1. El Bar

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Horacio estaba confundido. Por alguna extraña razón, había despertado dentro de una estación de trenes. Esta no era para nada familiar. Incluso, le pareció fuera de lugar el ascensor que lo recibió en su aparente destino. Este paso por varios pisos hasta detenerse en el número 32. Al bajarse con cuidado, ingresó por un largo pasillo, el cual lo dirigió a un gigantesco bar de lujo. Las paredes estaban recubiertas de finas telas y adornos de cristal. Así mismo, el espacio estaba sumergido en tenues luces fluorescentes. Por otro lado, en algunas partes del bar se podían observar inmensas peceras con una gran variedad de especies.

Al seguir caminando, sintió un poco de temor a pesar de encontrarse en un ambiente tranquilo y relajado. La música era suave y dulce. Cualquiera se podría dejar llevar por el ritmo lento y pausado de aquellas melodías de Jazz. No obstante, algo no estaba del todo bien. Por ejemplo, ¿cómo había llegado a dicho local? ¿Qué había hecho durante el día? y ¿Porque su cabeza era un mar de recuerdos aleatorios? Horacio no podía formar una secuencia coherente de acontecimientos. Simplemente, su mente no podía recordar. Sin embargo, todas sus dudas desaparecieron al identificar a cierta persona en la barra principal.

El temido y respetado comisario de Los Santos, Viktor Volkov, se encontraba bebiendo un vaso de fino Vodka. Al parecer, el ruso era atendido por un extraño camarero, el cual le facilitaba algunos pasabocas e intentaba crear una breve charla. Sin darse cuenta, Horacio siguió su camino hasta la silla junto al comisario. Algo en su interior le decía que había aparecido en el momento indicado, como si lo hubieran estado esperando.

Por su parte, el ruso tomó de un solo trago su bebida. Luego, este dirigió su mirada hacia el nuevo visitante, tratando de mostrar algún tipo de sorpresa. No obstante, la presencia del inspector Perez no le incomodó o le causó asombro. Una sensación vacía se alojó en su pecho, generando una melancolía triste a su alrededor. Por raro que pareciera, Volkov presentía la existencia de asuntos pendientes entre ambos. Lastima que no podía recordar cómo había llegado al dichoso bar.

- Comisario Volkov... Es una sorpresa encontrarlo por aquí. No sabia que le iba a los bares de mala muerte... - Expresó el joven chico de cresta, el cual observaba de reojo al camarero que aparentaba desinterés.

- Priviet...Puedo decir lo mismo, Inspector Perez. - Dijo el ruso con un tono severo como de costumbre. Incluso, en un espacio fuera de lo habitual, el comisario no se permitía bajar la guardia.

- Joder... ¿Eso qué quiere decir Volkov? - Preguntó Horacio tratando de descifrar el rostro neutral del mayor.

- Nada. Usted no lo entendería... - Terminó su intervención dejando escapar un profundo suspiro. Se sentía agotado, casi sin aire. ¿Porque su cuerpo se debilitaba con una lenta sensación de asfixia? Una gran ansiedad lo carcomía por dentro al no encontrar una respuesta lógica.

- Tú no cambias tío... - Dijo un cansado Horacio, para luego cuestionar. - ¿Siquiera sabes por qué estamos aquí? Ya le digo yo, que no tengo ni idea...

- Yo le voy a ser sincero Horacio, estaba por hacerle la misma pregunta a usted. No sé cómo llegué aquí. Solo entré por la puerta de atrás y este caballero me sirvió un vaso de Vodka. - Dijo mientras señalaba al extraño camarero. Este era incluso más pálido que el mismo ruso.- Por raro que le parezca, en este caso, debo admitir que nada tiene sentido. Además, no quiero ser grosero, pero no entiendo porque usted está aquí conmigo, cuando mi compañero era Conway... Al menos, eso es lo último que recuerdo. - Término un intranquilo Viktor. Al parecer, la máscara del mayor se estaba comenzando a fracturar.

- Yaaa... Pues bueno Volkov, si quieres y no te molesta, podemos irnos juntos y tratar de resolver el misterio. Total, no puedo perder el tiempo, tengo que encontrar a mi herma... - Antes de poder terminar su propuesta, Horacio fue interrumpido por el camarero, el cual se había mantenido al margen de la conversación hasta ese preciso instante. Algo no estaba del todo bien.

- Lamento interrumpirlo Sr. Perez, pero aquello que usted sugiere es imposible. - Sentenció con seriedad el aparente anfitrión de la noche.

- ¿Como? - Dijo el ruso tratando de salir de su estupor, inducido por el Vodka y la lenta sensación de desvanecimiento.

- Pero vamos a ver... Díme pelucas, ¿quien coño te crees para decirme que debo de hacer? ¿Con quién crees que estás hablando? - La molestia del menor era notable en su tono de voz. - Olvidalo Sebastian, anda, vete por ahí a servir cervezas y luego te vas a tomar por culo... Volkov, vámonos de una vez. - Dijo girando su cabeza para encontrarse con los bellos ojos grises del comisario.

- Nuevamente Sr. Pérez, lamento informarle que sus planes no pueden llegar a término.- Volvió a sentenciar con seguridad el camarero.

- HOSTIAS, ¿pero que coño tio? - dijo Horacio sintiendo el temor a flor de piel. Aquel sujeto irradiaba una energía un poco chocante y bizarra. Este parecía notar su desconfianza, por tanto, intentó suavizar sus siguientes frases.

- Permítanme presentarme, soy el barman encargado de esta velada. Antes de proseguir, les debo de preguntar lo siguiente: ¿Recuerdan alguna cosa antes de llegar aquí? Deben contestar con la mayor transparencia posible. - La última anotación, no parecía una insinuación, aquello era una advertencia.

- P..pues... mmm... este... Yo solo recuerdo comenzar mi día en mi oficina del CNI, realizar un operativo, conseguir una información y cumplir una orden especi.... Espera un momento, ahora que lo pienso mejor... - El ruso dejó su relato en el aire, para darle toda su atención al chico de cresta. - Horacio usted estuvo conmigo. Yo... yo... yo fui detrás de usted... - Al soltar la última oración, su cabeza comenzó a doler de una manera indescriptible.

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