
Puisi« Si la poesía no nace espontáneamente como la hoja de un árbol, es mejor que no nazca de ningún modo. » John Keats ©cmrenxcid