Lady Katherine descubre que el duque de Egerton es capaz de provocarle emociones que nunca había experimentado y, ávida por explorarlas, elabora un plan infalible para seducirlo.
***
Lord Nicholas Sutherland, duque de Egerton, acaba de regresar de u...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Katherine se quedó helada cuando sintió que Nick posaba sus labios sobre los de ella. Había podido adivinar que estaba intentando ocultarla de alguna manera, pero nunca hubiese podido imaginar que la besaría.
Era su primera vez y no tenía idea de cómo actuar. Se sentía mareada. Estaban tan cerca el uno del otro que podía sentir los latidos del duque como si le pertenecieran mientras que el calor que él emanaba la cubría de pies a cabeza.
Cerró los ojos, porque él así lo había hecho e intuyó que eso debía ser lo correcto. Colocó las manos sobre los gruesos brazos que la rodeaban y se dedicó a sentir. Sentir el contacto de sus labios, su suavidad... Le gustaba la forma en que estos la acariciaban cuando se movían y cómo el aire que el hombre expulsaba por su nariz le producía cosquillas.
Nunca se había detenido a pensar en cómo sería besar a alguien, y ahora, sin proponérselo, acababa de descubrirlo. Es maravilloso, pensó.
—¡Usted! —bramó una voz, arrancándola de su ensoñación.
Nicholas se enderezó y, sin dejar de cubrirla, se giró hacia el hombre.
—¿Sí? —preguntó destilando aquel aire de superioridad que le concedía su título—. Ah, Bradford, ¿verdad?
El aludido no se amedrentó e infló el pecho al mismo tiempo que una mujer menuda, con el porte de una dama, se asomaba detrás de él.
—Sí, soy yo. Egerton, ¿está usted siguiéndome?
El duque alzó las cejas y sonrió son suficiencia.
—¿Le parece a usted que estoy siguiéndolo, lord Bradford? Porque como yo lo veo, los dos estamos aquí por lo mismo.
Recién entonces, Kate lo comprendió todo y dejó escapar un jadeo golpeando a Nick en la espalda. Él estiró un brazo por detrás para mantenerla quieta y, más importante aún, oculta.
—Ya veo —murmuró lord Bradford.
—Sí —sentenció Nicholas—. Estoy seguro de que los dos seremos igual de discretos, ¿verdad? A ninguno de nosotros nos convienen los comentarios, ¿no cree?
El hombre asintió con lentitud.
—Por supuesto, por supuesto. Tiene usted toda la razón. Que... tenga una buena noche, Su Gracia.
El barón se giró, llevándose a la dama consigo, quien se veía mucho más apresurada que él por marcharse.
Nicholas se volvió hacia Kate, aliviado, notando en el rostro de ella una expresión extraña, pensativa.
—Se han ido. Hemos tenido suerte —comentó, llevándose una mano a la frente—. Pero no sé si serás tan afortunada la próxima vez, Kattie. Espero que esto te enseñe a ser más prudente.
Ella ignoró las palabras del duque y alzó sus ojos grandes y confundidos hacia él.
—¿Me besaste para fingir que estábamos aquí por lo mismo que ellos?