XXIII

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«sin corregir».

Algo que exasperaba a Draco más de lo que alguna vez admitiría era lo cerrada de mente que podía llegar a ser la comunidad mágica con la homosexualidad. En general, inclusive los muggles se incomodaban con sus menciones, pero en el mundo mágico era un repudio mucho más profundo, más doloroso, de alguna forma.

Draco siempre tuvo claro que le gustaban las chicas. Era el primero en fijarse en cuando a las chicas se les levantaba la falda con el viento —claramente, Pansy, Daphne o Millicent reprendiéndole al instante si se daban cuenta—, además de ser un rompecorazones de primera. Era guapo, sangre pura, rico y de familia reconocida, cosa que lo hacía un blanco directo para muchas chicas, y él tampoco se quejaba; le gustaba la atención femenina.

Pero así como se había pillado a sí mismo observando a Pansy cambiándose la camiseta frente a él, se pilló observando la polla de Blaise por las mañanas antes de que él despertase. Su amigo tenía la mala manía de dormir semidesnudo o directamente desnudo, cosa que no le facilitaba nada. No fue muy complicado descubrir que tiraba para los dos lados de la carretera, fue complicado aceptarse y conseguir que sus padres no lo lanzaran a la calle al enterarse.

A Narcissa no le había costado tanto el aceptarlo; era su madre, conocía muy bien a su hijo, lo único que le molestó fue la forma en la que se tuvo que enterar, pero Lucius fue completamente lo opuesto. Repudió a su único hijo como si fuese la peste, aquellas actividades que hacían antes como padre e hijo se desvanecieron como si nunca hubiesen sucedido, porque él no podía concebir que su hijo fuera un "maricón". Draco debía admitir que eso había dolido más de lo que aparentó, pero agradeció tener la ayuda de sus amigos para sobrevivir ese proceso.

Pero que los comentarios de su padre doliesen no significaba que se iba a dejar joder por los comentarios de los demás. Por eso mismo, en esos momentos, tenía acorralado a un ravenclaw de tercer año contra la pared, el cual le había gritado "estúpido mariquita" mientras entraba a una de sus clases.

—Dime, ¿te crees superior por ser heterosexual, Michaels? —inquirió, aferrándose a su túnica.

El chico, asustadizo, negó frenéticamente con la cabeza, de repente la valentía que lo había empujado a gritar aquellas palabras despectivas se esfumó.

—Me alegro. Espero que, a la próxima, te fijes bien con quién te vas metiendo por la vida, capullo —espetó, soltándolo bruscamente y empujándolo hacia adelante. A pesar de casi caer de bruces al suelo, el menor encontró equilibrio y salió disparado de allí.

El rubio pensó que podría tener un momento de paz para fumar un cigarrillo, pero escuchó una voz por el pasillo.

—¿Metiéndote con menores que tú, Malfoy? Eso no es muy maduro de tu parte, ¿no crees? —el desprecio en esa voz hizo que su estómago se revolviera.

—Para tu información, San Potter, no me gusta quedarme callado cuando me provocan —gruñó en respuesta, intentando que el tono ajeno no le afectara. No lo consiguió.

—Eres insoportable —masculló el contrario, caminando en su dirección a paso furioso.

—Cuando gemías mi nombre no te parecía insoportable —contraatacó, metiéndose las manos en los bolsillos.

—No puedo pensar mucho con mi polla en tu boca, ¿puedes culparme? —bufó él, posicionándose justo al frente del otro. El rubio sintió los músculos de su cuerpo tensarse ante su cercanía.

—¿Qué quieres, Harry? —cuestionó directamente, sin ganas de andar con rodeos.

—¿Por qué tan a la defensiva, Draco? —preguntó el contrario, haciéndose el tonto. El más alto puso los ojos en blanco.

Maldito Veritaserum; Pansmione.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora