Bienvenidos Daiki y Hana

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Estaban paseando en una playa cerca de la casa. Esa mañana el Bebé había estado más inquieto de lo normal pero supuso que estaba bien, después de todo ya estaba dentro de los últimos meses previos al parto. Cuando la Doctora les dijo que Takemichi iba a presentar algunos cambios de humor y antojos se quedó corta. ¿Quién en su sano juicio se le antoja comer atún con helado de chocolate o galletas con mayonesa? Luego estaban los cambios de humor tan volátiles donde el Omega podía estar tranquilamente viendo una película pero en alguna escena donde el chico deja a la chica este les marcaba llorando y pidiéndoles que jamás lo dejen pero luego cambiaba y los amenazaba diciendo que si lo dejaban se olvidaran del Bebé y que de todas formas él se iría con otro Alfa; claro que todo esto se terminaba resolviendo en la cama pero eso son detalles. 

Conforme el paseo iba avanzando el ojiazul se sentía más inquieto, el Bebé había empezado a moverse más y a dar patadas así que mejor se fueron a sentar a unas de las sillas playeras que estaban en el lugar. 

–¿Cansado?– Preguntó Kisaki 

–Un poco, ha estado muy inquieto esta mañana y no deja de dar patadas– Respondió el pelinegro mientras daba caricias con sus manos a su abultada barriga

El de mechón rubio (aunque ahora con el cabello más largo) se acercó a la barriga del Omega y con voz baja empezó a hablar con su hijo o hija –Ey pequeñín, tu Mamá está algo cansada y la ayudarías mucho y si no te movieras tanto– Con cuidado dejó un beso en la zona alta de la barriga transmitiéndole su cariño al pequeño –Nosotros también estamos ansiosos por conocerte pero no queremos que le des tantos dolores a Mamá 

Cuando llegaron a Filipinas Kisaki buscó a la mejor Obstetra para que llevara el control de Takemichi, cuando entró en el quinto mes ella les pregunto si querían saber el sexo del Bebé o aún mejor, si querían saber si era más de uno, sin embargo los tres quisieron que fuera una sorpresa. Con el paso de los demás meses los Alfas intuían que el pequeño Omega llevaba en su vientre a dos hermosos seres ¿Cómo saberlo? Fácil, sus instintos se los decían, eso y que la cantidad de comida que ingería el ojiazul era demasiando para un solo Bebé y que Hanma ha sentido más de una patada al mismo tiempo y en diferente lugares. 

–¿Por qué no regresamos a casa y descansas un poco?– Preguntó el de lentes recibiendo un asentimiento del pelinegro

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En Tokyo las cosas no iban muy bien Koko e Inui habían dejado la ToMan y con lo gastadora de dinero que era Touka los fondos de la "pandilla" se estaban yendo en pique. Los Alfas habían tratado de hacerle ver que estaban en una situación complicada pero ella no les hacía caso y seguía gastando sin parar. 

Estaban en una reunión, Makoto se había queda con una niñera en lo que ellos veían la forma de cómo salir a flote. El ambiente estaba pesado, los miembros sabían que no debían hacer enojar más a sus Alfas ni decir algo fuera de lugar, pero tal parece que eso no le importó a cierta persona que iba llegando al Santuario.

–Así que esto es la ToMan hoy en día, que patético– Al hombre no le importó la mirada de muerte que le daban los Alfas, al contrario, las disfrutaba, en especial la que le daba unos ojos onix desde la cima

–¿Qué haces aquí? Esto es territorio de la Tokyo Manji y por lo tanto no puedes estar aquí– Dijo a la defensiva el pelinegro de la la Primera División 

–¿Así es como saludas a un viejo amigo Baji?– Dijo burlonamente mientras más se acercaba a ellos

El silencio reino cuando el tipo llegó al filo de la cima, la mirada que le daba Mikey era amenazante pero eso a él no le hacía sentir nada. 

No soy defectuosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora