5. Dolor

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Aceptando la situación y regresando la mirada penetrante de Volkov, Horacio dio inicio al juego. En primer lugar, el chico de cresta se detuvo a contemplar los dardos, meditando sobre las diversas posibilidades de la partida. Seguido de ello, este agarró del pequeño estuche de plata un dardo al azar. Sí debía de continuar en este martirio, pues la suerte decidiría su destino. Sin pensarlo mucho, se posicionó detrás de la línea mencionada por el barman y observó con desagrado el tablero de juego. Antes de tirar el dardo, Horacio volteo hacia el ruso en busca de una excusa para detener su accionar. Algo le decía que todo estaba mal e iba a terminar aún peor. No obstante, Volkov solo le ofreció una breve sonrisa de labios y un movimiento de cabeza, el cual lo animaba a cumplir con su objetivo.

De ese modo, Horacio lanzó el primer dardo.

Cuando aquel dardo impactó dentro del tablero, Volkov soltó un fuerte grito de dolor, rompiendo la tensa atmósfera. El ruso sintió un dolor agudo y punzante en su clavícula izquierda. Parecía como si le hubieran disparado en repetidas ocasiones en aquel lugar. Sin embargo, al caer al piso y revisar su pecho, se dio cuenta que no tenía ninguna herida abierta. Además, el dolor había sido pasajero, quedando totalmente perdido. Las palabras del barman habían sido ciertas. Aunque, aquello no implicaba que entendiera que sucedía a su alrededor. Así, el comisario confundido quedó arrodillado en el suelo, siendo envuelto por unos fornidos y cálidos brazos.

Por su parte, el chico de cresta perdió cualquier tipo de estabilidad al escuchar el alarido de dolor de su compañero. "VIKTOR" llamó sin reflexionar Horacio. De inmediato, el inspector corrió a su rescate para tratar de ayudarlo. Una vez a su lado, este quedó igual de sorprendido que el ruso. No había heridas o rastros de algún tipo de ataque externo.

- Viktor... dime que estas bien, por favor... ¡DIME QUE ESTÁS BIEN! ¿QUE TE HICIERON? ¡CONTESTA VIKTOR! - Dijo Horacio tratando de llamar la atención de Volkov. El ruso estaba demasiado perdido en sus pensamientos, hasta que regresó su mirada un poco perdida.

- S...s..si... Si Horacio, estoy bien. Aunque... debo decir... que si senti... dolor. Cuando lanzaste el dardo... si... sentí... dolor. - Volkov se quedó mirando estupefacto los ojos bicolores que lo buscaban con desespero. No podía creer lo que estaba sucediendo. Tenía muchas dudas, pero pocas respuestas. De igual modo, la falta de sentido e información, no lo iba acobardar. Tenían que seguir adelante con el juego.

- Pe...pero, ¿cómo es eso posible?... ¿COMO? - Horacio estaba perdiendo el control.

- ¡NO LO SÉ HORACIO, NO LO SE! No interesa el cómo, solo sucedió y ya está. Hay que continuar o puede ser... Horacio, yo no quiero morir o peor aún, que tu mueras...

Las desenfrenadas palabras de Viktor en vez de calmarlo, se convirtieron en un detonante. Durante todo este tiempo, Volkov había mantenido una máscara de profesionalismo y frialdad. Sin embargo, esta había sido arrebatada de su rostro. El ruso sentía miedo al igual que él. Así pues, lleno de angustia e ira, el menor abrazó fuertemente al comisario, para luego soltarlo y dirigirse hacia el barman. El misterioso sujeto solo observaba con detenimiento sus acciones, como si ambos fueran una especie de experimento de vital importancia.

- ¡HORACIO! ¿QUÉ HACE? - grito Volkov, tratando de levantarse con sus temblorosas piernas.

- ESPÉRAME AQUÍ. ¡ESTO ACABA AHORA! - Sin esperar la posible respuesta del ruso, Horacio se abalanzó sobre el barman, hasta arrinconarlo sobre una pared. El supuesto anfitrión ni se molesto. Aquel sujeto tenía el espectro emocional de una piedra. Sin más, el inspector lo agarró por el cuello de la camisa, hasta estar frente a frente - ¿QUÉ QUIERES REALMENTE? Dime, ¡CONTESTA HIJO DE PUTA! Esto es imposible... ¡QUE NOS HICIERON! ¿Cómo se supone que podemos sentir dolor? ¡Dime!

- Nada en particular. Esas son las reglas del juego. - Indico con cuidado y tranquilidad el barman

- ¡ME QUIERES VER LA CARA DE IDIOTA! - Grito Horacio.

- ¡HORACIO DETENTE! - el ruso trató de intervenir como pudo, pero fue un fracaso.

- ¡CALLATE VOLKOV! ¡ESTO NO VA CONTIGO!

Aquellas palabras golpearon al ruso. El dolor de cabeza había regresado junto con la lenta sensación de asfixia. En ese momento, todo a su alrededor cambió. Volkov no se encontraba en el bar, estaba en un campo abierto con una carabina en mano. Gritos se escuchaban en el fondo, una radio y luego varios disparos. Con el dulce soplar del viento, Viktor regresó en sí, recordando solo un instante de aquel mar de imágenes sin sentido. Horacio apuntando con su arma...

"Esto no va contigo. Hazme caso... Esto no va contigo"

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