2. DOUĂ

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Fue difícil poder pegar un ojo en toda la noche. Y no precisamente por los truenos que resonaban por todo mi piso.

No.

Era por él. Mi atractivo -y despampanante- vecino.

No entendía que me pasaba, si ya había visto chicos hermosos en mi universidad. Pero él era distinto. Su mirada, su postura, la manera en que me sonrió y habló.

Definitivamente había algo en él que parecía llamarte. Un algo que te incitaba a estar cerca suyo.

Giré mi cabeza hacia mí mesita y vi que el reloj ponía las seis de la mañana.

Excelente, no dormí nada.

Me senté en la cama y miré con pereza la puerta del baño, la cual daba justo en frente a la de mi habitación. Podía ver como el espejo se empañaba, del frío que hacía, y por la ventana el cielo oscuro.

Ni siquiera había amanecido del todo y ya sabía que mi día no sería el mejor.

Cuando por fin me digne en levantarme de la cama, mis sábanas se enredaron en mi pie y el suelo me recibió con mucho amor.

Apostaba a que el ruido resonó hasta el piso de abajo y no pude evitar sentirme avergonzada.

Me costó alzar mi cuerpo, pero al final entre al baño para comenzar a bañarme. Me aliste, arregle mi cabello y busque las cosas que llevaría en mi bolso. Estando en la cocina, recordé que debía pasar al supermercado al salir de clases, y decidí comprar desayuno en el camino.

Tomé las llaves de la mesita junto a la puerta y vi que ahí seguía el destornillador que me prestó Cam, mi vecino.

¿Debería devolvérselo ya?

Sería lo mejor, a pesar de que él dijo que no lo necesitaba. Igualmente, agarré la herramienta y salí cerrando la puerta con la llave.

Me detuve frente a su puerta, con las manos temblando y no queriendo llamarle. Alcé mi brazo y cuando estuve a punto de rozar mis nudillos, la puerta se abrió.

Un olor a huevos revueltos hoz rugir mi estómago y en cuanto subí la mirada casi creí que me iba a desmayar igual que ayer.

Llevaba una camiseta que se pegaba a la perfección a su cuerpo. Sus brazos, lo bastante trabajados, se flexionaron en cuanto se apoyó en el marco de la puerta. Tenía el cabello algo desordenado, como si acabase de despertar.

-Yo...um... -tartamudee mirándolo fijamente.

Me sonrió, tan abiertamente como el día anterior, y señaló con su cabeza el destornillador que tenía en mi mano.

-¿Te sirvió de algo? -preguntó con voz ronca.

Dios, soy yo otra vez. ¿Habrá un espacio libre para que me recibas ya? Es que la voz de mi vecino me acaba de dar un ataque al corazón.

Podía imaginar lo roja que estaba. Mi garganta se secó y antes de que pudiera decir algo, la voz de una mujer me hizo cerrar mi bocota.

-¡Cam! Más te vale que me digas donde pusiste mi blusa o te juro que pateare tu trasero.

Detrás de él una chica pelirroja caminó, llena de furia, hasta la cocina y pareció rebuscar algo.

Trague fuerte, tratando con todas mis fuerzas que el nudo de mi garganta bajase, pero era inútil.

No había pensado que pudiese tener novia.

-Reyna, no tomé tu blusa. Estoy muy seguro de que debe estar justo donde la dejaste anoche.

Astros (Celestial 2.5#) ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora