Daddy's little boy || GgukJin

XV. Rudos

Es una noche tranquila en el centro comercial cuando la pareja sale en una rápida escapada nada fuera de lo común. Ir al cajero podría resultar bastante insulso si se piensa, pero con Seokjin a su lado, Jungkook sabe lo que puede pasar. Siempre es un placer ir juntos en el coche, tomarse de las manos en el pasillo, entrar a tontear a las tiendas y comprarle a su bebé un montón de ropa y juguetes que desee (últimamente le gustan demasiado los conejos) o hacer las compras juntos, con muchos besos de recompensa.  

Pero definitivamente, no esperaba que algo tan desagradable sucediera.

La fila tardó más de lo usual y Jin, curioso como su naturaleza, se alejó del pequeño kiosco fuera del área de bancos para comprar un helado. No pueden culparlo, no cuando el aroma a chocolate derretido lo sedujo con tanto descaro.

Jeongguk le dio un beso y su billetera y así, su pequeño y escurridizo ángel hizo fila para un helado, moviendo sus talones de adelante hacia atrás con una tonadita inventada en la lengua. Todo iba de maravilla.

"Por favor, inserte su tarjeta y no la retire hasta que sea indicado" ¡Maldición! Ocho malditos intentos de lo mismo y el cajero sigue sin leer su tarjeta. ¿Era en serio? ¡Cuando solamente llevaba una!

Jungkook gruñe por lo bajo una maldición y retira por última vez la tarjeta de la ranura, escuchando un "Transición incompleta" de esa voz robotizada a la que definitivamente le tomó manía. Detrás suyo, una mujer de avanzada edad suspira satisfecha de que ha llegado su turno y a Jeon no podría importarle menos. Tiene el estrés por las cejas y el malhumor hasta la frente, con las manos en los bolsillos del abrigo de cachemir y la nariz medio hundida en la bufanda.

Pero todo enojo se disipa cuando en ese pequeño kiosco de helado no está Seokjin.

Jeon siente como el alma le abandona el cuerpo, miles de escenarios uno peor que el otro cruzan por su cabeza y avanza a pasos rápidos sobre la loseta pulida, dejando atrás los cajeros automáticos y el kiosco, únicamente buscando a su cielo entre la gente. Nadie, absolutamente nadie podría detenerlo de encontrarlo.

Llevado por el puro instinto y el miedo, llega a la zona de Árcade, pero ni un solo rastro de Seokjin. Ni frente a la máquina de peluches ni el tapete de baile. Afortunadamente esta a una esquina de la salida, a pasos del estacionamiento y ahí, cuando el frío golpea su cuerpo lleno de adrenalina y calor cuando lo ve.

Rodeado de tres sujetos para nada agradables a la vista, visiblemente asustado y definitivamente incómodo. Uno de ellos le empuja por una cosa que ha repetido el tercero y Seokjin se encoge en su sitio, abrazando su propio cuerpo, negando con la cabeza.

—Ah, el niñato va a llorar...

—Si lloras, es más divertido.

—Pero mira que monada, enséñame, dulzura. 

Jungkook mente no necesita preguntar y avanza más rápido de lo que pensó hacer nunca para apartar de un empujón al sujeto que se atrevió a siquiera tocar a su adoración. La alarma del auto contra el que impacta no es suficiente para hacer reaccionar y salir de su ira a Jungkook, quien sin dudarlo arremete en dos certeros golpes contra el tipo. Uno de ellos lo toma por los hombros y tropieza, apenas es capaz de escuchar un "¡Jeongguk!" asustado de los labios de su pequeño. 

El segundo en cuestión da un traspié, esquivando con éxito el revés de Jeon. 

—¿Cuál es tu maldito problema? —lo empuja por los hombros. El aroma rancio del alcohol barato en su aliento.   

—¡No toques a mi novio! —y de un puñetazo a la quijada, cae al suelo.

Al tercero no hubo ni que tocarlo. Salió corriendo tan pronto su camarada escupió sangre al suelo.

—Carajo —se limpia, con la manga sucia del abrigo—. Putos niños mimados.

Apenas el hombre da un paso intentando levantarse, Jungkook lo toma por el cuello, a la altura de sus ojos.

—Corre. Corre como la maldita cucaracha que eres o de mi cuenta corre que te quedes sin huevos. ¿Queda claro?

—¡Vámonos! —intercede el primero, desde el auto y con la cabeza sangrante por el vidrio roto—. ¡Corre, demonios!

Los dos hombres se alejan, uno peor que el otro y se pierden, saliendo del estacionamiento. Sin darse cuenta del dolor o de los golpes en sus nudillos, sin pensar en absolutamente nada más, Jungkook abraza a Jin contra su pecho, escuchándolo hipar de llanto y él con el corazón hecho trizas en el pecho. 

—Bebé, mi dulce ángel... —le acaricia el cabello, la espalda, le besa la frente sin freno, mientras Seokjin se hunde en su pecho—. Perdóname, perdóname mi cielo, no debí dejarte solo. 

Jin atina a negar con la cabeza, más fuerte de lo que debería se talla la carita con ambas manos, limpiando sus lágrimas angustiadas.  

—Ellos, ellos querían y yo, no encontraba el auto, ya no estabas y y-

—Ya, está bien, ven aquí... —sin dejarlo continuar, Jungkook braza de nuevo, recargando su mejilla en la cabeza del menor—. Shh, mi pequeño, estás a salvo, estás conmigo...

Jin asiente, liberando de a poco el fuerte agarre de sus manitas en el abrigo de daddy.    

—Quiero irme a casa.

Jungkook asiente, besando suavemente los labios de Seokjin mientras sujeta su carita. Pero hay un pequeño problema...

El vidrio del auto, está roto. Y ese auto no es suyo.

—Uhm... Cariño...

—¿Uhm?

—Creo que debemos esperar un poquito —el mayor le despeja la frente de los cabellos castaños y rebeldes—. Tengo que arreglar lo del auto antes.

Curioso y confundido, Seokjin alza una ceja con un pequeño puchero en los labios.   

—¿Por qué?

—Porque rompí el cristal.

El menor abre bien grande sus ojitos, su boca y se tapa con ambas manos al percatarse del cristal roto de ese Pontiac al cual no le había puesto atención entre toda la conmoción.    

—¡Daddy!

Entre risas, Jungkook lo atrae de nuevo a su pecho.   

—Shh, tú no has visto nada, no debes aprender cosas malas...

—¿Podemos esperar en el auto al dueño del otro auto? 

—Síp, sí podemos —lo mueve con cariño de un lado a otro—. ¿Pero sabes que es mejor que esperar?

Con las mejillas abultadas por las manos de daddy sobre ellas y un puchero en los labios, Jin pregunta: 

—¿Qué? 

—Esperar con helado —un beso fugaz en los labios—. Vamos, compremos dos copas de todos los sabores, bebé.

  
  

-jeonseokjinniee.