Nicholas llevaba más de una hora sentado en su despacho, hundido en una pila de papeles que parecía volverse más alta cada vez que la miraba, cuando oyó un golpe en el vidrio de la ventana.
Esta vez no se asustó, pero sí observó la abertura con desconfianza. Para que alguien pudiera golpear esa ventana tenía que subir varios metros desde el suelo o saltar desde el balcón de Katherine. Ese último pensamiento lo alarmó e hizo que brincara de su sillón, abriéndose paso y esquivando todo el desorden que tenía en el camino.
Cuando abrió la ventana que daba al balcón, lo que menos esperó fue ver a Kate con un plato en la mano y una sonrisa dulce en su precioso rostro.
—Hola, Nicholas. Te he conseguido galletas de manteca —compuso tranquila mientras destapaba el plato—. ¿Son así como las recuerdas?
Él alternó la vista entre la muchacha y el plato, sorprendido.
—Kattie —compuso en un susurro, resignado a que nunca dejaría de sorprenderlo. Michael tenía razón cuando decía que su hermana era un peligro andante. Hermosa, dulce y bienintencionada, pero peligrosa, al fin y al cabo—. ¿Cómo has llegado hasta aquí? Por favor, dime que no has pasado de tu balcón al mío.
Ella ladeó la cabeza y lo miró como si estuviera loco.
—¿Cómo habría llegado si no? Difícilmente podría haber escalado desde el suelo con este vestido y estos escarpines.
—Te podrías haber caído, Kate. Es muy alto, te habrías roto el cuello y luego tu hermano habría pedido mi cabeza.
Ella puso los ojos en blanco.
—Qué exagerado, querido, te oyes como él. Tuve mucho cuidado y apenas si hay espacio entre los dos balcones. ¿No quieres probar las galletas?
El duque no se dejó manipular y cambiar de tema.
—¿Y si alguien entra a tu habitación y te ve aquí? ¿Cómo lo explicarás?
—He cerrado con llave y de aquí oiré si alguien golpea. ¿Lo ves? —canturreó, victoriosa—. Lo he pensado todo. Yo no dejo cabos sueltos, Nicholas.
Nick la contempló en silencio hasta que se resignó. Ella supo el momento exacto en el que él decidía dejar de discutir y extendió el plato con las dos manos, incitándolo a probar una galleta.
—Veamos, ya que has arriesgado tu vida para traérmelas, lo menos que puedo hacer es probarlas, ¿verdad?
Sonrió como un niño. Se veía tan hermoso bajo la tenue luz del sol que Kate sintió que el corazón se le aceleraba y aparecían, una vez más, esas extrañas cosquillas en su bajo vientre.
—Están deliciosas, mejor de lo que recordaba. Gracias, Kattie. Pero no tenías que tomar semejante riesgo por mí, podrías haberme enviado una nota y hubiese ido a tomar el té contigo.
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Para enamorarte de mí
Historical FictionLady Katherine descubre que el duque de Egerton es capaz de provocarle emociones que nunca había experimentado y, ávida por explorarlas, elabora un plan infalible para seducirlo. *** Lord Nicholas Sutherland, duque de Egerton, acaba de regresar de u...
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