1 año después de escribir su nombre en Hollywood.

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Extra de Deo.

Actualidad.

Un año.

Había pasado un año desde que vi por última vez a Adara, un año desde que murió.

Un año desde que la perdí para siempre.

Ya no hay marcha atrás, no hay segundas oportunidades. Ya está hecho.

No es la primera vez que estoy separado de ella, lo he estado antes. Sin embargo, es la primera vez que me siento tan roto. Porque sé que, por mucho que lo deseé, no puedo volver a ella nunca. Se ha ido, aún no me he hecho a la idea, pero lo ha hecho.

Siempre pensé que teníamos un hilo, uno que nos conectaba y, sin importar lo que pasara entre nosotros, nos llevaría de vuelta con el otro. Adara siempre ha sido mi hogar, aunque estuviéramos separados, aunque ella estuviera con Guillian, con Natasha, con quien fuera. Sabía que, llegado el momento, estaríamos en un piso de Grecia, con un anillo en su dedo anular y miles de portafotos. Quizá ese hilo no se haya roto, pero es imposible seguirlo.

Y todo se había ido. De la noche a la mañana.

Sus ojos azules que me obligaba a ver al mirarme en el espejo, su cabello castaño que veía en la pantalla de mi móvil, su voz que necesitaba escuchar por la noche hasta quedarme dormido. Adara no volvería nunca, nuestra historia había dado con su punto y final.

Ya no hay más comas, más párrafos, más letras incoherentes. Ya no está ella, así que, ya no estoy yo.

Llego a mi casa. Estoy destrozado, pero no es una excusa para mi trabajo. Siento que, cuando estoy cerrando la puerta con llave, mi cuerpo entero tiembla. No sé si es rabia o conmoción, sospecho que son todas las emociones que debería haber sentido hoy y he tenido que reprimir, todas ellas están saliendo a florecer.

Mi vista se vuelve nublada y mis pies flaquean. No puedo sostenerme en pie, sigo temblando y tengo miedo de que falle mi respiración.

Me tiro al suelo y saco el móvil de mi bolsillo. No puedo verla ahora, no puedo.

Pero mi corazón me lo pide a gritos.

Ya no puedo llamarla, su número ha dado de baja y ya no puedo recurrir a su buzón de voz. Me quedan los audios, los vídeos y su cuenta de Instagram.

No me meto a las fotos, no puedo soportarlo ahora. Veo todos los mensajes que le he mandado este último año y deslizo la opción de enviar un audio. Siento que estoy hablando con ella, que me está escuchando. Me siento mejor.

—Hola, mi amor. —Mi voz está rota, completamente marchita—. Hoy ha sido... —No puedo parar de llorar. Cierro los ojos—. Joder, ha sido un día de mierda. Se me ha caído el café encima, he perdido unos documentos importantes y..., ha salido todo mal. Todo.

Me encojo más.

—Y sé me dijiste que sintiera las cosas, que las expresara, pero es una mierda, Ada.

Paso el torso de mi mano por la mejilla.

—No puedo parar de pensar que tú... No estás. —Lo siento más real al decirlo en voz alta y suelto un sollozo—. Eres todo lo que pasa por mi cabeza, a todas horas. Lo serás hasta que me muera y, joder, por fin esté contigo. Necesito saber que hay algo, que hay algo después y que estaremos toda la eternidad juntos. Que voy a poder escucharte refunfuñar una vez más por las mañanas, que te voy a poner de los nervios otra vez y me vas a mandar a la mierda.

Me duele el corazón. Siento que está roto, que es imposible de recomponer.

—Dios, daría lo que fuera para volver a verte. Te juro que vendería mi alma por poder estar contigo un minuto más, decirte lo mucho que te amo con cada parte de mi corazón, lo mucho que eres para mí. Todo. Lo eres todo, absolutamente todo lo que soy es por ti. No hay un yo sin ti, Adara.

»Ha pasado un año, un puto año sin verte y... Necesito volver, volver a esas mañanas en las que entraba en tu cuarto a hurtadillas para arroparte porque ni siquiera te molestabas en hacerlo, volver a cuando te cantaba canciones, a cuando te besaba, a cuando acariciaba tu pelo y te murmuraba historias hasta quedarte dormida porque no podías hacerlo. Joder, echo de menos que te metieras en mi cuarto porque no podías dormir, cuando te acurrucabas a mi lado y me decías que era importante para ti. Yo nunca... —Trago saliva—, nunca te dije, no en ese entonces, lo mucho que te quería y lo mucho que me asustaba perderte, Ada. Recuerdo que, cuando te vi entrar por primera vez a mi casa para quedarte, con los ojos rojos, cuando me abrazaste en el umbral, ahí supe...

»Supe que no iba a poder deshacerme de ti nunca, que había un lazo invisible que nos unía. Supe que, como dicen los románticos empedernidos, eras el amor de mi vida, ¿qué digo? Eres el amor de mi vida. Siempre lo serás, mi amor. Te echo de menos y te prometo que estaremos juntos, te lo prometo.

Apago el móvil y lloro más de lo que he llorado nunca. Siento mi corazón palpitar, pero no está vivo. No después de esas dos veces; la vez que se rompió, y la vez que sus dos piezas se convirtieron en añicos tan pequeños que a veces creo que no queda nada de ellos.

La vez que pensé que la perdía y la vez que la perdí.

La vez que la vi en esa cama de hospital y la vez que me despedí de ella por última vez.

Cuando por fin aprendí a respirar, cuando sentí mis pulmones llenos de oxígeno, mis piernas se negaron a ponerse en pie.

Dormí en el suelo, frente a la puerta de mi casa. Igual que dormí en el suelo la primera vez que leí la carta, en ese estúpido hotel.





Como la llamada de un ángel al año siguiente, el hermano de Adara aparece en la ciudad. Está exhausto, pálido y con señales en los brazos. Está en la tumba de Adara y, quiero creer, ella me grita que lo siga. Hay algo superior a mí que me brama que debo seguir a ese hombre.

Fue una bonita casualidad verle dejar una cestita en la iglesia al lado del cementerio. Fue una bonita casualidad recogerla y ver a un bebé en ella. Fue una bonita casualidad que fuera una niña.

Pero, fue una maravillosa elección llamarla Adara.


Aunque, desde entonces, no he creído tanto que todo fuera obra de unas casualidades.

Su nombre en Hollywood.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora