Scrolls and Ingredients

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A Louis nunca le ha gustado ser un omega. Desde su primer celo a la desprevenida edad de trece años, ha estado buscando formas de huir de su destino.

Se suponía que los omegas debían vivir vidas pacíficas protegidos por los alfas de su tribu, ser cortejados y elegidos por un alfa en particular y formar una familia con él. Se suponía que debía ser feliz—simple—y alcanzable. No debía ser una fantasía lejana. Pero para Louis, eso es todo lo que era.

Para ser un candidato deseable como lobo omega, uno debía tener el equilibrio perfecto entre un corazón fuerte y una delicada sumisión. Debían someterse respetuosamente a las órdenes de un alfa —las cuales se suponía que solo se dictaban por una cuestión de protección en primer lugar— y debían hacerlo sin problemas.

Pero Louis no tenía ese tipo de relación con los alfas. Nunca se había sometido a ellos, incluso cuando se enfrentó a su timbre vocal dominante y atrapante —el howahkan— el cual le ordenaron obedecer justo frente a su cara. Howahkan es el término para ese tono autoritario, horriblemente fuerte y enérgico que se utiliza una y otra vez para hacer que los desobedientes omegas se arrodillen avergonzados. Un voto inquebrantable; una orden ineludible; a cada omega que lo escuche. Cada omega, excepto él.

Los alfas no podían controlar a Louis, por lo que tendían a ser más agresivos con él para tratar de romper de alguna manera su resistencia involuntaria. Nunca lo trataron con la gentileza que se suponía que debían otorgarles a los omegas porque se negaban a verlo como tal.

Durante toda su vida, Louis ha esperado que apareciera un alfa con un howahkan lo suficientemente poderoso como para despertar su hipotética naturaleza dormida y arreglar su destrozada vida. Pero ninguno lo ha hecho, ninguno puede hacerlo.

Nunca será un omega, por lo que aquí estaba; solo —abandonado— en medio de un bosque tediosamente cubierto de maleza, murmurando en voz baja y hurgando en el frondoso suelo en busca de cualquier cena que pudiera encontrar.

Sus músculos se tensaron en protesta por esta lamentable posición encorvada en la que había pasado demasiado tiempo cazando, pero si no conseguía nada antes de la puesta del sol, se le dificultaría obtener algo. Incluso si cambiara a su lobo, su visión nocturna era ridículamente inexistente. No atraparía una maldita mierda en la oscuridad. A pesar de estos temores muy razonables, se rindió enojado asumiendo la pérdida, cayendo contra un árbol en señal de derrota. En el momento en que se sintió cómodo, una ardilla atravesó el claro vacío, lo que le hizo soltar una carcajada de aceptación cínica. No necesito comida.

Como era de esperar, como siempre ocurre cuando se deja a la deriva, su mente vagó hacia el inquietante abismo de desolación en el que vivía perpetuamente, de modo que se encontró lamentando cada decisión que había tomado hasta ese momento, repasando todas esas pequeñas cosas que podría haber hecho mejor, hecho de manera diferente o no haber hecho en absoluto.

Verás, Louis había sido desterrado de manera irreversible de su manada natal —por muchas razones— pero las que sobresalieron fueron la insolencia, desobediencia, robo, altercados físicos, mentir, faltar el respeto general a la autoridad y, con frecuencia, difamar al Pack Alfa, sin importar si Rixon Bahe se lo merecía o no. Toda la pesada lista se había pronunciado sobre su cabeza inclinada, rodeando gélidamente su cuello como su propia palabra personal: soga. Despojándolo de cualquier sentido de pertenencia durante toda su vida. Y fue todo culpa suya.

La lista era mucho más larga, por cierto, pero no podía recordar cada error que había cometido contra las leyes de la manada; era más fácil contar las reglas que sí había seguido. Lo entendía en retrospectiva, sin duda él también se exiliaría, pero la ceremonia de destierro había sido innecesariamente humillante. Había estado de pie sobre una sagrada piedra en medio de su lascivo pueblo, rodeado por los trescientos cincuenta y dos alfas y omegas de la Tribu Siksika, como un trozo de carne para asar. Una gran parte de ellos incluso habían estado animando y bailando en un círculo de tambores, celebrando a los Dioses, mientras él esperaba vergonzosamente el inminente repudio de su gente. No son los últimos recuerdos más entrañables que tiene de ellos: las ratas.

Only You Can Be My Alpha || L.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora