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La fiesta de lady Pembrooke era una de las más grandes de la temporada y no había ningún invitado que rechazara asistir, por lo que el salón de la mansión de lord Pembrooke se encontraba a rebosar

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La fiesta de lady Pembrooke era una de las más grandes de la temporada y no había ningún invitado que rechazara asistir, por lo que el salón de la mansión de lord Pembrooke se encontraba a rebosar.

Kate recordaba haberse sentido ahogada en ese mar de personas al inicio de su primera temporada, pero por fortuna ahora era capaz de tolerarlo. Sobre todo, esa noche en particular, dado que había encontrado una forma de divertirse; incluso, podía decirse que estaba feliz de estar allí.

Como siempre, había pasado horas arreglándose para que su madre aprobara el trabajo de las doncellas al peinarla y su elección de vestido. Se había decantado por uno blanco como la mayoría de los que tenía permitido llevar en su vida cotidiana.

En cuanto entraron al salón, Michael se alejó de inmediato, reclamado por sus pares del Parlamento, mientras Kate y su madre Alice, condesa viuda de Blackwell, continuaban saludando a sus conocidos.

Llevaban allí más de un cuarto de hora cuando Katherine por fin pudo ver a su amiga Grace acercarse del brazo de lord Hamilton. Los había conocido a ambos el año anterior.

A Grace la había conocido el mismo día de su presentación en sociedad. Se trataba de una joven tranquila y dulce, muy diferente a ella, pero con quien había congeniado de inmediato para volverse inseparables durante el resto del año.

Con respecto a Richard, el vizconde Hamilton, la historia había sido diferente. Él tenía veinticuatro años en ese entonces, seis más que ella, y además era un reconocido libertino. Michael le había prohibido expresamente acercarse a él luego de que aceptara bailar una pieza el día de su debut, pero Katherine no había sido capaz de cumplirlo.

Richard era diferente a todos los hombres que había conocido. Si bien al principio había coqueteado descaradamente con ella, Kate le había ganado por cansancio y él había aceptado que no caería rendida a sus pies con sus palabras melosas. A partir de ese momento, para pesar del conde, se habían convertido en amigos.

Se escabulló de la conversación que tenían la condesa y sus amigas para acercarse a los recién llegados.

—¿Ya lo has oído? —le preguntó Grace con una sonrisa inmensa y la voz cargada de emoción—. Se comenta que el duque de Egerton por fin ha regresado de sus viajes y ya se encuentra en Londres. Mi madre dice que se presentará aquí esta noche, se lo oyó decir a la duquesa viuda en la tienda de sombreros.

—Eso he oído —respondió Kate, misteriosa.

El vizconde soltó un bufido.

—No entiendo por qué tanto revuelo. Yo gané una gran apuesta anoche en White's, eso es más emocionante.

Los rizos rubios de Grace rebotaron cuando giró la cabeza hacia él y lo miró como si estuviera loco.

—Es un duque, Richard. Además, está soltero, muy probablemente buscando una esposa esta temporada. Si regresó de sus viajes es porque desea hacerse cargo de sus responsabilidades.

Para enamorarte de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora